Casado Con Una Mafiosa © [#1 Mortem]

Capítulo 4, parte 1.

DAKOTA.

El “TicTac” del enorme reloj de madera que está a un costado de mi despacho y el sonido seco de la suela de mis militares; son los únicos sonidos que se escuchan  en esta amplia y sombría estancia. Me detengo junto a los altos y anchos ventanales que están detrás de mi escritorio, tapados por unos largas cortinas oscuras, que no dejan que ningún rayo de luz tenga el descaro de colarse en mi sombrío despacho. Suspiro sin poderlo evitar, cruzo los brazos nuevamente sobre mi pecho, y me doy media vuelta. De inmediato mi mirada cae en aquel chico, Drey Kirchner.

¿Por qué carajos le pedí que se casara conmigo? ¿Acaso me volví loca? Sí quisiera lo podría obligar a que me diera las claves de su maldito programa, pero y entonces...¿por qué no lo hice? Por más que le dé vueltas al asunto no hallo una respuesta coherente. Algunas veces soy un poco impulsiva, pero no tanto para decir una tontería como esa. ¿Yo, una de las mafiosas más respetadas y peligrosas, casada? ¡Ja, es que esto está para reírse! Y lo haría sino fuera porque la idea cada vez va tomando más importancia en mi mente.

Pero en fin, más tarde le daré la debida atención y pensaré más a fondo la verdadera razón que me impulsó a proponerle matrimonio a mi querido informático. Por el momento otras cosas merecen de mi atención.

—Muy bien.—mi voz rompe aquel tenso silencio, provocando que todos levanten y fijen la mirada en mi persona. —Acabemos con esto de una buena vez.

Ceños fruncidos empiezan aparecer, me observan sin entender a lo que me prefiero, pero primero necesito alcohizarme antes de pasar hablar de esos tediosos temas.

El alcohol es el mejor de los remedios.

Así que no pierdo tiempo y me acerco al mini bar que está estratégicamente cerca de mi escritorio, sobre la encimera de granito hay cuatro botellas; dos de whisky, una de vodka y otra de tequila. Me decido por la de whisky. La destapo e ignorando el hielo o alguna copa, cierro mis ojos y me la llevo a los labios. Aquel líquido infernal empieza a bajar; quemando todo a su paso. Abro mis ojos de nuevo, bajo el brazo con la botella todavía enrollada entre mis dedos y carraspeo un poco, al notar mi garganta rasposa. Consciente que todas las miradas están fijas en mi persona, lleno mis pulmones de oxígeno y dejo la botella nuevamente junto a las otras.

Me doy media vuelta, y casi puedo escuchar el ritmo acelerado del corazón de la traidora cuando mi mirada choca con la suya.

Así es Sheena. Empezaré por ti. Sonrío, con aquel tipo de sonrisas que te ponen los pelos de punta, sin quitar mi mirada de ella.

—Sheena, Sheena, la traidora número uno de la mafia.—bajo el tono de mi voz un poco. —No sabes las ganas de matarte que tengo en este momento. Tal vez debería hacerlo, ¿no crees?

Sheena se estremece bajo mi mirada, sus ojos verdes me observan asustados. Chasqueo con desagrado mi lengua. Es una verdadera pena y vergüenza en lo que llegó a convertirse, porque era una de las mejores en la mafia; mortífera, audaz, de mente fría y calculadora. Pero ahora...es una inútil, una asustadiza que lo único que me provoca es ganas de golpearla.

¡¿Matarla?!—un gruñido—sí, porque aquello fue un gruñido—llama mi atención. —¡Estás loca si crees que voy a dejar que eso pase! Ni se te ocurra tocar a mi madre, porque juro por mi vida que te mato.

Levanto una de mis cejas y cruzando los brazos a la altura de mi pecho, clavo mi mirada en la persona que se ha tomado el descaro de gritarme. Y en mi casa. En mi puta casa. ¿Es que acaso quiere que lo mate junto con su estúpida familia? ¿Es que acaso es estúpido? Suspiro de puro aburrimiento.

—¿Acaso te pedí que hablaras?—pregunto sin apartar mi mirada de aquellos interesantes ojos verdes-azulados, que brillan molestos, muy molestos.

Maldita sea, son tan fascinantes.

—No.—gruñe entre dientes.

Reprimo una sonrisa al verlo todo enfurruñado, no sé porqué, pero cada vez que veo sus reacciones me divierten muchísimo. Sin embargo, en este momento no estoy para sonreír, y aunque aquel chico que tengo en frente me despierte cierto interés, no puedo permitir que él o alguien lo sepa. Por no mencionar que nadie, absolutamente nadie, va a venir a desafiarme y gritarme a mi casa.

—Eres tan estúpido.—me burlo, soltando una pequeña carcajada. Drey me observa con una expresión seria, completamente tenso. Sonrío y me planto en frente de él. —No te has dado cuenta, ¿verdad?

Frunce el ceño, claramente no comprendiendo el mensaje de mis palabras. Suelto otra carcajada, antes de volver a mi escritorio; de donde tomo una caja de mis cigarrillos favoritos, que enciendo mientras apoyo mi trasero sobre el escritorio. Cruzo mis tobillos, soltando el humo en una gran exhalación y observo fijamente esos brillantes ojos verdes-azulados.

—No es a mí a quien deberías de gritarle sino a tu querida madre.—la señalo con la barbilla. De inmediato su ceño se frunce, su mandíbula se tensa un poco. Le da una rápida mirada de reojo a su madre, la cual baja la mirada al sentir aquellos inocentes ojos fijos en ella.



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En el texto hay: narcotrafico, romance, drogas amor y celos

Editado: 16.06.2019

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