Me despierto, hace bastante frío, no tengo nada de ganas de levantarme de estas deliciosas sábanas que cubren mi cuerpo, cómo amo dormir solo, me puedo mover como yo quiera. Me levanto al recordar el subway que me comí ayer, tengo que ir a quemar toda esa grasa.
—David, llego en 10 —David bosteza, no le dejo contestar.
Llego a su casa abrazándome por el frío, debí ponerme otro abrigo encima, David está de pie en la puerta de su casa con el cabello bastante alborotado y sosteniendo una taza de café, sé que debe odiarme en estos momentos, pone la taza de café en alguna mesa dentro de su casa al verme y cierra, pone el gorro de su abrigo marrón en su cabeza y se acerca a mí con la cara más seria que jamás le haya visto.
—Te odio maldito Oliver.
—Sí, bien. ¿Y tú, David? —David sonríe, y se adelanta a correr y voy tras él.
—Oliver, ¿por qué coños te fuiste ayer? Malena se tuvo que ir porque no te encontramos —dice y se detiene para mirarme.
—¡Ah! Es cierto, lo olvidé por completo. Es que Alex…
—¿Alex? —interrumpe y me observa inmediatamente.
—Sí, ahí estaba, fuimos a comer y me olvidé de la tal Malena —David ríe interrumpiéndome.
—Algo me dice que Alex te va a terminar gustando —levanta ambas cejas repetidas veces con una pícara sonrisa, se adelanta bastante para que no lo agarre a golpes, me conoce.
Niego con mi cabeza y lo observo seriamente alejarse a carcajadas. Hijo de puta.
Regresamos luego de unos 30 minutos dando vueltas por aquel vecindario. David se queda en su casa dando con su puño en mis nudillos, veo que recoge algo del suelo de la entrada de su casa, debe ser el periódico, tan solo dos minutos después ya casi llegando a mi casa recibo una llamada suya.
—Dime…
—Oliver, tienes que ver el periódico, urgente —dice de inmediato, eso activa todas mis alarmas.
—¿Qué? ¿Por qué? —corro hasta mi casa que ya está solo a unos metros. Guardo mi celular una vez que David cuelga.
—¡Rosa! ¡Rosaaaa! —intento buscar el bendito periódico por todas partes—. ¡ROSSAAAA! —estoy hiperventilando.
Rosa llega corriendo hasta la sala limpiándose las manos con una toalla de papel.
—¿Qué ha pasado, Oliver? ¿Qué le sucedió? —ella suena preocupada mientras yo corro de un lado a otro.
—¿Dónde está el condenado periódico? ¿Dónde está? —corro por la sala sin control, ya he buscado todas las gavetas posibles, sobre toda mesa y hasta en los sillones y no hay nada.
—Oliver, cálmese, está sobre el comedor, ahí le gusta leerlo a usted.
Corro hasta el comedor y ahí está el bendito periódico. ¡No lo puedo creer! Primera plana. Rosa llega corriendo detrás de mí y observa qué es lo que me urge ver.
«Oliver Anderson dice “acepto”, en ceremonia privada».
El patriarca Anderson afirmó a la prensa que el mayor de sus hijos había contraído matrimonio, el muy orgulloso padre afirmó que su hijo es y siempre será el mejor para llevar a cargo la presidencia de la revista Anderson, siempre toma las mejores decisiones.
Cuando se le preguntó por la esposa del magnate de Nueva York, no dudó en elogiar a su nuera: «La mejor esposa que mi hijo pudo encontrar, Alexandra es una mujer muy inteligente, que se preocupa por él y su bienestar, habla 4 idiomas, trabaja tan duro como mi hijo por la empresa, estoy muy contento y orgulloso» fueron las palabras del señor Anderson. La noche de ayer se vio a Oliver Anderson saliendo del Rock & Roll Discotec con una misteriosa chica, ¿será la afortunada esposa o simplemente una de las conquistas del gran Anderson?
¿Qué mier…? Y para rematar las cosas, una foto mía con Alex saliendo de aquella bendita discoteca. Al menos no fue con alguien más. ¿Qué tal si hubiese sido con la tal Malena? Estoy en shock. Rosa me mira y jala una silla para mí, sabe que colapsaré en cualquier momento, odio a mi padre. Adiós chicas, ahora que ya todos saben que tengo esposa. Un mal paso y la prensa me va a atacar fuertemente. ¡No lo puedo creer! Llevo mis codos a mis rodillas y pongo mi cabeza entre mis manos a modo de frustración.
Luego de unos minutos y un té relajante que Rosa me ha preparado me puedo ir a alistar con calma, David me ha dicho que no asista, la empresa está llena de reporteros y los teléfonos no han parado de sonar, pero es imposible, yo no puedo estar encerrado cuando tengo muchas cosas que hacer.
Conduzco hasta la empresa, y sí, David no estaba equivocado, hay decenas de reporteros, supongo que hasta de todo el país, no puedo creer que esto me esté pasando, y mucho más el caos que se forma al entrar que hasta los guardias de seguridad de la empresa me tienen que escoltar, y como si fuera poco la mirada de todos mis empleados está sobre mí, entro a mi ascensor mientras me quito los guantes que traía puestos. Camino por el pasillo hasta la oficina de David mientras me quito el abrigo. Abro la puerta y para mi sorpresa aquí está Alexandra.
—Oliver, te dije que...
—Sé lo que me dijiste, David —le interrumpo—, pero no puedo encerrarme, tengo muchas cosas que hacer, tengo que admitir que es verdad, de otra forma no me dejaran en paz, odio a mi padre en estos momentos. Alex, organiza una rueda de prensa —estoy molesto, tomo el periódico de las manos de David y vuelvo a leerlo, es que aún no me lo creo.
Salgo de la oficina sin decir una palabra y me encierro en la mía hasta que todo esté listo, no puedo salir, no puedo moverme, tendré que despedir a varios por la forma en que me miran. David llega y pasa sin tocar, odio eso, pero hoy me importa en lo más mínimo.
—Oliver, ya está todo listo —dice, ni siquiera lo miro, estoy tan perdido en mis pensamientos.
—Estupendo —contesto, sin ninguna emoción.
Dicho esto, me pongo mi abrigo nuevamente y camino al lado de David poniéndome los guantes, saldré allá afuera y no hay forma que ahora hasta pesque un resfriado por culpa de mi padre. Saliendo del ascensor pongo una bufanda en mi cuello, he buscado a Alex con la mirada desde que salí de mi oficina. ¿Dónde coños estará metida? Salgo del edificio, una ola de aire frío abraza mi rostro, y sigo buscando a Alex con la mirada, ya me estoy desesperando.