Casado con mi secretaria

Capítulo 3

Miro a David y la miro a ella, no puedo creer que haya contratado a alguien solo porque le ha gustado otra vez. Ella estrecha su mano hacia mí.

—Un placer, señor Anderson —una voz muy dulce sale de sus rosados y carnosos labios.

Yo no estrecho la mano con mis empleados y ella no será la excepción, me pongo a caminar sin importar si me sigue o no, doy mis órdenes, ya David lo sabe y comienza a avanzar tras de mí. Ella también me sigue luego de que David le dice algo que no logro escuchar. Sí, tal vez fui rudo, pero así tengo que ser, de otro modo mis empleados no me tomarían en serio.

—Necesito los papeles arreglados hoy, contacta al tipo encargado del diseño de la nueva portada, necesito verlo hoy, llama al señor Clarkson para cancelar la reunión de mediodía, dile a Kevin que prepare la sesión fotográfica y tráeme un café —espero haya captado, yo no tengo paciencia. Una vez que llego a mi oficina, tomo la manecilla y la giro para entrar.

—Lo siento, señor Anderson. ¿Me podría repetir lo último que dijo? —no puede ser, me volteo para verla directamente a los ojos, levanto una ceja, yo no soporto este tipo de situaciones.

—¿Es en serio? Yo no repito dos veces, si no tienes todo eso para hoy mejor no regreses mañana —digo esto sin titubear, no me importa no caer bien, las cosas para mí son claras y precisas. Giro sobre mis talones y entro a mi oficina, David va tras de mí y cierra la puerta de mi oficina a sus espaldas.

—David —pongo mi maletín en mi escritorio para voltearme a hablar con él—, espero que esta no sea una de tus conquistas, una cosa es la que elijas tú para tu secretaria y otra es la que elijas para mí.

David me mira con sus pequeños ojos claros y frunce el espacio entre su entrecejo, se sienta en el sillón blanco frente a mi escritorio.

—No, Oliver, es cierto que la chica está bonita, pero no es mi estilo, me recuerda a mi hermana solo que con los ojos verdes —saco el informe de Londres de mi maletín y se lo entrego a David—; fue la única que en toda mi vida ayudándote en esto me ha dado una respuesta inteligente.

Me siento en mi silla giratoria al rodear el escritorio y miro a David fijamente una vez que estoy cómodo.

—¿Qué respuesta?

—Cuando pregunté por qué la deberíamos elegir a ella, mientras todas las demás habían contestado sus logros y sus detalles narcisistas, ella solo me dijo que no conocía al resto de chicas, así que no podía contestar el porqué la deberíamos contratar a ella y no al resto —David suelta una risa—, me dejó pensando todo el día. ¿Cómo es posible que yo nunca pensé en algo así? Y es tan razonable. Además, está loca, es la cucharada de azúcar que tú necesitas para endulzar ese carácter amargo que te cargas.

—Bueno, tu misión era encontrarme una secretaria no una cucharada de azúcar, David —él sonríe y se pone de pie acomodando su saco.

—Bueno, lo hecho, hecho está. Ahora, si me disculpas, tengo que ver que Andi haga las cosas como digo.

—Te lo recuerdo, Schmitt, no quiero ese tipo de comportamiento en mi empresa —lo miro a los ojos, con la expresión más seria que pueda tener.

—Por supuesto, jefe —hace una seña de militares con su mano derecha, dicho esto se retira.

Saco mi computador, necesito revisar mi correo.

Alguien golpea la puerta, «adelante» —digo, mientras comienzo a teclear mi contraseña. El fotógrafo de la revista entra por la puerta color beige de madera fina.

­—Dime, McGarthy —digo, viéndolo entrar por la puerta, con una enorme cámara colgando de su cuello.

—Solo quiero comentarle que la modelo que se había contratado no se presentó.

—¿Qué? ¡Demonios! Por favor, ve a la oficina de David y coméntale eso, él es el encargado de esos contratos y, por favor, prepara la sesión fotográfica a más tardar hoy. ¿De acuerdo?

—Entendido, señor Anderson —otra persona toca la puerta.

—Adelante.

Alexandra entra a la oficina, trae mi taza de café, estupendo, necesito mucho café esta mañana. Ella lo pone sobre mi escritorio, Kevin se despide y retira.

—Ya le dije a Kevin que preparara la sesión fotográfica, una cosa menos que tienes que hacer —le digo, sin verla a los ojos. Tomo un sorbo de mi café. ¡No puede ser! Tiro el café al suelo, ahora he manchado la perfecta alfombra que pisan mis pies, maldigo.

—¿Qué diablos es esto? —pregunto, ahora sí veo su rostro, puedo observar cómo su rostro se empalidece y agacha la mirada. No puedo ponerme molesto ante ese rostro. ¡Demonios! Maldito David.

—Una chica pelirroja que estaba en la cafetería me dijo que ese era su favorito —su voz dulce casi tirita, esto es otra obra de Andi. Esa chica no está despedida porque David me ruega que no lo haga.

—¿La asistente de David? —suelto un suspiro—. Dejaré pasar esto solo porque eres nueva, por favor, dile a David que venga, espero que hagas el resto de tus tareas bien sin ser influida por alguien —digo lo último entre pausas, golpeo suavemente mi escritorio con mis uñas mientras la miro salir por aquella puerta, es imposible no verla, ese pantalón se le ajusta tan bien. ¿Por qué David me ha hecho esto?

David llega corriendo a mi oficina luego de unos minutos, tengo mucho trabajo, así que ni siquiera levanto la mirada hacia él cuando llega, además, es el único que no toca al entrar.

—Bien, ¿qué ha hecho? —pregunta al pasar por la puerta cerrándola a sus espaldas.

—¿Qué ha hecho Andi, preguntarás? —continúo tecleando en mi computador—. Escucha, no es la primera vez que hace algo a unas de mis secretarias y ya me estoy cansando, esto no es la preparatoria, ni un lugar para ponerse a jugar a ser aquella rubia atractiva de la película que nos obligaron a ver aquellas dos modelitos.

—¿La de la chica que se mudó de África?

—Exacto —levanto la mirada para encontrarme con sus pequeños ojos y está esbozando una sonrisa viendo hacia un punto de mi oficina.



#728 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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