Casado Con Un Escandolo

Capítulo Nueve: Su pensada despedida

 

 

Las oficinas de la compañía de H.T Ingeniería ocupaban todo el piso superior de una torre de vidrio y acero en la orilla norte del rio Támesis.

Olivia caminó por las puertas giratorias, extrañando a Jeff inevitablemente.

—Nos vemos a la una, —le había prometido el al dejarla. —El pequeño restaurante italiano de siempre, le había confirmado. Luego la besó con insistencia, y ella habría seguido en sus brazos, saboreando cada segundo de felicidad, si no hubiera conseguido reunir los jirones de su mente y darle un pequeño empujón, tan reacia como él a romper el contacto amoroso.

—¡Muévete antes de que te aprisionen! —Y, angustiada por la separación, lo vio alejarse, con movimientos fluidos y elegantes, mientras entraba en el coche y salía al tráfico de la hora punta matinal.

Olivia no tenía ganas de decirle a James que se iba y que echaría de menos su trabajo, a él, a todos los amigos que había hecho aquí a lo largo de los años...

Pero echaría más de menos a Jeff, mucho más si recorría el mundo sin ella. Realmente no había competencia. Mientras el ascensor la llevaba hacia arriba, volvió a pintarse los labios con el carmín que Jeff le había quitado de un beso y salió al silencio de la recepción, densamente alfombrada. Entró en el despacho de su secretaria. Lucy parecía agotada.

—Algo gordo está pasando —dijo Lucy, abriendo mucho sus grandes ojos azules y frunciendo los labios escarlatas—. Acabo de llegar, temprano por una vez, así que no he podido captar gran cosa. Sólo malas vibraciones —Miró por encima de sus hombros como si esperara ver a un ogro acercándose sigilosamente —Es algo relacionado con el señor Mickey. Estoy segura. Salió del despacho del señor James con cara de matar a la primera persona que se cruzara en su camino.

Sorpréndeme, pensó Olivia, pero dijo. —Sin duda todo se aclarará con el tiempo. Abre el correo, cariño, y veré qué puedo averiguar.

Por favor, que no sea un drama, rezó Olivia mientras se quitaba la chaqueta del traje verde salvia y la colgaba en el cubículo que compartía con Lucy. No cuando sólo falta un mes para que me vaya. Pero en un mes se pueden arreglar muchas cosas, se dijo mientras se alisaba la lisa tela de la camisa sobre las caderas. Y si por fin James había decidido que ya era suficiente, y le había dicho a Mickey que se pusiera las pilas o se buscara otro trabajo, ella sería la primera de los muchos que aplaudirían en la empresa.

En su despacho, Olivia abrió su agenda y el archivador confidencial, extrayendo el expediente de Rossi, el gigantesco fabricante italiano de automóviles. James y ella debían trabajar en él hoy.

Se detuvo y miró a su alrededor. Aquella habitación, decorada en suaves tonos grises y verdes, había sido su refugio durante los últimos años de su matrimonio con Donovan. Un lugar donde podía apartar todo lo que había de confuso y decepcionante en su vida, crear orden, propósito y seguridad. Fue aquí, en su trabajo, donde encontró su propia identidad y demostró su valía.

Pero Jeff tenía razón, pensó, sonriendo suavemente. Ya no lo necesitaba. Lo tenía a él, su amor. Eso era todo lo que necesitaba ahora. Sin embargo, decírselo a James no iba a ser fácil. Tal y como estaban las cosas en la empresa y en su vida privada, podía prescindir de la molestia de tener que buscar otro asistente personal.

Cogió el expediente y cruzó la puerta que comunicaba sus despachos. No llamó a la puerta; nunca se habían andado con ceremonias. Podía ser su jefe y un hombre muy poderoso por derecho propio, pero, más que eso, era su querido amigo. James estaba en su sillón giratorio de cuero negro, de espaldas a ella, contemplando la vista panorámica de Londres desde la enorme ventana de cristal. Ella dijo su nombre y él se giró lentamente, una sonrisa iluminó su rostro gris y cansado.

Era austeramente guapo, en el sentido clásico universalmente admirado, a sus cuarenta años sólo era tres años mayor que Jeff. Ninguna sonrisa acogedora podía ocultar las líneas de tensión en su rostro, la ansiedad en sus profundos ojos azules.

—¿Qué ocurre? —preguntó ella rápidamente, con el corazón palpitante de miedo y compasión. —¿Es Vanessa?

Sólo ella, dentro de la empresa, sabía que su mujer estaba embarazada de nuevo. Vanessa había insistido en que siguiera así. Con tres abortos espontáneos y un nacimiento de un bebé muerto a sus espaldas, Vanessa pensaba, supersticiosamente, que cuantas menos personas lo supieran, mejor.

—No, gracias a Dios. Ella sigue bien. Bien, pero aburrida con todo este descanso, los chequeos casi constantes. Y ansiosa, por supuesto, pero tratando de no demostrarlo, pobre amor. —James apoyó las manos sobre la superficie pulida de su escritorio y se levantó, con los hombros tensos. —Es Mickey. —Su boca firme se tensó.

Por un instante, Olivia se preguntó si se habría enterado de los rumores maliciosos que su hermano había estado difundiendo. Eso era lo último que necesitaba ahora mismo. Si llegaba a los oídos de Vanessa, quedaría destrozada. Llevaba meses viviendo la vida de una inválida. En su estado de ansiedad, Vanessa podría encontrar los rumores verdaderos. En cualquier caso, el trastorno emocional podría ser peligroso, en su condición.

Pero, afortunadamente, ese no parecía ser el problema. James le hizo un gesto para que tomara asiento y luego llamó a Lucy para que le trajera café.

—¡Necesito una dosis de cafeína! —Su sonrisa era sombría. —Mickey nunca ha dado la talla —admitió con pesadez—. Lo cubrí.en casi todo.. no me preguntes por qué. La sangre es más espesa que el agua, supongo. Pero... —Se interrumpió cuando Lucy entró con la bandeja, con los ojos brillantes de curiosidad, y sólo continuó cuando estuvieron a solas. —Hemos estado perdiendo pedidos, ya lo sabes. Toda la empresa lo sabe. Tenía mis sospechas, y mientras estabas fuera hice que comprobaran unos cuantos documentos, —James aceptó el café que ella le pasaba con un gesto de agradecimiento-. —Ha estado recibiendo enormes sobornos de nuestros rivales, presentando presupuestos sustancialmente superiores a los suyos, para asegurarse de que los pedidos fueran a su favor.




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