Casada con una Mentira

CAPÍTULO 20

Los dos hombres quedan atónitos por lo que acaban de ver, Nolan no puede creer que tiene en frente a su futura esposa. 

Quisiera burlarme en sus caras devolviéndoles el favor por lo que me han hecho, pero primero está mi amiga que ha salido corriendo de casa directo a mi auto. 

Me siento culpable de la forma que lo descubrió, sin embargo, no podía ocultarle algo así, y menos callarlo más. Duele profundo, calándote los huesos, matando cualquier sentimiento. 

Damir me regala una mirada asesina, mientras Nolan corre buscando su ropa para atrapar a Tania, que me espera en el auto para huir como dos fugitivas en plena persecución de dos seres despreciables. Les tiro un beso en el aire sonriéndoles con triunfo corriendo a mi automóvil.

No les doy tiempo de nada, arranco el coche sin esbozar palabra alguna. 

No soy capaz de mirarla a los ojos, sus sollozos me duelen más profundo. Verla así me destroza. No quería dañarla de esta forma, es suficiente con mi dolor, con mi carga, aunque comparte conmigo aquella vil traición de esos malditos sin corazón.

Todo es más claro ahora, con justa razón nunca hubo rastro de pintalabios, de colonia de mujer, iba por un sendero equivocado. Jamás me paso por mi cabeza algo tan macabro como esto.

Salgo de mis pensamientos cuando esa voz quebrada me habla.

— ¿Hace cuánto tiempo lo sabías, Mac? — Suelta secando sus lágrimas con odio — No me ocultes nada, te lo ruego. Nunca me has mentido, espero no lo hagas ahora.

— El cuatro de julio. — Suelto — Sabías que estaba fuera de la ciudad por cuestiones de trabajo. El caso fue resuelto antes de lo esperado, dándome tiempo de regresar a casa para darle una sorpresa a Damir y quien se ha llevado la sorpresa he sido yo, y no sabes cómo me siento — Expreso con amargura al recordar ese momento — Sospechaba que me engañaba, lo mande a investigar para así descubrir su amante sin obtener resultados, me sentí horrible por ello al no obtener los resultados, aunque sentí alivio al saber que me era fiel. 

>> Nunca debí desconfiar de mi sexto sentido, él nunca me falla. Lamento que lo descubrieras de esta forma, no quería que te vieran la cara a ti también, tati.

— Te han dicho que eres una hija de puta, Maciel Miranda — Dice haciendo que frene en seco — Eres la mejor de todas, putita. Te amo, amiga, por no ocultarme esto. — Habla sin dejar de mirarme fijo — Debió ser una pesadilla para ti todo lo que has vivido estos últimos días cargando con esto sola. Debemos vengarnos de esos dos. Quiero verlos destruidos por traidores.

Sonreímos a modo villano.

Tal vez el enojo nos esté ganando en estos momentos, la rabia hable por nosotras, sin embargo, estoy con mi amiga. Esos dos descarados merecen pagar por lo que nos hacen y ya tengo algo pensado para mi amado Damir, aunque primero ahogaremos nuestras penas.

— Estoy tratando el tema con un psicólogo.

— Está bueno el doctor Mac.

— Es hermoso, Tati. Es un hombre guapo, con una sonrisa perfecta, unos ojos bellos, sus labios te invitan a perderte en ellos… aunque… es casado. Tiene una hermosa familia. Su hijo es bello, igual a él.

— ¡Mierda! Te iba a aconsejar que te lo cogieras, será buscar otro, amiga.

—Siiii — gritamos como locas.

Llegamos a un bar nada ostentoso, cosa que nos importada una mierda, solo queremos matar nuestras penas con alcohol hasta olvidar nuestros nombres; luego de eso pondremos en marcha nuestro plan. 

Damir se ha equivocado en querer cumplir todos mis caprichos, olvido que no soy una mujer fácil de complacer, amararé ver su cara cuando cumpla mi venganza.

Por años olvidé mi esencia, con lo que he vivido volverá aquella Maciel traviesa que encerré en el olvido en aquella maldita pocilga donde viví un infierno y también me gane una hermana, mi primer amor y una de mis peores decepciones. 

Es hora de volver a ser yo misma.

Nos sentamos en unos taburetes algo incómodos con un espaldar algo pequeño. Un guapo mesero nos toma nuestro pedido echándole ojo a mi amiga que le sonríe con picardía logrando sonrojarlo, muevo mi cabeza en señal de desaprobación soltando una carcajada. 

El tipo no está bueno para un acostón. 

Inspecciono el lugar desde la mesa donde nos encontramos, cuando visualizo un par de chicos que se nos quedan mirándonos, se nos acercan ofreciéndonos un par de tragos coqueteando descaradamente con nosotras. Aceptamos sus coqueteos por un buen rato, y nos invitan a bailar. 

Al principio me niego, pero acepto bailando seximente en la pista con los chicos. Había olvidado como era divertirse a tal punto que mis piernas duelen como nunca de tanto bailar.

— Te gustaría otro trago o seguir bailando, preciosa.




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