DREY.
No puedo creer que esté ayudando a hackear el programa que yo mismo creé. Uno que me robaron cabe recordar.
Demonios.
Suspiro, paso las manos por mi rostro, en frente de mí hay cerca de cinco pantallas llenas de códigos y códigos. Empezar a crear uno igual o incluso mejor que el SS-DK segurity software es...complicado. La verdad toda esta situación es complicada. Ya que si doy las claves para hackear el SS-DK, podrían pasar dos cosas; la primera es que los de la D.E.A se enterarán finalmente que Jack los estafó, por el simple hecho de que le pedirán explicaciones, hasta un nuevo software. Y aunque se escuche arrogante de mi parte, no hay programa que se le compare al SS-DK; yo mismo me encargué que sea así. Y segundo, conociendo a Jack como el egoísta que es, apuesto que dirá al final que yo soy el creador. Lo que levantaría sospechas, algo que no me conviene en lo absoluto. Y a Dakota mucho menos.
—¿Realmente podrás hacerlo?
Paso una mano por mi cabello con frustración, mi entrecejo se frunce mucho más y observo fijamente las pantallas.
—Me llevará tiempo. Uno que no sé si tengas.—le doy una rápida mirada de reojo. Dakota lee los interminables códigos, hace un expresión de lo más chistosa y al final suspira.
—No es que sea tan urgente, ya que las ventas de mi droga sigue igual de productivas. Solo que...—hace una ligera pausa. Arruga un poco la nariz. —Corro el riesgo que los uniformados vayan a interceptar los cargamentos. O en el peor de los casos descubran quién es el traficador. No es que lo crea muy posible, pero uno nunca sabe.
Levanto ambas cejas un tanto sorprendido e interesado. No es que conozca mucho sobre el tema, ya que sólo conozco lo poco que hablan en los noticieros. Y tampoco es que les haya prestado mucha atención, digo, en lo último que piensas es que vivirás con el mafioso—o mafiosa—de la hablan en las noticias.
—¿Cómo haces para que nadie sepa tu identidad?—pregunto mientras le doy vuelta a la cómoda silla giratoria en la que estoy sentado.
Dakota levanta las cejas casi diría que incrédula o sorprendida. Apoya uno de sus antebrazos sobre su rodilla, ya que tiene uno de sus pies subido en la silla. Sus ojos oscuros no dejan de verme fijamente.
—¡¿Qué?! ¿Por qué me ves así?
—No por nada.—dice mientras ríe entre dientes. —Es solo que...
Se detiene y le da una rápida mirada al laboratorio vacío. Uno que tengo que admitir es el sueño de cualquier estudiante de informática. Nunca imaginé que debajo de tremenda mansión tuvieran un lugar así. Y no sólo eso, si no que Dakota tiene a su grupo privado de hackers. Unos muy buenos a decir verdad, lo que todavía no entiendo es cómo todavía no han podido descodificar mi programa.
Ni idea.
—¿Qué?—la aliento a que continúe.
Dakota no aparta su oscura mirada de mi persona. Sube la otra pierna y me pregunto cómo demonios hace para alcanzar perfectamente en esa silla.
—Nunca imaginé que me preguntarías algo así, digo, como odias este mundo. El que preguntes sobre eso es un tanto...
—¿Sorprendente?—término por ella. Dakota asiente sin apartar su mirada. Me encojo de hombros no sabiendo qué responder. Ni yo tengo idea del porqué pregunté. Aunque tal vez se deba que siempre he tenido curiosidad cómo una chica—no es que sea machista—burle a las autoridades de este país, teniendo en cuenta con las grandes organizaciones que cuenta los Estados Unidos.
—Si te preguntas cómo hago para esconderme tan bien de los “uniformados” déjame decirte que es bien sencillo.—su voz me saca de mis pensamientos.
Pongo mi total atención en ella; la observo esconder ambas manos en los bolsillos laterales de la chaqueta de mezclilla. Y perderse por unos segundos en sus pensamientos.
—Bien por dónde empiezo...—murmura y muerde ligeramente su labio inferior. Suspira y pone una expresión un tanto seria. —No digo que todos los gobiernos del mundo sean corruptos, pero hay sistemas que son más débiles que otros. Lastimosamente el narcotráfico, las mafias, carteles y pandillas; siempre han tenido cierto poder que no han conseguido radicar totalmente.
»Hasta me atrevería decir que hay gobiernos que temen del poder que somos capaces de poseer. Lastimosamente o dichosamente—como tú quieras pensar—nuestra influencia es superior a la suya. Y bueno nos aprovechamos de ello. Por lo menos desde mi punto personal tener contactos o como se dirían; sobornados que trabajen para el gobierno, puede hacerte las cosas muy sencillas. Ya sean abogados, jueces, doctores, policias e incluso un profesor si hace falta. Por no mencionar que necesitas de subordinados fieles, la gran mayoría dispuestos a matar por ti.«
Ella me observa fijamente, esperando una respuesta de mi parte pero qué puedo decir. Eso que habló sobre los gobiernos es verdad. Para nadie es una secreto que en el pasado, incluso ahora, la milicia ha buscado alianza con la mafia.
—¿Alguna vez has pensado qué hubieras hecho si...
—¿Si no hubiera sido hija de un mafioso? ¿Si hubiera nacido del lado “bueno”?—termina ella por mí al ver mi titubeo. Asiento sin cambiar la expresión seria de mi rostro. Es algo en lo que siempre he tenido curiosidad.