No, definitivamente esta silla no es cómoda, ¡ah! ¿Por qué diablos me casé? Mejor me hubiese dejado quitar la presidencia y me hubiese ido a pedir limosna por los centros comerciales, ya no conduciría mi Porsche y tendría que vender mi casa, ya no podría pagarle a Rosa, ya no tendría aventuras con ninguna chica. ¡No, no, no! Mejor soporto esto por algunos meses más. Es una pesadilla pensar en ser pobre, y tener que beber agua de la llave, y dormir en una cama pequeña, y ya no usar trajes empresariales, no lo soportaría. ¡Maldición! Volveré a la habitación, me duele la espalda y todo el cuerpo, espero que Alex no esté despierta porque, en serio, no quiero mediar palabra, miro mi celular, tengo 25 llamadas perdidas de ella, alguien tiene remordimiento de conciencia. Me encamino de regreso y entro a la habitación y por suerte está dormida, dejo mi maleta en una esquina y me acomodo, poniendo almohadas en medio de nosotros, no quiero que se me acerque, me quedo dormido casi en instantes.
Un sonido en la puerta me hace despertar.
¡Ah! ¡No puede ser! ¡Por favor, no! ¡Por favor! Abro mis ojos lentamente hasta que me acostumbro a la luz que entra por la ventana, es el señor del desayuno; no, no, no, quiero dormir más. ¿Qué horas serán? Alex se levanta a abrir la puerta.
—Buenos días, señores Anderson, ¿puedo pasar a servir su desayuno? —es lo que logro escuchar.
—Por supuesto, adelante —contesta Alex, dejándolo pasar a la habitación.
Hago una seña de que pase aún con todo el sueño del mundo, logro observar una pequeña placa de identificación que cuelga sobre su chaleco amarillo «CARL WILLIAMSBURG».
Me quejaré en gerencia por no dejarme dormir lo suficiente, o mejor les agradezco porque ya es bastante tarde, mi celular suena y es Henry.
—Oliver, ¿puedes venir por unos momentos? —escucho al descolgar.
—Claro, dame dos minutos, ya estoy allá —cuelgo la llamada y entro al baño con unos jeans y una polera negra para cambiarme, al salir tomo mi laptop y me retiro sin mediar palabras con Alex.
Llego hasta la habitación de Henry y toco la puerta. Brittany es la que se acerca a abrir.
—Solo quería cerciorarme de que fueras tú y no alguna zorra de por aquí —frunzo el ceño. Henry sale acomodando su jersey y mira a Brittany con desapruebo.
—¿Te parece si vamos al comedor a desayunar? —asiento con mi cabeza. Él sale y cierra la puerta a sus espaldas.
—Brittany me saca de quicio a veces. ¿No te pasa lo mismo con tu esposa? —cuestiona. No tiene idea.
—La verdad no, Alex es la mejor esposa que un hombre pueda tener —ni yo me creo eso.
Henry comienza a mostrarme estadísticas de su empresa mientras desayunamos, le ayudo y explico lo mejor que puedo. Después de todo es mi hermano, no me importa si mi padre lo cree mejor que yo, no es por alardear, pero no sé qué haría sin mí, luego de unas cuantas horas me dirijo de regreso a la habitación, tengo que prepararme para la dichosa cena de socios.
Abro la puerta y escucho la ducha resonar en el baño, me siento en la enorme cama con deliciosas sábanas de franela y comienzo a revisar mi correo mientras tanto, aproximadamente cinco minutos después se abre la puerta del baño y dirijo mi mirada en esa dirección.
¡Dios mío! Alex sale del baño en una muy sexi ropa interior de encajes rosa, al parecer no se ha percatado de mi presencia, se pasea hasta su maleta. ¡Qué buen cuerpo! No… No puede ser, y para darme una mejor vista lleva amarrado su cabello en una moña, creo que voy a comenzar a sudar, esas piernas dignas suyas, largas y estilizadas, su abdomen plano, su cintura estrecha, y de espaldas a mí se inclina a buscar ropa en su maleta, ese trasero… ¡Noooo! Me voy a descontrolar, rápidamente desvío mi mirada hacia el monitor de mi computador otra vez, carraspeo antes de que me lance hacia ella y me mate. Alex se voltea y me mira, sus ojos se abren como platos e intenta taparse con unos jeans blancos que tenía en las manos, pero es inútil, ya había visto todo y casi me vuelvo loco.
—¿Qué demonios haces aquí, Oliver? —no despego la mirada del monitor, porque sé que si lo hago no me voy a poder controlar.
—Bueno, esta es mi habitación también te recuerdo —hablo, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no mirar.
—¿Pero por qué no avisas? ¡Demonios! —entra al baño rápidamente, y yo comienzo a inhalar y exhalar. ¿Por qué este castigo? ¿Yo qué he hecho?
Luego de unos minutos de lucha interna para borrar de mi mente lo que acabo de ver y no me provoque una erección, Alex sale con los jeans claros y una camisola blanca, sus pechos grandes resaltan más con esa blusa, no, es que ya no la veré igual después de eso.
Ella suelta su cabello y sin mediar palabra se pone los zapatos, toma su bolso, su chaqueta y sale de la habitación, ni siquiera pregunté hacia dónde iba, no puedo ni hablar con ella algo coherente en estos momentos.
Y no puedo sacarme esa imagen de Alex de mi cabeza. Ni siquiera puedo concentrarme, no lo puedo creer, si no es el primer cuerpazo que miro en ropa interior. Claro, pero los otros que he visto los hacía míos inmediatamente y sé que con Alex no pasará, ¡ah! Tengo que calmarme.
—Oliver. ¿Estás bien? —Henry agita la palma de su mano frente a mí mientras almorzamos.
Entro en sí.
—Por supuesto —aclaro mi garganta—, solo estoy recordando algunas cosas que tengo que hacer por hoy.
Cosas que hacer por hoy, o cosas que vi hoy.
—Bien, ¿y dónde está Alex, por cierto? —es verdad, ¿dónde coños estará Alex?
—Supongo que debe estarse arreglando para la cena —exclamo indiferente.
—¿Tan temprano? —interroga Brittany frente a mí, ella es la que debería estarse arreglando en estos momentos, lo necesita.
—Así es, le gusta verse más bella siempre, aunque ni siquiera lo necesite como otras —Brittany me mira, con tanta seriedad posible, sé que captó mi doble sentido.