Casado con mi secretaria

Capítulo 5

Me mira atónita, sé que no puede creerlo, bueno, ni yo puedo hacerlo. ¿Quién creería que yo mencionaría esas palabras alguna vez en mi vida?

—¿Por qué la pregunta? —interroga, finalmente—. ¿Se refiere a que cómo sería como esposo? —creo que no me he explicado bien.

—No, quiero que te cases conmigo —apoyo mis codos sobre mi escritorio de vidrio y entrelazo mis dedos, la miro fijamente.

Alex suelta una carcajada. ¡Dios! ¿Por qué esta mujer es tan difícil?

—Y así nada más... ¿Sin un café? ¿Sin una cena romántica? ¿Sin la música del Titanic de fondo? —¿qué? Continúa riendo y se relaja sobre el espaldar del sillón, lleva a sus piernas su libreta y comienza a escribir no sé qué en ella—. Buena broma, señor Anderson —habla, ya me estoy comenzando a desesperar.

—¡No es una broma! —exclamo, con mi expresión más seria posible, ahora sí estoy molesto, la veo con intensidad, aún no voy a salirme de mis casillas. Oliver, relájate —escucha, le dije a mi padre que me había casado.

—¿Y eso no es cierto? —¡Sí! pero fíjate que quiero otra.

—¡Por supuesto que no! —río—. ¿Yo? ¿Casado? En fin, ese es el punto, necesito una esposa. No se me ocurrió nada mejor que eso, todo el tiempo está hablando de mi hermano y que contrajo matrimonio el año pasado y bla, bla, bla. Mañana estará con mi madre y mi hermano en la ciudad y quiere que cenemos todos juntos —bueno, más bien, yo lo invité sin pensar, pero eso no se lo diré— y tú serías la esposa perfecta.

O eso espero.

—Bien, quiero aclarar esto de una vez, señor Anderson —aclara su garganta y ahora sí me mira—. ¿Me está pidiendo pretender ser su esposa para cenar con su familia? —creo que sigo sin explicarme bien.

—No exactamente —me levanto de mi lugar y rodeo mi escritorio poco a poco antes de que estalle contra ella y diga que no—, te estoy pidiendo que te cases conmigo, ya que mi padre no creyó mucho que me casé y quiere ver el acta matrimonial.

Nunca había tenido tanta paciencia. Me paro frente a ella, me mira desconcertada, acerco mi rostro al suyo llevando mis manos a ambos brazos del sillón donde ella está sentada, huele tan bien, y esos ojos, por Dios, ¿qué tienen que me atraen tanto?

—Alexandra, solo es para la cena con mis padres, luego nuestras vidas continúan. Duplicaré tu salario —tal vez así sí acepte.

Y me mira de nuevo, sin palabras, bueno, yo estaría igual si tuviera una jefa que me pidiera casarse conmigo, aunque yo no me negaría.

—Yo no lo sé… Es que… —balbucea—. ¿Qué tal si ellos me ven en esta empresa algún día?

—Eso no es problema, mis padres trabajaron juntos en esa empresa, mi hermano trabaja junto a su esposa en la imprenta, tú trabajas aquí conmigo —me separo de ella, estar muy cerca me causa una sensación extraña, camino hacia mi silla con mis manos en los bolsillos de mi pantalón gris—; es perfecto —giro hacia ella y de inmediato aparta la mirada hacia otro lugar.

—¿Pero por qué no la pelirroja? ¿O cualquier otra chica de acá? —habla luego de unos segundos.

Odio las preguntas. Pero bueno, tiene razón en hacerlas, esto no es algo que te pregunten a diario. Me siento en mi bella silla giratoria y la miro.

—¿Quién? ¿Andi? —río nuevamente, es la cosa más tonta que he escuchado—. Mi madre odiaría a Andi con solo verla y no puedo arriesgarme a pedirle esto a cualquiera porque pueden vender la noticia a los medios. Además, conozco a mi madre y tú le agradarías.

—No lo sé…

¿Qué diablos significa no lo sé?

—Está bien, triplicaré tu salario —interrumpo, esto se me está haciendo más difícil de lo que pensaba.

—¿Por cuánto tiempo estaríamos casados?

Buena pregunta.

—Seis meses mínimo, luego diré que nos separaremos por agendas apretadas o algo más, no lo sé, pero ya se me ocurrirá algo sin que alguno de los dos salga perjudicado.

—¿Y qué más debo saber? ¿Tendré que vivir con usted? ¿Qué más requisitos habría que cumplir como su esposa? —me mira, con esos enormes ojos verdes que me encantan, sonrío, sé que es lo que está pensando. ¡No! Por supuesto que no podría complicarme la vida con ella si tiene que ser mi esposa por los siguientes seis meses.

—Solo la cena con mis padres, luego cada quien continúa con su vida normal hasta que se cumpla el tiempo. Míralo así como un negocio ganar-ganar. Yo me quedo con la presidencia y tú con un trabajo bien pagado.

—Y… ¿continuaré trabajando aquí cuando nos divorciemos?

—Por supuesto, no veo ningún problema, es más, sería como un acto «maduro», trabajar juntos sin estar involucrados —apoyo mis codos sobre mi escritorio.

—¿Qué pasa si no acepto?

Mierda, ya cuando creí que lo había logrado sale con esto, pues, es obvio que tendría que matarla porque ya sabe el secreto, no literalmente, pero se lo debería decir para que acepte.

—Está bien, lo haré —dice, genial, no tuve que decir nada amenazante. Mi rostro se ilumina, siento un enorme alivio recorrer mi cuerpo, siento un enorme peso quitarse de encima de mis hombros, estoy a punto de reír de emoción, pero no lo haré, no enfrente de ella.

—¡Genial! Pero nadie de acá puede darse cuenta. ¿De acuerdo? —me pongo de pie, necesito un abogado.

—Como si me diera tiempo para tener amigos en este lugar —resopla, la miro con mis cejas arqueadas, mejor no digo nada, saco mi tarjeta y se la entrego.

—Toma, cómprate algo para la cena de mis padres.

Luego me arreglo con mi banco.

—Oh, no, no puedo…

—Regresaré en unas cuantas horas, hablaré con mi abogado —interrumpo, no puedo quedarme a esperar qué más tiene que decir, o a esperar que se arrepienta, tomo mi saco y lo pongo de vuelta en mi antebrazo.

Salgo de la oficina lo más rápido que puedo, llamo a David, él es el único que puede ayudarme con esto.

—David, sal de la oficina, te espero en el parqueo, necesito un abogado y que me ayudes con unos anillos de matrimonio.



#729 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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