Casada con una Mentira

CAPÍTULO 19

— ¿Me estás siguiendo? Nada. 

— Tú... ¿Qué haces aquí? — Dije mirándolo fijo, buscando algo que me diga que no es él. Aunque él se llama Alejandro o eso es lo creo. — ¿Tú serás mi médico? Mi psicólogo, qué gran sorpresa. 

— Es una sorpresa verte en mi consultorio. 

— Le hice caso a un extraño. — Digo con un hilo de tristeza — Realmente necesito soltar todo esto que llevo dentro o moriré envenenada.

— Veo que no me equivoque, sigue, por favor. 

Entro al consultorio golpeándome de frente con una linda foto familiar de un niño hermoso sonriendo sentado en las piernas de su padre, aún es un bebé. Aparenta un año o más. 

— Linda familia, doctor Bass. 

— Gracias. Comenzamos señora Yankow. 

Escuchar ese apellido me da enojo. 

No sé por dónde empezar, me niego a revivir de nuevo esos recuerdos que me arden en el alma cuando encontré a Damir en nuestra cama con otra persona. No era cualquier persona del común, ni otra mujer, sino un hombre, y no cualquier hombre al azar, sino su amigo de toda la vida, nuestro padrino de bodas y futuro esposo de una de mis mejores amigas. 

Le solté todo al doctor con mis ojos cerrados, no soy capaz de mirarlo a la cara. 

Mis lágrimas afloran por salir de mis párpados, trato de retenerlas a la fuerza. Creí que sentiría alivio al contarlo a otra persona, al contrario, me duele más profundo porque todo se retrocede en cámara lenta sin prisa. 

Doy detalle de cada uno de los episodios que viví odiando el 4 de julio, una fecha que se marcó en mi piel como un tatuaje, como un recordatorio de la infidelidad de mi esposo descubriendo la falsedad de persona que es. 

Al abrir mis ojos están empapados de lágrimas, él está a mi lado con un paquete de pañuelos desechables para que seque esas aguas saladas que no tenía idea que habían brotado de mis párpados. 

Hice un amago de sonrisa evitando decir algo más. 

No quiero esbozar más palabras, el dolor es más fuerte que mis ganas de gritar todo. Siento vergüenza por decirlo, pero entiendo que fue lo mejor, expulsarlo. Es mejor sacar todo lo que te envenena el alma, y buscar alguna solución o callarlo por miedo o pena. 

Lo miro buscando una respuesta de sus labios. 

— No debes sentir vergüenza por algo que no hiciste. No eres culpable de sus decisiones. Algo como lo que has vivido y presenciado no debes callarlo, eso contamina el alma, enceguece tu cuerpo y conlleva a cometer actos que luego te puedas arrepentir. 

— Como no sentir vergüenza al saber que el hombre con el que has compartido diez años de vida, todo sea una mentira, una farsa, una completa falsedad. 

— Nunca sospechaste de nada. ¿Lo has hablado con él?

— Esa farsa no quiero verlo. Me da asco, repugnancia, me hace sentir sucia, utilizada, asqueada de la mentira en la que he vivido ¿Cómo debo actuar? He mantenido el control de mi vida todo el tiempo, sin embargo, en estos momentos me siento perdida. Soy un barco a la deriva sin un rumbo fijo. 

— Como tu psicólogo te recomiendo que debes enfrentarlo, debes hablarlo con él. Suelta todo lo que sientes sin callar nada. Dale la oportunidad de explicarse, de darte su versión de las cosas. — Me explica — No lo justifico, y te juro que no debe ser nada fácil para ti, solo inténtalo. Algo como decir que eres homosexual no es nada fácil. Los prejuicios son más crueles que cualquier otra cosa. La indiferencia condena, y la xenofobia mata. 

—Te conocí anoche, hoy resultas ser mi psicólogo tratante y conoces un gran secreto que me ahoga por completo.

 — Lo sé. Si confías en mi opinión, hablo sin guardarte nada. — Dice — Te veo el próximo viernes, señ... 

— Maciel, llámame, Maciel — Digo. Sus ojos se abren de par en par al escuchar mi nombre.  —Nos vemos. 

— ¿Te he visto antes? — Pregunta con interrogación buscando en mi rostro algo más.  — Creo que sí. 

— Sí, anoche — Solté en burla — Lo veo luego, doctor Bass. 

Me hago el mismo interrogante al escuchar su apellido, jamás olvido un rostro y menos el de él, aunque han pasado más de 10 años que no sé nada de mi primer amor. Nunca he olvidado su sonrisa.

 Me pregunto: ¿cómo se verá? ¿Se habrá casado? ¿Tendrá hijos? ¿Aún me recordará? Algo ingenuo de mi parte pensar en ello, lo de Damir me ha puesto mal. 

Seguro ni recordará mi nombre. Soy parte de su pasado, Aitor debió rehacer su vida como yo lo hice con la mía. 

Subida en mi auto le dejo un mensaje a Damir. 


Maciel.




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