Casada con una Mentira

CAPITULO 11

Quedamos heladas al escuchar esa voz, creo estar en una pesadilla y que toda mi felicidad se acabó en menos de una hora. En unos cuantos minutos pase al dolor. 

Un dolor profundo. 

No es un sueño, menos un espejismo, como quería imaginar, es la cruda realidad que golpea mis mejillas. Estamos acabadas. Mi sonrisa se esfumó al igual que mis esperanzas de ver pronto a mi chico, sabía lo que se nos vendría encima, hasta el mismo Lucifer se escondió para no rendir cuentas. 

Somos las tres. 

Pez globo obtuvo lo que tanto quería, verme en el fango. 

Gano la guerra sin prever su ataque. 

Jugué mal mis cartas. 

Romí sujeta mis manos fuertes para darme seguridad, sabe que nadie nos salvara, no cuando fuimos vendidas por una intrigosa, mal compañera y víbora rastrera de los mil demonios que jugo bien sus cartas. Sello nuestro destino a la oscuridad. 

Era ella o nosotras. 
Todo estaba escrito. 

Conoceremos el infierno en la tierra. 

Mis cálculos fallaron dándole la victoria a pez globo de cobrarse cada una de las que le he hecho, y no perderá su oportunidad para cobrárselas una a una. Casi dos años en esta pocilga me llevo a conocerla muy bien. 

Jaque mate, Maciel a tu cabeza. 

— Al fin fueron escuchadas mis plegarias — Soltó con una gran sonrisa en sus labios —La venganza es dulce, y sé come fría ¿Qué pasa? Le comieron la lengua, los ratones. Aún no las llevo al sótano. 

Pensé que todo acabaría con un castigo fuerte, que inocente criatura resulte ser, faltaban más miembros a esta reunión. Sus ojos de reproche, de decepción, desilusión hablaban por si solos. No necesitaron hablar para decir lo que piensan de nosotras. 

Nuestro actuar lo decía todo. 

Adiós a mi futuro. 

— Ya sabe qué hacer, Sor Josefina. — Menciona Sor Josefa con ojos tristes llenos de muchos sentimientos — Las dejo a cargo de esas dos ovejas descarriadas. 

— Con ella, no, por favor, Sor Josefa. Nos odia. 

Mis lágrimas caían como gotas de lluvia, mis súplicas no fueron escuchadas, nos arrojaron a sus manos. Perdimos todo. Nuestros celulares, nuestras vestimentas, nuestras palabras, y sobre todo, nuestra dignidad. 

Fuimos arrojadas como dos perros callejeros a una pocilga peor, una oscura sin un rayo de luz. 

No teníamos conocimiento si era de día o de noche, todo es tinieblas. Prefiero el infierno que a esto. 

Nuestros alimentos casi no los vemos, todo es oscuro. Estamos una alejada de la otra. Creo que prefiero estar en una prisión y no en este lugar que me mata a diario. 

— Romí, háblame, por favor. No quiero sentirme solo, no en estos momentos. 

— Todo se acabó, Maciel. Estoy perdida en un agujero negro, ahogada en vida en un cuarto de cuatro paredes. Inerte en un sitio que me deja sin alientos. El oxígeno me falta, solo trato de sobrevivir por ella que sostiene mis manos. Se aparece en mis pesadillas a rescatarme de la locura. — Hace una pauta de silencio, contiene sus lágrimas — Rox, me salva que me vuelva loca en esta oscuridad. Una de la que nadie vendrá a rescatarme... Tú pronto partirás, harás tu vida y te olvidarás que existo. Y no está mal... Estás en todo tu derecho, debes vivir por las dos. 

— No podría olvidarme de quien ha luchado conmigo en este agujero negro. No debemos darle la victoria, no a pez globo — Escucho su carcajada — Lo ves, no necesitamos luz para sonreír. Nosotras somos la luz, Romí. 

— No te olvides de mi existencia. No tú, Maciel. 

—Lo prometo, Romí. Vendré a verte cada viernes, disfrutaremos juntas hasta que cobres tu libertad. — Le digo — Promesa de amiga. 

En esta oscuridad marcamos un pacto de amistad, un pacto de no alejarnos una de la otra, no olvidar la existencia de la otra, fortalecernos como hermanas de no sangre y nunca soltar nuestras manos. 

La noción del tiempo, para nosotras no importa, es un tiempo muerto. 

Conocí a una Romina muy diferente. 

La muerte de su padre la marco por completo, la hundió en un dolor profundo que el tiempo no ha logrado sanar. Esas heridas no se cerrarán sin ayuda de su madre, sin su calor, sin esa guía que la dirija. Nadie más que ella puede cerrar esa brecha que ella misma abrió con su infidelidad; no solo destruyendo a su esposo, su familia, sino que arrastro con todo eso a su hija. 

Eso me hizo recordar a mi madre y su falta de amor. Su partida me partió el corazón en mil pedazos abriendo un hueco gigante que no sé si logre remendar sola. A veces la rabia me ciega, me hace sentir molesta y albergar odio en mi corazón. Ese sentimiento que te pudre el alma. 




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