Casado Con Una Mafiosa © [#1 Mortem]

Capítulo 9.

DREY.

Mi entrecejo se frunce un poco y observo el menudo cuerpo de Dakota entrar como una furia a la mansión. Llevo mi mano a mi mandíbula, la presión que estaba ejerciendo por un instante pensé que me iba a desmontar la quijada. Quién iba a pensar que esa chica tuviese tanta fuerza. 
Todavía los latidos de mi corazón siguen frenéticos. Toda esta situación fue tan...no sé, ridícula. Y ver la expresión asesina de Dakota no ayuda para nada. Paso mi lengua por la pequeña herida de mi labio, sintiendo el singular sabor de la sangre. Y aunque soy capaz de percibir el sabor de la menta con el tabaco, decido no pensar en ello.

«—Eres mío, Drey Kirchner. Te guste o no.»

—Maldita sea...—paso ambas manos por mi cabello, completamente frustrado. Frunzo mucho más el ceño y gruñendo un largo repertorio de insultos entro a la mansión.

Menudo lío en el que me he metido.

Paso una mano por mi cabello húmedo, tratando de peinarlo, y digo trato porque cada vez es más difícil     

Paso una mano por mi cabello húmedo, tratando de peinarlo, y digo trato porque cada vez es más difícil. Cuando llega a cierto largo por más que lo peine y eche gel; hará lo que le da la gana. Suspirando busco una camisa manga corta blanca, y mientras salgo de mi habitación la paso por encima de mi cabeza. Giro en dirección donde empieza aquella larga y ancha escalera de mármol, donde me tomo mi tiempo en bajar a la primera planta. Cuando llego al último escalón rápidamente me dirijo al comedor, apenas paso el umbral me topo con la presencia de todos—menos Dakota—cenando en silencio. Simplemente me encojo de hombros, ya es una estampa que poco a poco me voy acostumbrando.

Me acerco a uno de los dos únicos asientos que están vacíos, a mi derecha está Gilbert y a mi izquierda mi hermana. A la cual le sonrío cuando levanta la mirada de su cena; que personalmente se ve deliciosa. Spaghetti con trocitos de pollo, bañado en salsa blanca y para darle un poco de color; pedazos pequeños de brócoli. Mi estómago gruñe y mi boca se hace agua cuando ese delicioso aroma llega a mis fosas nasales.

S-Su cena señor.—el débil y tímido murmullo llama mi atención. Al levantar la mirada observo a una de las chicas del servicio, de hecho, es la misma chica que siempre sirve mis comidas. Frunzo el ceño un poco extrañado ante ése pensamiento. Se acerca y pone un plato hondo a rebosar de comida enfrente de mi, pero cuando estaba decidido a tomar los cubiertos y empezar a comer como si mi vida dependiera de ello; un toque, casi como una caricia en el dorso de mi mano prácticamente me deja paralizado.

¿Qué carajos?

La misma chica, se sonroja fuertemente cuando sorprendido levanto la mirada. Y se va en cuestiones de segundos, claro, no sin antes haber visto una mirada de lo más extrañada en sus ojos azules.

Yo de ti mejor me cuido.—giro mi cabeza, encontrándome con aquellos escalofriantes ojos grises fijos en mi persona. Kenya me regala una sombría mirada por encima de su vaso de vidrio, que estoy cien por ciento seguro que contiene cerveza. —Si Dakota se entera que esa criada de mierda te guiña el ojo y que anda detrás de ti, no solo la va a torturar si no que además la va a matar. Y todo delante de ti.

Un escalofrío me recorre el cuerpo entero cuando mi cerebro crea una imagen con todo lo que me ha dicho Kenya. No me gustaría ser causa de la muerte de una inocente, pero entonces sabiendo ella que es empleada de una mafiosa para qué busca problemas.

Joder. Porqué las mujeres son tan difíciles de comprender. Pienso con gran frustración.

—¿A quién voy a torturar?

Todo mi cuerpo se tensa cuando reconozco de inmediato la voz que interrumpe el silencio tenso del comedor. Todos se detienen, tensos al no saber qué hacer o decir.

—¿Y bien?—bajan la mirada, cuando aquella oscura y fuerte mirada se fijan en ellos. Kenya también baja la mirada pero logré ver la sonrisa maliciosa que se formó en la comisura de sus labios. Tenso la mandíbula y mis dedos se cierran con fuerza contra los cubiertos.

—¿Qué está pasando?—Dakota toma asiento en el único espacio vacío, de la otra punta de la mesa. Osea, en simples palabras queda exactamente en frente de mi, ya que yo estoy en la otra punta de la mesa. Trago saliva y mis nudillos se ponen blancos al sostener con demasiada fuerza los cubiertos; en cuanto aquellos ojos negros que brillan con aquella malicia que los caracteriza se fijan en mi persona.

Dakota levanta una interrogante ceja en mi dirección.

—N-Nada.—respondo, y demasiado tarde me percato de la vacilación de mi respuesta.

Y quién puede culparme. Normalmente no me creería una palabra de lo que Kenya dijo, pero rayos, estamos hablando de una mafiosa. Esta chica no tiene un pelo de normal, la tarde de hoy me dejó bien en claro que ella es capaz de todo. Aunque eso signifique matar a una inocente sin pudor alguno. Suficientes líos tengo como para sumarle una muerte a mi conciencia.



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En el texto hay: narcotrafico, romance, drogas amor y celos

Editado: 16.06.2019

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