Casada por mi hijo

CAPÍTULO 4: Robot programado

Finalmente, la joven quedó frente a su futuro esposo. Todo estaba transcurriendo a una velocidad insoportablemente lenta, como si el tiempo estuviera burlándose de ellos cruelmente. La mirada de Adam era gélida, vacía e inhumana.

Leelah se sentía como si fuera un trozo de carne que él deseaba poder despedazar entre sus manos hasta que ya no tuviera forma. La presión del miedo y la incertidumbre la paralizaban; no sabía en donde se había metido. Sin embargo, en el momento en el que el oficiante de la boda los declaró marido y mujer, comprendió que no había manera de escapar.  

El momento esperado por todos, llegó: El beso.  

Internamente, Leelah rogaba que él decidiera ignorar de cualquier manera hacer una escena de esas. A fin de cuentas, Adam demostraba no tener ningún tipo de cuidado en las leyes o normas establecidas. ¿Cuánto más tendría que soportar en una situación tan incómoda como esa?  

Estaba segura de que él no desaprovecharía ese momento, se notaba en la manera en la que la observaba y la hacía sentir. Los fuertes brazos de Adam la rodearon de repente por la cintura, atrayéndola hacia él con tirón. Sus labios se unieron con una fuerza que rozaba la violencia, desatando el desagrado de Leelah.

A pesar de la presencia de las pocas personas que atestiguaban la ceremonia, se obligó a sí misma a mantener la compostura. Se negó a fruncir el ceño o apartar de un golpe a ese hombre que la trataba como un juguete, una simple marioneta sin emociones.  

Los gritos emocionados de todos los presentes resonaban en el recinto. Se suponía que todo estaba planeado para ser sencillo, en silencio, hasta el momento, Adam había asegurado que detestaba los ruidos fuertes.  

Leelah se esforzó al máximo por mostrar felicidad durante la boda, a pesar de que todo se sentía como una farsa gigantesca de la que ella era la protagonista. Una radiante sonrisa, que sin verse exagerada estaba siendo forzada, adornaba el rostro de la castaña.

De repente, Adam tomó su mano sin previo aviso y la llevó con él y los invitados. A pesar de que él era como un poste en medio de su propia celebración, era como un robot programado al que no le interesaba el bienestar de ninguno; ni siquiera el de su nueva esposa.  

La arrastró sin preocuparse de que sus zapatos le estaban lastimando sus pies, o las muchas veces que sus pies se torcieron con aquellas torturas, ni siquiera de las veces en las que terminó estrellándola con las mesas o sillas de lugar.

Leelah se mordía la lengua, no deseaba generar problemas, debía mantener un perfil bajo si no deseaba ser descubierta.

No pasó mucho tiempo hasta que Adam decidiera irse de la celebración, sin avisar a nadie. Simplemente, arrastró a su nueva esposa en dirección de su auto negro, el mismo con el que había salpicado a la castaña noches atrás.  

«No querrá consumar el matrimonio, ¿O sí?».

Se preguntaba la joven, sintiendo cómo su corazón se aceleraba. Se había olvidado de ese pequeño, pero crucial detalle. Ahora tendría que cumplir su deber como esposa, si deseaba continuar con el trato que tenía con la señora. Si deseaba salvar a su hijo, debía mantener el hocico cerrado y dedicarse a obedecer.  

El auto se detuvo en una calle diferente a la que la joven había investigado como la vivienda de Adam, cosa que se le hizo muy extraño; eso hasta que al entrar en aquella casa. Ahí, no había rastro de la miseria de la que todo el mundo hablaba. No era un palacio, pero definitivamente no era un cochinero.

La mirada de la castaña recorrió el lugar, lo que evidentemente incomodó a Adam.  

—Hay algo que debes saber — dijo en un tono de voz bastante áspera, sin cuidar la manera en la que hablaba. —Me casé con usted solo para cumplir el deseo de mi abuelo, quien me lo encomendó antes de morir. No tengo ninguna clase de interés en usted; no hay nada de usted que me llame la atención. Por lo tanto, le pido que solo viva aquí, que sea mi esposa solo ante los ojos del resto de personas; si hace esto y no interviene en mi vida, ni se involucra en ella; yo me mantendré al margen de la suya.  

Un gruñido amenazaba con escapar de los labios de la chica, ¿cómo podía haber un hombre tan arrogante? Cada segundo que pasaba cerca a él, era una completa tortura, y eso que solamente se habían conocido de manera oficial aquella tarde.  

—Está bien — se limitó a hablar tragándose su orgullo. Eso era lo que ella debía hacer a partir de ahora; tragarse su orgullo hasta que encontrara la manera de zafarse del lío en el que se había metido, al final de cuentas, no podría arriesgarse a perder la única oportunidad con la que contaba para salvar a su hijo.  

━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━

Dos días habían pasado, dos en los cuales Leelah no tenía conocimiento de la señora que la había llevado a esa situación, y dos días en los que Adam no apartaba la vista de la castaña.

Adam, con el paso del tiempo, comenzaba a darse cuenta de lo tranquila que era la joven, incluso de la inocencia que la caracterizaba, fue ese el momento en el que una de sus millones de corazas se desmoronara. Empezó a desear conocer más a la joven, intrigado por su calma y consciente de que su inocencia la hacía inmune al dinero como motivo para estar con él. 




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