Casado Con Un Escandolo

Capítulo Veinte Uno: Una secreta sorpresa

 

 

OLIVIA MIRÓ A JEFF como si no lo conociera.

—¿Cómo te atreves a preguntar eso?

Jeff la miró largamente.

—¡Qué convincente puedes ser cuando lo intentas estando entre la espada y la pared! —Jeff se paseó por la habitación con pasos largos y lentos. Seguiste el consejo de mi madre y te quedaste embarazada en un intento de arraigarme en un sitio. Lo que significaría que las habladurías están equivocadas, que no tienes una aventura con James Brooks. No me querrías permanentemente cerca si quisieras pasar tiempo con él. —Jeff se detuvo en seco, con los ojos clavados en ella, —O el embarazo fue un accidente. ¿Y bien?

Era inútil intentar razonar con él. Y Jeff era capaz de pensar lo peor de ella. Se pasaría el resto de su vida dudando de la paternidad de su hijo o creyéndola tan egoísta como para quedarse embarazada deliberadamente para atarle y salirse con la suya.

Se estremeció, repentinamente helada hasta los huesos. Le habían arrebatado un futuro cálido y lleno de amor. Y, sin embargo, tenía a su hijo para amarlo. Con eso le bastaría.

—-Fue un accidente —afirmó fríamente.

Lo cual era cierto. Ella no podía mentir sobre algo así. Y parecía que no podría salvar su matrimonio ahora, dijera lo que dijera. Él, había estado a punto de confesar su aventura con Marilyn, pedir su libertad, Y ella no usaría a su hijo para retenerlo.

Su matrimonio se había acabado. Ella podía leerlo en su cara. Y el estruendo del teléfono a un lado de la cama casi llegó como un indulto. Si era Marilyn, llamando para saber si le había hablado a su mujer de ellos y había hecho la confesión que había empezado, le encantaría mandarla al infierno.

Pero no era la amante. La determinación contenida desapareció de su cara mientras suspiraba, —James. ¿Qué puedo hacer por ti? —y vio a Jeff salir a grandes zancadas de la habitación, dando un portazo tras de sí.

—¡Tú y yo estamos teniendo una aventura! Eso dicen los chismes que le contó una de las supuestas amigas de Vanessa.

—¡Oh, demonios! Me lo temía —Olivia agarró el auricular con fuerza, con la voz aguda por la ansiedad. Era lo último que Vanessa necesitaba oír, sobre todo ahora, apartada de todo el mundo en la cama del hospital, preocupada por si su bebé llegaría a nacer.

Instintivamente, Olivia se puso una mano en su vientre plano mientras James continuaba hablando.

—¡Tú lo sabías! No me lo dijiste. Deberías haberlo hecho. Y así podría haberla prevenido, hablarlo con ella y tranquilizarla, averiguar quién había empezado. Tal y como están las cosas Vanessa no escucha ni una palabra de lo que digo.

—Lo sé desde hace mucho tiempo —suspiró desdichada—. Jeff también se enteró. Tampoco le ha hecho mucho bien a nuestro matrimonio.

—Ya me imagino—volvió a decir James con sorna.—Ahora entiendo por qué Jeff parece como si quisiera darme un puñetazo cada vez que nos vemos. Entonces, ¿por qué no me dijiste lo que decía la gente? Debías de saber que lo oiríamos tarde o temprano.

Olivia no lo había pensado y ahora reconocía su error. ¿No había insistido Jeff en que debían de hacérselo saber a James, al menos? ¿Hacer algo al respecto? Y ella se había negado. Lo que no le habría ayudado a creer en su inocencia. Pero, egoístamente, reconoció miserablemente, que había estado ansiosa de que su propia terrible culpa no se hiciera de conocimiento público.

—Sinceramente, en aquel momento estaba haciendo lo correcto —explicó cansada—. Metiendo la cabeza en la arena como un avestruz y esperando que no se oyeran las habladurías. —Pensé que ya tenías bastante con lo que lidiar... Mickey, el asunto de tu negocio, Vanesa. Creí que os protegía a los dos.

Protegiéndose a sí misma también, pensó enfermizamente. Pero esa no había sido su principal preocupación, ¿no? No podía pensar tan mal de sí misma.

Había intentado de verdad proteger a James, y especialmente a Vanesa. No había pensado lo suficientemente, y, lo peor de todo, no lo había visto correctamente desde el punto de vista de Jeff. Esperaba que él confiara en ella implícitamente.

—¡OK ! —Te creeré, —dijo James con ese tono cálido, tan familiar, luego tomó un profundo suspiro de ansiedad —¿Harías algo por mí? Habla con Vanesa, dile que tú y yo nunca hemos tenido una aventura, tranquilízala. Acabo de llegar del hospital; está en un estado terrible. Al principio se negó a verme, y cuando accedió no escuchó nada de lo que le dije. Empezó a tener dolores de parto... reales o imaginarios... y empezó a entrar en pánico. Hazlo por mí, Olivia, ¿quieres? Por el bien de todos.

Estaba reclamando la deuda. Después de la muerte de Donovan ella lo había necesitado, y él había estado ahí para ella, apoyándola. Vanesa, también.

—Haré lo que pueda, —prometió, y volvió a colgar, con las cejas fruncidas. ¿Por qué iba a escuchar Vanesa sus palabras tranquilizadoras cuando había descartado de plano las de James? Vanesa esperaría que lo negara todo, ¿no? 

Sólo había una persona que tenía más posibilidades de convencer a Vanesa y era su cuñado, el hombre que una vez había sentido lo suficiente como para llevarla a conocer a su familia. El hombre que había iniciado las maliciosas habladurías.

Esperar que Mickey Brooks, amargado y expulsado del negocio familiar, hiciera lo correcto era una posibilidad remota, pensó ella, volviendo a ponerse los zapatos y recogiendo su bolso. Pero tenía que intentarlo.

James le había dicho que Mickey seguía en su apartamento de Knightsbridge y que era lo bastante temprano como para que no estuviera allí y no en uno de sus lugares habituales de copas,

Se deslizó silenciosamente por las escaleras, el silencio de la pequeña casa envolvió su cuerpo como el hielo. No le dijo a Jeff adónde iba, ni siquiera que iba a alguna parte. De que le valía darle largas explicaciones que a él probablemente no le interesarían.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.