Casada por mi hijo

CAPÍTULO 7: Un rostro nuevo

La mirada de Leelah se mantenía aún sobre sí misma, mientras trazaba un plan para poder escapar, pero, ¿había alguna manera para lograrlo?

Ella iba a demostrar la valentía que llevaba dentro de sí; a pesar de que el miedo y la duda la carcomiera; a pesar de que sintiera que las fuerzas no le alcanzarían.

Bien lo había dicho la señora poco tiempo atrás: «Las madres siempre encuentran la manera».  Leelah demostraría que ella no necesitaba de aquella señora, que podría escapar y contradecir su palabra.

Ella no necesitaba de nadie para lograr que su hijo pudiera recibir esa cirugía, y, una vez más, podrían vivir juntos, uno al lado del otro, como debería haber sido desde el inicio.  

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Al atardecer del día siguiente, Leelah se escabulló de su casa hasta llegar al famoso bar del que había escuchado. Las luces y el aroma a alcohol inundaban el lugar, aquel aroma no era del todo agradable para la joven. Se encontró con la encargada del sitio y se apresuró a recibir las breves indicaciones junto con una vestimenta acorde al local.  

Esa era la manera que tendría para ocultar su identidad. La habitación en la que se cambiaría estaba completamente vacía, cerró la puerta con su respectivo pasador; luego de cambiar su vestuario, se acercó al tocador gigantesco para maquillarse.  

—Si deseo que nadie sepa quién soy, tendré que hacer algo mucho más atrevido, algo que yo generalmente no llegaría a emplear —dijo con completa seguridad, mientras pensaba qué iría mejor a la ocasión.  

—Definitivamente, nadie debe saber que estoy trabajando en un sitio de estos, ni siquiera mi madre —susurró una vez más.  

La castaña sintió un par de pasos tras ella, lo cual le extrañó al recordar que la puerta estaba con pasador y la única manera de abrirla era desde dentro. Al elevar su mirada, vio la figura de Adam, el cual la observaba sin expresión alguna su rostro.  

—¿Creyó que una persona como usted iba a escapar sin que yo lo notara? — Su tono al hablar era un poco plano, como si se tratara de un robot programado para cumplir su función.

Un par de pasos más, hicieron que Leelah se sintiera más cerca a Adam, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, haciendo que su piel se erizara por completo. Tragó saliva con dificultad, sabía que las cosas no marcharían para nada bien, no a ella, especialmente por la manera en la que su mente le estaba jugando en contra.  

Leelah sintió cómo una mano recorrió su espalda, rozando cada parte de ella, de manera rápida se dio la vuelta encontrándose con un espacio vacío.  

—Todo fue un poco extraño —masculló llevando su mano al pecho, su corazón estaba latiendo demasiado rápido y sentía que se saldría de su lugar.  

La castaña tomó una bocanada de aire y se apresuró a terminar su maquillaje, entre más rápido terminara esa noche, sería mejor. Sabía que debía hacer su más grande esfuerzo para resistir el olor a alcohol y la música que sonaba demasiado fuerte.  

—Haré todo lo necesario para salvar a mi hijo —afirmó antes de abrir la puerta y enfrentar su destino.  

Su trabajo había comenzado de manera oficial, ella se encargaba de llevar y traer las bebidas de los presentes, mientras meditaba en lo rápido que había cambiado su vida, desde trabajar en un sitio seguro y silencioso a trabajar en un bar, temerosa a ser descubierta por su esposo legal.  

Debido al atractivo semblante de la castaña, los ojos de muchos de los hombres del sitio se posaban sobre ella. Algunos eran bastante amables, en cuanto a los otros, no comprendían la diferencia que había entre amabilidad y coqueteo.

Leelah estaba centrada en cumplir con cada uno de sus deberes. Eso aun cuando notaba que había hombres viéndola de más, otros que aprovechaban cada instante para poder rozar sus manos o piernas. La situación la desconcertaba demasiado, se sentía tan incómoda que debía pensar en su pequeño hijo para que las cosas lucieran un poco menos aterradoras de lo que realmente eran. Asher era el motivo por el que estaba ahí, y sería su motivo por el cual pasaría aquella noche.

Tenía el presentimiento de que sería la noche más larga de su vida, lo supo cuando tuvo que ir al almacén con el fin de traer una de las botellas que habían comenzado a escasear. Un par de hombres que la habían estado observando desde el comienzo de su turno, la rodearon esbozando sonrisas maliciosas.  

—Miren lo que tenemos aquí —comentó uno.  

—Un rostro nuevo —añadió otro, mientras acariciaba la mejilla de Leelah.

Los ojos de la joven estaban abiertos de par en par, estaba intentando encontrar la manera de escalar, pero era inútil, sentía que ella, había terminado ahí gracias a una planeación, ¿pero a dónde podría ir? Si gritaba, ¿alguien la escucharía? Y si la escuchaban, ¿alguien la salvaría?

Había tres hombres rodeándola, sus rostros eran completamente oscuros, como si fueran la encarnación propia de la maldad, como si no hubiera ningún atisbo de bondad en ellos. Las piernas de la chica temblaban y sus manos estaban sudando, ninguno había dicho cuál era su intención, pero estaba más que claro que deseaban aprovecharse de ella. Ella estuvo segura de ello cuando sintió una de las manos de los hombres subiendo por su pierna. 




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