Casada con una Mentira

CAPÍTULO 13

El ruido de la lluvia cayendo me hizo despertar soltando los brazos cálidos de mi esposo que duerme profundo. Como un fantasma se cuela esa voz mencionada, de aquel nombre que olvide. Observo por la ventana como las gotas empapan el vidrio trayendo consigo aquellos recuerdos del primer hombre que ame, hasta la lluvia parece dibujar su rostro en mi ventanal. 

No es real. 

No es real. 

No es real, me digo a sí misma. 

Odio mis recuerdos, lo odio porque duelen aún después de tantos años. 

Recuerdo. 

— Maciel Miranda, han pasado tres meses desde que saliste de ese orfanato y quieres estar encerrada en tu cuarto sin salir. Olvida a ese mal chico, no merece tus lágrimas, nieta. — Espeta mi abuela — Sal y explora el mundo, muchos chicos esperan por ti. 

— Déjame en paz, Anabel. — Gruño furiosa — Chicos como... Damir Yankow... Quédatelo. Quiero pasar mi duelo sola.

 — No debes morir por un cobarde que te dejo cuando tuvo la oportunidad, no merece tus lágrimas, Mac. Quiero a mi nieta de vuelta, no una cobarde llorona que se esconde en su habitación. 

— Vete al diablo... Anabel. 

— Así le hablas a tu abuela, preciosa. 

— Da... Damir. 

— Seré tu caballero con armadura, te haré olvidar lo malo, y volveré a poner esa sonrisa hermosa en tus labios, nunca veré más lágrimas en esos bellos ojos, te haré feliz y olvidarás que tan cruel puede llegar a ser el amor cuando te abandona.  — Dice tras la puerta — Siempre voy a sujetar tu mano, nunca me iré de tu lado, lo prometo. 

Fin del recuerdo. 

Fueron tantas lágrimas derramadas que me quede seca preguntándome ¿Por qué? ¿Por qué mentir tanto? Aprieto tanto el vaso en mis manos a tal punto de hacerlo nada, bañando mi pijama con mi sangre que brota escandalosa. Con calma saco algunos vidrios incrustados en mis dedos, aun su recuerdo me lastima en todo mi interior. 

Aunque no duele tanto la herida, no tanto como los recuerdos. 

No me percato de la presencia de Damir por estar concentrada en mi herida. Mi chico corre a mi encuentro al verme manchada en sangre, no menciona palabra alguna, solo se limita a ver mi cortadura. 

Su rostro denota miedo, miedo que me pueda hacer daño, miedo a que deje de sentir. 

Presiento que aún sabe que el pasado invade mi cabeza, y no quiero verlo sufrir, no cuando fue mi salvavidas en mi oscuridad, no cuando remendó mi corazón roto y lo hizo latir de nuevo. Tiene miedo de perderme, que atente contra mi vida. 

— Nunca atentaría contra mi vida, Damir. Mi vida a tu lado es perfecta, vivo en un cuento de hadas, en una fantasía, amor. Yo te amo, osito. — Esboce tomando su rostro en mis manos heridas — Solo fue un accidente... Se me rompió el vaso. Lo siento, cariño. 

— Solo fue un accidente, no debes sentirlo, cariño. Me asusté mucho al verte con sangre en tu pijama. — Comenta — No me des esos sustos, osita. Me basta con la tormenta. 

Suelto una risita por su comentario. Damir le teme a los truenos, tiembla como un cachorro asustado. 

— Debo curarme este desastre. 

— Yo lo haré, amor. Iré por la boutique y algunas vendas. 

— Gracias, osito. 

— No es nada, osita. Te amo, Mac. 

El pasado solo me causa heridas como esta, es hora de soltarlo, matar ese fantasma una vez más, y olvidar que algún día lo conocí, que fui feliz a su lado. 

Su abandono me marco en vida, me hundió en un abismo del cual no creí poder salir. No le veía sentido a la vida. Todo era opaco, oscuro, sin sentido.  

La sin sentido era yo, al creer que no había vida después de él. 

Con Damir descubrí que tenía muchos caminos para elegir y de mí dependía si seguía hundida en el lodo o sacaba mi cabeza y luchaba por mi futuro. 
A veces necesitas que alguien te hable fuerte, te abra los ojos para que veas lo que te niegas a ver por ti misma. El amor es ciego y enceguece tus sentidos. 

Entendí que debo entregar la mitad, no todos valoran tu amor. 

Recuerdo. 

— Sigues hundida por un hombre que no le importaste nunca, llora hasta quedarte sin lágrimas, sé patética. Él no te ve, no le importas, solo fuiste una más en su lista. — Dice mirándome fijo — Deja que gane la batalla, destruye tu vida en este encierro. — Hace un silencio — Me equivoqué contigo, solo eres una niña infantil incapaz de ver más allá, das lástima de llevar tal apellido. Solo eres nada, Maciel Miranda. 




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