—Mansión de los Allen, ¿en qué puedo servirle?—levanto la mirada cuando finalmente responden al cabo de varios intentos.
Sonrío con malicia y empiezo a girar en mi silla de cuero.
—Dígale a la señora Allen, que mueva ese gordo trasero que tiene, y atienda el maldito teléfono.
—¡¿C-Cómo dice?!—jadea horrorizada contra el auricular del teléfono.
—Que le diga a su querida señora; que mueva ese gordo y falso trasero al teléfono, si no quiere que lo haga yo.—sonrío ampliamente al imaginarme la expresión de la pobre ama de llaves. Tomo el vaso con hielo y whisky, y bebiendo unos cuantos sorbos escucho de fondo los rápidos murmullos histéricos de la sirvienta dándole explicaciones a la señora de la casa.
—¿La esposa de Satanás me habla desde el infierno?
Río y vuelvo apoyar el vaso sobre la superficie de madera de mi escritorio.
—¿Cómo supiste que era yo?—respondo, subiendo ambos pies sobre el escritorio y reclinandome con indiferencia, mientras escucho una risa divertida y femenina llenar mi silencioso y sombrío despacho.
—Para que Rosie se haya puesto así de pálida al verme, y se haya quedado sin habla, considerando lo parlanchina que es...—responde de inmediato. —Y si a eso le sumamos por supuesto que eres la única que llamaría y pediría hablar con alguien de una forma tan...
—¿Vulgar? ¿Violenta?
—Yo diría que un poco...creativa.—responde con cierta burla en su tono voz. —Pero bueno, cambiando de tema, ¿debo de considerarme afortunada o desgraciada al recibir una llamada de la gran Atheris?
—Debería de dispararte sólo por mencionar ése nombre. ¿Qué pasa si una de tus estúpidas sirvientas escucha?
—Oh vamos, Dakota...—gruño molesta al escuchar mi nombre, arrancandole una carcajada. —Está bien. No te enojes, es sólo que es raro recibir una llamada de tu parte. ¿Por qué nunca lo haces?
Sí, porqué será. Pienso con gran sarcasmo. Pongo los ojos en blanco, y busco en un lugar muy—pero muy—profundo dentro de mí la paciencia que tengo exclusivamente en reserva para Skyler Allen. Tomo una pequeña bocanada de aire.
—Skyler...—mi tono de voz cambia totalmente. —Necesito que me hagas un trabajo.
Un silencio un poco tenso llena el interior de mi depacho, pongo mi mirada en el enorme teléfono negro lleno de múltiples botones que no tengo ni la menor idea para qué sirven.
—Te llamo en un momento.—es lo último que dice, y cuelga.
Me enderezo, tomo mi vaso con whisky, y volviendo a reclinarme me lo llevo a los labios. Pasan cerca de unos cinco minutos o tal vez menos, cuando el teléfono vuelve a sonar acompañado de una luz parpadeante en una de sus esquinas. Presiono el altavoz y espero pacientemente.
—Listo.—su voz vuelve a llenar cada rincón de mi despacho. —Te escucho, ¿de qué se trata?
—¿Has falsificado alguna vez una acta de matrimonio?
La escucho toser, ahogandose en su misma saliva, al parecer demasiado sorprendida por lo que acabo de decir. ¿Y quién no? Hasta yo, pero de la risa me ahogaría, al escuchar una estupidez como aquella.
—¡Espera un momento!—con la voz un poco ronca, toma una profunda respiración. —¡Tú...y discúlpame que te lo diga Dakota, pero tú, una de las personas con menos sentimientos en este maldito mundo, ¿casandote?! ¿Es que acaso te estás metiendo una nueva droga?
—Skyler...—frunzo el ceño y maldigo entre dientes. —¿No podrías simplemente hacer el maldito trabajo sin preguntar?
—¡Por supuesto, que no!
Ya me lo veía venir. Pongo los ojos en blanco. Tomo de un sólo trago lo que me queda de whisky en el vaso.
—¡Tienes que contarmelo absolutamente todo! ¿Quién es? ¿Es un mafioso? ¿Un asesino a sueldo? ¿Acaso él sabe que eres una mafiosa? ¡No, espera! ¡¿Acaso él es uno de tus rehenes?!
—Por si se te ha olvidado, yo no me dedico a secuestrar personas. Lo mío son las drogas y el dinero.
—Sí, sí, lo que tú digas.—dice indiferente. Si fuera otro momento me reíria sin lugar a duda, pero no puedo. —¿Y bien? ¿No me piensas responder?
—¡Skyler!—gruño. —No tengo tiempo para tu maldita curiosidad. ¿Piensas ayudarme sí o no?
—¡Dios eres una amargada! Nunca me llamas, y cuando lo haces es sólo para pedirme algún trabajo. ¿Sabes lo aburrido que es pasar todo el día en esta enorme y aburrida mansión, interpretando mi papel de gran señora?
—No lo sé, dímelo tú.—ironizo, volviendo a poner los ojos en blanco.
—Oh créeme, tú lo más probable es que te morirías si tuvieras que escuchar todo lo que dicen las flamantes esposas de los socios de Dorian. ¡Son tan estiradas!
—¿De qué te quejas? Si a ti te encanta relacionarte con esos estúpidos elitista. Además...—sonrío con malicia. —...¿estás segura que pasas aburrida en esa enorme mansión? Con un esposo como Dorian, créeme que en lo último que pensaría es si el botox es la nueva dieta, y las cirugías plásticas el nuevo ejercicio de todas esas estúpidas estiradas que vomitan más de lo que comen.