Casada por mi hijo

CAPÍTULO 3: Confiar en una extraña

Los labios de la castaña se fruncieron en señal de enojo. —Escuche con atención —bufó. —Hoy he tenido el peor día de toda mi existencia, ¡Podría, al menos, mostrar un poco de amabilidad y solo preguntar si me encuentro bien! —gritó una vez más, elevando el tono de su voz. Esta se entrecortaba, evidenciando la frustración que la embargaba.

—Si ha tenido un buen día o no, no es de mi interés —sentenció el hombre, restándole importancia a las palabras de la joven.  

—¡¿Qué clase de ser descorazonado es?! —exclamó, llamando la atención de los transeúntes y los demás conductores

—Está atrasando a todos con su lloriqueo; llore donde nadie la vea —añadió. Simplemente, aceleró su vehículo y se alejó, dejando a la castaña empapada por el agua del charco.

Sus dientes crujieron y lanzó un grito al aire, lleno de maldiciones.  

Solo había una pequeña señal de esperanza para la castaña: aceptar la propuesta de la señora del hospital.  

Un mensaje de texto hizo que la pantalla de su dispositivo móvil se iluminara:

«Espero paciente tu respuesta».  

—¿Qué debería hacer? ¿Debería aceptar? — se preguntaba la castaña mientras secaba su cuerpo.  

━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━

—Si está aquí, es porque ha aceptado, ¿no es así? — indagó la señora, mientras una sonrisa se formaba en sus labios.  

Llena de duda y observando fijamente lo que estaba frente a ella, Leelah aceptó finalmente el compromiso. Se casaría con ese hombre solo por el bien de su hijo.

—Al parecer lo has pensado con detenimiento. Has tomado una gran decisión — afirmó la señora, bebiendo un poco de vino tinto de su copa.

Ella lo hacía con tal elegancia que Leelah se sentía un poco fuera de lugar, intimidada por la sola presencia de la señora.

Los ojos de Leelah se perdían en la nada; en ese momento, desafiaba cada uno de sus principios para defender el más grande de ellos: La lealtad. En el momento en que cargó a su hijo por primera vez, supo que estaba asumiendo una nueva responsabilidad.

La persona que la observaba con una sonrisa angustiada, entretanto tomaba la mano de Leelah, era a quien le debía la mayor lealtad de todas, jamás olvidará lo que pasaron estando a la par, mano con mano, hombro con hombro.  

—Lo estuve reflexionando con el mayor detenimiento posible — susurró Leelah, observando a sus manos, nerviosa por la situación en la que se encontraba.

»Para hacerlo, necesito que pague la mitad de los gastos médicos de mi hijo, después de eso podré casarme —afirmó, intentando sacar un poco de valor de donde no lo tenía.  

La señora arqueó una de sus muy oscuras cejas, la comisura de sus labios en ese mismo lado se arqueó con brevedad y negó con la cabeza.  

—No es algo que pueda hacer —expuso la señora —¿Quién me dará la garantía de que no escaparás luego de haber recibido la mitad del pago? —cuestionó, mostrándose reacia.  

—Soy una mujer de palabra, ¿qué diría eso de mí? ¿Cómo podría confiar en la palabra de una extraña? —respondió la chica de manera veloz.  

Sus palabras eran ciertas. Aunque la señora parecía ostentar riqueza, Leelah nunca había oído hablar de ella. Era, después de todo, una extraña. 

La mano de la joven se posó en su pecho, en un gesto de sincera determinación.

»Yo soy completamente honesta en esto, es la vida de mi hijo la que está en juego — aseguró, con su voz cargada de dolor.

Cada vez que su mente pensaba en su pequeño, su corazón se estrujaba y se sentía impotente, no podía hacer nada para ayudarlo; ahora se sentía completamente inútil, en una realidad que la lastimaba profundamente.  

—Yo también lo soy, y no puedo arriesgar mi dinero en alguien que no conozco —afirmó la señora, invirtiendo la situación —Medítelo más detenidamente ¿Quién tiene más que perder si el otro huye? —los dientes de la castaña crujieron involuntariamente.

»Yo— afirmó —Si escapas, perderé mi inversión … Si yo escapo, podrás encontrar una manera más para sacar a tu hijo adelante; las madres siempre lo hacen —expuso con seguridad.

No obstante, estaba cerrando, de todas las maneras posibles, el camino de la castaña.  

—Si tanto insiste, hagamos como dice —renegó la chica.  No tenía ánimos para discutir y perder la única oportunidad que le restaba para salvar a su pequeño rayo de esperanza. —¿Algo más? —cuestionó intentando ocultar su señal de ironía.  

—En efecto, Adam no puede enterarse de ninguna manera de que tienes un hijo, eso arruinaría por completo nuestros planes. Él no puede saberlo, o nuestro trato se anulará — afirmó la señora para desaparecer del lugar.  

━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━

Las puertas de la iglesia se abrieron de par en par, las miradas asombradas de los escasos presentes, se habían posado sobre la novia.

El vestido de Leelah era completamente blanco y plano, tal como lo había exigido Adam desde un comienzo. Todo se daría de la manera más serena y sencilla que se pudiera, incluso el vestido de novia de su futura esposa.  




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.