CASI PODRÍAN SER GEMELOS, —comentó Vanesa, mientras sus ojos cariñosos seguían a los dos chiquillos de pelo oscuro que retozaban sobre el verde césped.
—Pues podrían, —La mirada satisfecha de Olivia seguía sus travesuras. James Bocks Segundo había nacido siete meses antes que su precioso Oliver, pero éste le había cogido el ritmo. A los dos años ya era algo más alto y estudioso que su compañero de juegos. Y mostraba un alentador parecido con su guapísimo padre.
Vanesa se tumbó en su tumbona, con los brazos a los lados.
—Esto es el paraíso. Sigo diciéndole a James que tenemos que alejarnos de la ciudad. Londres está bien, pero el campo es mejor para los niños. Un par de horas más y volveremos, por desgracia.
—Que sean al menos tres. —Olivia sonrió, levantando la cara hacia los cálidos rayos del sol de la tarde. —Los padres de Jeff están invitados a tomar el té, ¡y ya sabes cómo habla ella!
Sus suegros estaban encantados cuando compraron The Grange, y aún más con la noticia de que pronto se convertirían en abuelos. E hicieron maravillosamente de niñeros y muy dispuestos cuando Jeff agazapaba a su adorada esposa...
Sólo de pensar en su maravilloso marido, en la vida que compartían, su sonrisa se ensanchó hasta el puro éxtasis cuando abrió los ojos, finamente vuelta hacia su presencia, mientras él y James se acercaban desde el huerto donde habían estado haciendo un columpio para los niños.
Los dos hombres se habían hecho buenos amigos desde que se resolvió el asunto de los chismes malintencionados de Mickey y, desde el nacimiento de Oliver, habían pasado aquí varios fines de semana con ellos..
Mickey, por suerte, vivía permanentemente en Sicilia, asociado con algún otro personaje de dudosa reputación, dirigiendo un camping y un negocio de alquiler de coches. No creía que se atreviera a volver a aparecer por Inglaterra.
Olivia se levantó de la tumbona y cruzó el césped, pasando por delante de James, que llevaba al pequeño a su madre, que estaba tumbada. Oliver, ya travieso e independiente, chillaba y se reía, corriendo tan rápido como le permitían sus robustas piernecitas, perseguido por Jeff, que hacía ruidos gruñones fingiendo intentar atraparlo.
En cuanto vio a Olivia, se detuvo y cogió al niño entre sus brazos, mirándola con ternura y en las líneas fluidas de su cuerpo bajo el escueto vestido de agua marina que llevaba.
—Cada día estás más guapa. Más querida. —murmuró. —Eres mi mundo. —Cogió un mechón de su larga melena y lo colocó suavemente alrededor de los tres. —Sólo nosotros tres, encerrados en nuestro mundo perfecto.
Oliver soltó una risita cuando el suave pelo le hizo cosquillas en la nariz y Olivia dijo con ternura e su mirada..
—Vamos a tener que hacer sitio para uno más. —Dio positivo esta mañana. Me moría de ganas de decírtelo, pero quería esperar a que estuviéramos solos.
La radiante sonrisa que le dedicó a ella le dijo que no podía haberle traído mejores noticias, y la pasión apenas contenida del beso que le dio... algo entorpecida por las exigencias de Oliver de —¡Yo también! y la necesidad de responder a ellas... le dijo que no podía esperar a tenerla para él solo, como era debido, ¡o perversamente impropio!