Ver caer en cámara lenta los huevos pichos en la cabeza de Sor Josefina ha sido una de las mejores cosas que he visto en mi vida. Es como si los hubiera arreglado para que dieran justo en el blanco.
Todos se parten de risa al verla tapando su nariz por el olor putrefacto que emana, yo no soy la excepción. Festejo mi primer triunfo porque le tengo algo más preparado a mi querido pez globo. Una sorpresa más para alegrar mi tarde.
No se puede quejar Sor Josefina que la sorpresa ha sido única.
Me mantendré algo alejada del pastel, no quiero que me salpique.
Aitor me regala una mirada de complicidad acompañada de una carcajada traviesa. El olor apesta, al igual, que Sor Josefina.
— Es mejor partir el pastel y sé dé una ducha, hermana Sor Josefina... Apesta — Esboza nuestra madre superiora, Sor Josefa. — Por favor, cortemos el pastel.
— Antes encendamos la vela. — Comenta Sor Juana — No es una torta, sin su vela, Sor Josefina.
— Está bien. Descubriré la culpable de esto. — Balbucea viéndome fijo — Tendrá o tendrán su buen castigo las responsables. — Dice furiosa — Encendamos la vela. Quiero quitarme este horrendo olor de mi cabeza y cuerpo.
Esta vez no hubo cántico de festejo como se hacen en los cumpleaños. No, se hizo un conteo regresivo del 10 hasta 0 para festejar su labor caótica con su rebaño que me incluye. Al llegar a cero el pastel explota en mil pedazos.
Sor Josefina queda como papa Noel con su pelo electrizado por la explosión. Un completo silencio inunda la sala por unos segundos para luego estallar en risas de todos los presentes que limpian sus vestimentas untadas de pastel.
— Esto fue más que perfecto. — La observo viendo su cara hinchada por el enojo, caminando a pasos agigantados hacia mí, sujetándome del uniforme con fuerza. — oh, no.
— Tú eres la culpable de todo esto, niña del demonio. — Me refuta muy furiosa — Me pagarás caro tu broma. No dejaré que sigas arruinando mi evento sin que sufras las consecuencias.
La monja tiene fuerza.
Me ha levantado pegándome a la pared con fuerza. El resto de las personas están impactadas, al igual, que yo. No me esperaba una reacción violenta de su parte. Presiona más fuerte mi camisón haciendo que duela. Sus uñas se clavan en mi piel generando presión en mi cuello.
Gruño tratando de zafarme de su agarre sin lograrlo. Sí que es fuerte y bravucona.
— Yo… yo… yo no tengo culpa — Balbuceo — En serio, sor Josefina.
El padre Cesar junto a Serguéi y Aitor logran quitármela de encima, no sin antes, arañar el rostro de Serguéi que gruñe al sentir sus uñas clavadas en su cara en un intento por ayudarme.
Esta monja está endemoniada.
Batalla como una fiera para evitar que me salven de sus garras.
Romina me abraza sacándome del salón llevándome al pasillo del convento. El resto de las chicas pasan a sus habitaciones a quitarse el pastel de encima.
La risa se me escapa con el episodio que acabo de vivir.
Ella quiere saber quién arruino su fiesta, buscará la culpable, así la lleven días en lograrlo, lo hará. Me buscará el punto de quiebre para castigarme a su antojo sin que nadie pueda evitarlo.
Estoy algo nerviosa.
— Maciel, puedes ayudarme a curar el chico herido y luego te veo en mi oficina. — Dice Sor Josefa. — Tenemos que hablar de lo ocurrido.
— Está… bien, Sor Josefa. — Digo con cierta tristeza — Me puedes seguir, por favor. — Esboce para Serguéi que está atento a nuestra conversación.
— Claro, señorita — contesta.
Llevo a Serguéi a la sala de enfermería a curar los arañazos que le causo pez globo en su rostro. A simple vista se nota que no son profundos, no dejaran cicatriz.
Tomo un poco de alcohol mojándolo en un trozo de algodón, pasándolo suave por la cara de Serguéi que gruñe como niña.
— ¡Aush! — Dice en un reproche — Duele. Desataste una fiera, Maciel. Debes andarte con cuidado, Minions.
— ¡Ey! No te quejes como niña, Serguéi. — Susurro — Lo sé. Pez globo se desató como loca — Le digo siguiendo mi labor — Sospecha que soy la culpable y me buscara un quiebre. Debo andarme con cuidado. Esto ya quedo listo.
— Gracias, Aitor, quedo algo preocupado.
— Dile que su Minions está bien, que más tarde le escribo. Cuídate, Serguéi.
— Igual tú, Maciel. — Dice besando mis mejillas — Serias buena enfermera.
— No es mi vocación, pequeño — Digo sacándole la lengua.
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Editado: 19.01.2021