Casada por mi hijo

CAPÍTULO 6: ¿Trabajar en un bar?

Ella salió del recinto en silencio, mordiéndose la lengua a pesar de estar hecha una furia. Sus ojos se habían llenado de lágrimas, no debido a la tristeza, sino al coraje que estaba sintiendo en ese preciso momento. Se sentía desconcertada, molesta y confundida, sin saber en qué debía enfocarse ni qué pasos seguir. 

Luego de que pudiera tranquilizarse, decidió que lo mejor para su hijo era estar a su lado mientras encontraba la manera de reunir la gran cantidad de dinero que necesitaban. Sus pasos se dirigieron en dirección al hospital, al entrar a la habitación del pequeño, ella se percató de que él se encontraba solo en ese momento.  

Una pequeña y melancólica sonrisa se posó en sus labios, sentía cómo todo su mundo se estaba viniendo abajo. Tomó la pequeña manita de su hijo, acarició su cabellera. Los ojos del niño estaban cerrados y no había manera de despertarlo, no aún, no si no deseaban que el pequeño sufriera por su dolor insoportable, el cual molía en polvo el corazón de su madre.  

—Asher, mi pequeñito —dijo Leelah con dificultad, mientras un nudo se formaba en su garganta, y sus ojos, por fin, se desbordaron en llanto.    

Las piernas de la castaña no tenían la fuerza suficiente para sostener el resto de su cuerpo. Terminó apoyándose en la cama, sus manos acariciaban el delicado rostro de su hijo. Los sollozos habían comenzado a inundar la habitación.

—No sabes cuánto lo lamento —susurró con la voz quebrada, le costaba respirar.  

Su corazón se encontraba tan destrozado. Daría su vida por salvar la de su niño, pero no era posible, no había manera en que fuera posible hacer algo de ese estilo.  

Leelah se había convencido de que estaba caminando sobre una cuerda floja. Debajo de ella, un abismo sin fin. Cualquier movimiento en falso la haría caer y todas las míseras esperanzas que había logrado retener, se esfumarían por completo.  

—De verdad lo estoy intentando. Es difícil, lo sé… pero es más difícil poder saber cuánto estás sufriendo en esa condición y que no he logrado ser nada de ayuda — dijo mientras sollozaba.

No había forma de que sus lágrimas se detuvieran; su corazón estaba a punto de estallar de dolor.  Finalmente, sus rodillas tocaron el suelo mientras sus enormes lágrimas caían sobre el borde de la cama de su pequeño Asher. Sus ojitos seguían cerrados, inmóviles debido al sedante que fluía por sus venas.  

Leelah sentía que le estaba fallando, no solo a Asher y a las personas que amaba, sino también a sí misma. La decepción la envolvía. Si algo le llegaba a suceder a su hijo, ella sería la responsable de cargar con la culpa, al final de cuentas, no había logrado hacer lo que se había prometido, no había logrado salvarlo. La fe parecía alejarse cada vez más.  

—Te prometo que haré todo lo que esté a mi alcance para sacarte de aquí, para que podamos volver a ser aquella familia que éramos en el pasado —susurró con la voz temblorosa. — No te imaginas lo mucho que extraño tu sonrisa, cuando compartías las cosas que te emocionaban, todo aquello que te hacía feliz. Anhelo escuchar tu voz y sentir tus cálidas manitas en mi rostro, cuando saltabas en la cama para despertarme o besabas mi rostro con el mismo fin… Necesito que despiertes, necesito que estemos juntos una vez más.  

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El tiempo en el que la joven podía estar al lado de su hijo había terminado, era hora de regresar a la cruda realidad que la rodearía todo este tiempo. La voz de su mente le gritaba que ella no debería de confianza en las palabras de aquella mujer; al final de cuentas, ella había obtenido lo que deseaba. ¿No era así?  

Debía atravesar uno de los parques infantiles para llegar a casa, las risas de los niños antes resonaban como una canción alegre. Sin embargo, ahora eran como una siniestra melodía que le recordaba su desgracia.  

Confiar ciegamente en la palabra de esa mujer era insufrible. Leelah no confiaría ciegamente en ella. Estaba decidida a superar aquella adversidad por ella misma; no se rendiría hasta reunir el dinero por sus propios medios, a pesar de que las personas a las que alguna vez consideró cercanas le estaban dando la espalda vilmente.  

—Asher, te doy mi palabra. Ambos saldremos de esto — afirmó con convicción.  

Un nuevo anunció llamó su atención. Era algo en lo que no tenía experiencia, pero sabía que debía arriesgarse por el bien de su hijo. Era hora de dejar atrás toda señal de vergüenza, miedo, duda, ego… y hacer lo que debía hacer.  

La castaña atravesó la puerta de su nueva casa con cuidado, asegurándose de que Adam no estuviera presente. No podía delatarse, especialmente cuando estaba en un estado tan lamentable. Su corazón dolía, pero era hora de que ella misma tomara una decisión importante y se dedicara a salvar a su hijo.  Estaba decidida. 

¿Qué sería de su vida si Asher no despertara? Sacudió la cabeza de un lado a otro, estaba intentando sacar de su mente cada una de esas ideas, no podía pensar en lo peor, sino en que tarde o temprano tendría a su pequeña felicidad corriendo una vez más en toda la casa.

Leelah también se preocupaba de cómo Adam reaccionaría al enterarse de su hijo. Temía que las cosas se descontrolaran y no le permitiera explicar su historia, estaba segura de que ese sería su fin. Pero si tenía a su lado a su hijo, sabía que nada más tendría importancia para ella.  




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