Casado Con Un Escandolo

Capitulo Trece: El momento equivocado para pedir su ayuda

           

 

El teléfono sonó. Jeff lo cogió y Olivia añadió: —Si necesitas algo, pídelo. Desayunaremos juntas a las ocho.

Jeff dijo en tono sombrío: —Es para ti —y le tendió el auricular, con el rostro sombrío, observándola de cerca mientras se movía para cogerlo,

Era James.

—Mira, Olivia, siento pedírtelo, pero ¿podrías ir un momento a mi casa y quedarte con Vanessa? Sólo hasta que yo llegue. Estoy en Birmingham y estoy en camino. Ya me fui del hotel.

Sonaba casi frenético de preocupación, y antes de que ella se negara amablemente, porque de ninguna manera podía aplazar su charla con Jeff, y Olivia tuvo que preguntar, —¿Estás bien?

Vanessa siempre se ponía nerviosa cuando James estaba fuera de casa y, en el pasado, en los primeros días del embarazo, antes de conocer a Jeff, ella se había quedado a dormir con Vanessa cuando James no estaba, en parte porque le gustaba la otra mujer y le preocupaba la seguridad de ese hijo suyo tan deseado, y en parte porque les debía mucho a ella y a James.

—¿Yo? Estoy bien. —James no parecía muy seguro de eso. —Es Vanessa. Cuando la llamé por teléfono desde mi hotel hace diez minutos estaba llorando. Ha tenido una hemorragia. Su médico está de camino y estoy seguro de que insistirá en que vaya al hospital. No quiero que se quede sola si las cosas... —había un temblor audible en su voz- empeoran. Se lo habría pedido a su hermana, pero ella, Louis y su hijo están de vacaciones en Copenhague. Y Vanessa te preferiría a ti, en cualquier caso, Emilia tiende a agitarse, que es lo último que Vanessa necesita.

Olivia se quedó helada. Si Vanessa perdía a este niño se derrumbaría. Por el rabillo del ojo, vio que Martha agitaba la mano y decía: ‘Buenas noches’. Salió de la habitación, sintió la severidad sombría de los ojos vigilantes de Jeff y se dijo a si misma: ¿qué otra cosa, en conciencia, podía hacer?

—Iré enseguida.

—¿De qué iba eso? Si cree que mi mujer va a correr hacia él cada vez que silbe, que se olvide.

—No voy a correr hacia él —dijo Olivia cansada, pasándose los dedos por el pelo—. Es Vanessa. La mujer de James. Está embarazada y...

—Deberías tomar notas, asegurarte de que tus historias son correctas... me dijiste que estaba enferma, si no recuerdo mal —le espetó con frialdad, metiendo las manos en los bolsillos de los vaqueros, balanceándose sobre los talones, con la boca contraída contra los dientes en una mueca sardónica que le decía claramente que no iba a creerse lo de la enfermedad- ¿Y qué tiene que ver contigo, en cualquier caso?

—¿Por qué nunca me escuchas? —replicó ella, con voz ronca e inestable, su temperamento empezaba a descontrolarse. —. Te lanzas con tus conclusiones infundadas y me aplastas... —Se volvió hacia el teléfono y marcó el número de una empresa local de taxis. pero la gran mano de él cogió el auricular y lo volvió a colocar con decisión.

—Vale, te escucho. Pero antes de que me des cien y unas razones por las que deberías pasar el resto de la noche con James Brooks, deberías saber que éstas son las últimas horas que vamos a pasar juntos en mucho tiempo.

A través de la bruma de la indignación que le producía su trato prepotente y arrogante, Olivia vio cómo se le contraía un músculo a un lado de la mandíbula y se sintió como si acabara de ser atropellada por una apisonadora cuando él añadió con fuerza: —Tengo reservado un vuelo temprano por la mañana.

—¡Tan pronto! —Ella había imaginado que tendrían más tiempo. Sabía que él estaba ansioso por retomar sus prácticas laborales habituales y consideraba que seis meses era demasiado tiempo para pasarlo atado a su casa. En cierto modo, ella lo entendía y lo había aceptado, pero se marchaban mañana. Y Vanessa estaba en peligro de sufrir otro aborto, esperándola, necesitando su apoyo...

—¿Y bien? —Jeff le recordó que estaba esperando, con voz dura, y ella sacudió la cabeza entumecida, intentando respirar. Sentía como si le hubieran exprimido todo el aliento de los pulmones, los huesos le temblaban por la enormidad de lo que parecía estar pasándoles.

—No tengo ninguna intención de pasar el resto de la noche con James —dijo con voz entrecortada—. Llamaba desde Birmingham y ya debería estar de camino. Y... —se encogió de hombros con impotencia, — para las mujeres como Vanessa el embarazo es una especie de enfermedad. Ambos anhelan tener hijos, pero ella ya ha sufrido tres abortos espontáneos y un mortinato, —Olivia exhaló un largo suspiro, —Esta vez Jame la ha envuelto entre algodones y todo parecía ir bien... hasta esta noche. —Levantó la vista hacia él con muda desdicha. —El médico está de camino. James está seguro de que la hospitalizarán. No hay nadie más que yo que pueda estar con ella a tiempo.

Olivia observó su rostro duro con ojos ansiosos.

—Si me dices que no vaya, dime que si lo hago estaré poniendo en peligro nuestro matrimonio, o incluso empañándolo, entonces me quedaré. Pero si no puedes o no quieres creer que no me estoy precipitando a una sórdida cita con James, entonces no hay mucha esperanza para nosotros, ¿verdad?

Jeff La miró fijamente durante largos y dolorosos segundos, y luego gruñó: —Coge tus cosas. —Frunció el ceño con oscura impaciencia y cogió las llaves del coche de un gancho de la cómoda.

—Puedo pedir un taxi... has estado bebiendo —dijo Olivia, temblando porque de repente parecían más separados que nunca, y ella lo odiaba. Odiaba la forma en que sus ojos acerados se entrecerraban.

—Un vaso de vino con la cena no cuenta. Dime adónde vamos.

—Belgravia —le dijo ella con voz inexpresiva, con movimientos rígidos mientras cogía su bolso de piel suave. ¿Insistía en llevarla por consideración, porque así ahorraría tiempo? ¿O estaba sospechando de ella? ¿Podría creer, en las oscuras e inexploradas regiones de su mente, que ella le ha estado mintiendo, contándole cualquier vieja historia para encubrir un encuentro secreto de amantes?




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