Casada con una Mentira

CAPÍTULO 16

Debe ser una mentira, esto no puede estar pasándome. Esto es un mal chiste más de la vida que me golpea de frente en la cara. 

Soportaba que estuviera lejos aun sabiendo que estaba bien, que tendría algún día la oportunidad de verla de nuevo, arrullarme en sus brazos como cuando era niña y reír con ella por cualquier cosa, sin embargo, eso ya no podrá ser. 

Él me la arrebato de mis brazos y mi vida, olvido que ya no soy esa niña estúpida, que soy ya una mujer, una que le hará ver su propio infierno.

— No me gusta que hables de esa forma, Maciel. Ya está en la cárcel pagando por la muerte de tu madre, en unos días será su juicio.

— No pude salvarla de su depredador, abuela, pero si haré justicia para que su crimen no quede impune. — Espeto furiosa — Seré la voz de las mujeres que callan reprimidas por sus maridos. Haré justicia por las víctimas de maltrato doméstico, por todas aquellas que pierden la batalla, siendo una cifra más de feminicidio. Haré que denuncien sin miedo, seré su aliada en todo, lo juro.

— Haz lo correcto, mi niña. Siempre te apoyaré en todo, mi pequeña luz. — Expresa mi abuela — Tu madre debe estar orgullosa de ti, siempre supo que llegarías lejos.

— Gracias, abuela, por todo y no dejarme sola.

— Nunca mi pequeña.

Es una mentira sincera que estaría conmigo una vida entera, al menos sé que ella no me abandonaría nunca, solo hasta que la muerte venga por ella y me la arrebate de mis brazos, dejándome huérfana de mi familia.

Damir me tiene en sus brazos tratando de consolarme como un gran esposo. 

Me suelto de su agarre pasando a mi habitación, quiero estar sola, soltar todo el llanto que tengo reprimido hasta quedar sin lágrimas. Acallar este dolor que grita fuerte en mi pecho con ganas de matarme por completo. Quiero matar cualquier sentimiento de piedad por ese hombre, no merece nada de mí.

Lo hundiré de por vida en esa pocilga donde pueda ver el sol solo un día, le haré su vida un infierno. Le haré recordar cada día la desdicha de mi madre a su lado. Deseará estar muerto. 
Lo juro. 

Me meto a la tina dejando que el agua fría congele mis huesos a tal punto de no sentir nada. Cierro mis ojos viéndola correr tras de mí jugando a las escondidas cuando tan solo era una niña. Su risa suave se escucha, suenan sus dulces palabras. 

— Te encontré, tesoro. — Retumban en mis oídos esas palabras como dulces susurros. 

Seco mis lágrimas mojando mi rostro con el recipiente de la bañera. 

Me envuelvo en mi toalla saliendo hacer un asunto importante, un juicio espera por mi presencia. Quiero la pena máxima para esa escoria. No debió nunca ponerle una mano encima a mi madre, y menos asesinarla a sangre fría. 

— Maciel, háblame, cariño. 

— Estoy bien, osito. Un caso importante requiere de mi presencia. — Le contesto — Ningún abogado querrá llevar su caso. Tendrá uno de cabecera que aplastaré como rata. 

— No me gusta cuando hablas así, cariño. 

— No fue a tu madre a quien mataron, Damir. Espero no me hagas enojar nunca o me seas infiel, sabes que no soy tan dulce, amorcito. — Lo veo tragar en seco, suelto una carcajada, pasando por su lado, buscando que calzarme. 

Creo que fui algo dura con él, que me está brindando su apoyo, pero odio cuando me cuestionan mis asuntos y más en algo, como la muerte de mi madre. A la que no tuve el placer de verla por más de 10 años, de despedirla o al menos recibir uno de sus abrazos. 

Él me robo su risa, sus abrazos, sus caricias, su calor de madre y sufrirá como lo hago en estos momentos, de eso que no tenga duda. 

Soy un demonio lleno de odio, un sentimiento que oscurece el alma y la visión. 

Le dejo un mensaje a Roger, quiero acabar con una mentira o una verdad que me golpeará el rostro. Si mis sospechas son ciertas, Damir, no tendrá hueco donde esconderse. 


Maciel 
Hola, querido. Necesito me consigas un detective privado de los mejores. El dinero no importa, solo necesito su eficiencia. 

Roger 
¿Puedo saber para qué jefaza? 

Maciel 
La curiosidad mató al gato, querido. Quedo atenta, ahora debo estudiar un caso para refundir en prisión a mi querido padrastro, el vulgar asesino de mi madre.

Mis manos tiemblan del odio que siento en estos momentos. 

Mi abuela sujeta mi brazo para que no mate a golpes a la escoria de Fernando que al verme sonríe plácidamente. Quiero borrarle esa sonrisa de tan solo un golpe. 

Me contengo esperando mi momento. 




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