— Pensé que sería el único en morir en esta aburrida fiesta, pero veo que no. — Refuta esa voz varonil — Tendré compañía con una linda dama.
— Me invitaron a una fiesta de un chico de 18 años, no a la de un anciano. — Exclame. Ese chico soltó una carcajada haciendo que lo mire fijo a los ojos. — Lo siento.
— Será nuestro secreto — Menciona — Damir Yankow, un gusto, el anciano de 18 años.
Mis mejillas se ruborizaron por completo.
A veces soy una experta en meter la pata.
Extiendo mi mano para estrecharla con el festejado.
— Maciel Miranda— Digo — Un gusto, Damir.
— Así que tú eres la nieta de Anabel. Se ha quedado corta al decir que eres muy linda, eres hermosa.
Veo que le ha hablado de mí a Damir. Anabel haciendo de las suyas.
— Gracias. — Respondo.
Me invita a una copa olvidando que soy mejor de edad para tragos. Acaso soy un angelito de dios para no tomar un trago. Nadie se cree esa mentira de mi parte.
Mi madre y Anabel no pusieron objeción en nada, solo será una copa.
Al verme con el invitado sonrieron celebrando el triunfo de conseguir su objetivo que es Damir Yankow. Par de ilusas. Mal cupido. Por mi parte no me interesa ninguna relación amorosa con este chico, aunque debo admitir que es un hombre muy guapo, con unos rasgos muy hermosos, dignos de un dios griego.
Sus ojos azules son cautivantes, tiene una sonrisa perfecta, una mirada atrapante, su cuerpo es bello, su cabello algo largo, es perfecto. Todo de él es perfecto, hasta su forma de tratarme como una princesa de cuento, es perfecto.
Es abrumador.
Me abruma sentirme así con otro chico que no sea mi novio. Sé que tengo muy bien definido lo que siento por mi idiota, y eso, eso es amor.
Damir me ha presentado a sus padres. Siento escalofríos recorrer todo mi cuerpo y el habla se me ha acortado. Solo balbuceos salen de mi boca causando una risa en los presentes.
¡Trágame Tierra!
Anabel y mi madre se unen a la charla abrazándome, dejándome un beso en mi frente, llevándome a recordar aquellos momentos donde solo éramos las dos.
Mi madre y yo contra el mundo.
Recuerdo
— Jamás soltaré tu mano pequeña. Te guiaré en cada paso que des sin importar, si es bueno o malo. Mamá siempre estará contigo. — Dijo besando mi frente, abrazando mi cuerpo pequeño, terminando aquel cuento que tanto amaba escuchar de sus labios.
Sujeto fuerte su mano hasta cerrar mis ojos a los que me negaba a cerrar por miedo que ella me soltara y cayera en el vacío.
Sentía sus manos cálidas con las mías, desapareciendo el miedo de mi cuerpo.
Fin del Recuerdo
Fernando me sonríe con hipocresía recordando mi lugar en la vida de mi madre. Recordando mi pesadilla del convento donde me envió y mi madre no va a visitarme.
No lo puedo entender.
¿Cómo puede ser más importante un hombre en su vida que su propia hija?
Tal vez sea cierto que el amor es ciego y te hace cometer estupideces.
— Me puedo robar a mi compañera de fiesta e invitarla a un sitio mejor, en vez, de esta aburrida fiesta de ancianos.
— Le diré a Anabel si nos podemos ir.
— ¿Pensé que tu madre era María Alejandra?
— Lo es, es una larga historia.
Dado el mensaje a mi abuela me retiro con Damir en su lujoso auto que le acaban de regalar por su cumpleaños. No quise indagar donde iremos, solo me dejo llevar como la corriente de un caudal que conduce las aguas cristalinas a su destino.
Sonrió feliz al ver que nos adentramos a una disco, la música suena fuerte. Palidezco al ver que exigen documentación para el ingreso del lugar.
La fila es algo larga.
Damir toma mi mano llegando a la puerta escuchando los abucheos de las personas enojadas por no hacer la fila. Choca la mano con el de seguridad soltando el cordón del paso para seguir sin detenerse a pedirnos documentos, solos nos dice:
— Disfruten la fiesta, chicos. Felicidades, amigo.
Acto seguido estoy en una mini sala VIP con algunos amigos de Damir que me saludan amables pidiendo una ronda más de tragos.
Recuerdo cuando bebí tragos en la fiesta de mi idiota y no me traen buenos episodios de ello.
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Editado: 19.01.2021