DREY.
—Una cerveza.
El chico que está de barman esta noche de inmediato pone una cerveza en frente de mí. Juré no volver a tomar una mísera gota de alcohol y ya llevo más de cinco. La verdad en cuanto me tomé la tercera dejé de contar. Aunque no sea muy de mi gusto tomar algo tan amargo y asqueroso, he notado que soy el blanco de muchas miradas. De hecho hasta me parece que ven con reproche que tome algo tan ligero.
Tendrán que conformarse. Yo no soy un maldito alcohólico como su querida líder.
—¿Sigues con la idea de que no perteneces a este mundo?
Todo mi cuerpo se tensa y la botella de cerveza queda a medio camino de mi boca. Busco con la mirada a la dueña de aquella voz y me relajo al encontrarme con Kenya, aunque tampoco es que confíe mucho en ella por lo menos es una de las pocas personas que conozco en este bar. Sus escalofriantes ojos grises me dan una mirada indiferente, ya conocida, mientras le da unos cuantos tragos a su whisky. Sinceramente no sé cómo ella y Dakota pueden tomar algo tan fuerte sin inmutarse.
—Sé que no pertenezco.—respondo una vez le doy un largo trago a la botella de cerveza y al ver como me miraba, esperando una respuesta de mi parte. Kenya levanta una de sus cejas rubias. —Pero teniendo en cuenta todo lo que ha pasado, simplemente me resigné. No me ha quedado opción más que aceptarlo.
Término por encogerme de hombros. Aquellos ojos grises no se despegan de los míos, trato de leer alguna expresión en su rostro pero me pasa lo mismo con Dakota; nunca puedo leer algo más allá que no sea aquella vacía indiferencia. No sé cómo son capaces de manipular así sus emociones, hasta me atrevería decir que son capaces de hacer ver una emoción en su rostro sin sentirla del todo. Aparto la mirada por un momento de esos escalofriantes ojos. No sé qué horas serán pero el bar está en su punto exacto. La música suena a todo volumen, la única manera manera hacerse escuchar es gritando o hablar muy cerca. Todos parecen ajenos, simplemente siguen en lo suyo; drogarse, emborracharse, disfrutar.
—Eres un nerd muy interesante.—dice tomándome por sorpresa.
Frunzo el ceño no comprendiendo lo que trató de decir. Una sonrisa de medio lado, que pareciera como si fuese de algún chiste personal, se forma en su rostro. Pide otro vaso de whisky y se lo toma con tranquilidad. Sigo tratando de tomarme aquella botella de cerveza, que ya empezó a calentarse.
—¿De verdad Drew está vivo?—pregunto algo que he querido saber hace mucho. Ya que desde lo ocurrido no lo he vuelto a ver en la mansión. Cuando le pregunté a Dakota sobre qué sucedió con él, lo único que me dijo es que estaba de “vacaciones”, y de ahí no volvió a sacar el tema a relucir.
Esa es una de las cosas que me desesperan de ella. Tiene una manía muy rara de decir las cosas a medias, incluso hasta les da otro significado a las palabras; con tal de confundirte. Así es ella, le fascina jugar con la salud mental de las personas.
—Por supuesto que está vivo.—responde y funce el ceño. —Una mala yerba como él, va a necesitar más que unos cuantos golpes para morir. Entre él y tú, tus heridas fueron mucho más graves que las suyas.
—Entonces por qué...
—¿Por qué no ha vuelto a la mansión?—me interrumpe y bebe un trago de whisky. Asiento, sin apartar mi mirada de su rostro. Kenya se encoge de hombros. —Porque es como protocolo, llámalo como quieras, que cuando somos heridos de gravedad; que involucre la pérdida de mucha sangre, Dakota nos envía a un lugar en específico. Digamos que es como una clínica privada, exclusiva para nuestro uso. Y ya que no podemos ir a un hospital normal, de alguna manera es muy beneficioso.
—¿No pueden? ¿Por qué?
Kenya suspira, pone un codo sobre la barra y ladea su cuerpo en mi dirección.
—Piénsalo. Si un paciente con algunas perforaciones de bala en cualquier parte de su cuerpo, además de raspones y golpes que son consecuencia de alguna pelea; ingresa a un hospital, ¿Qué crees lo primero que harían o pensarían?—responde con una paciencia que nunca pensé que tendría. Me encojo de hombros. —Que debemos de ser algunos delincuentes. Y como protocolo del hospital deben de llamar a la policía, lo que significa problemas para nosotros. Por esa razón Dakota se encargó de adquirir su propia clínica, no es como si fuera diferente a las demás, salvo que es exclusiva para los que pertenecemos a la mafia e incluso pueden ir nuestros familiares.
Levanto ambas cejas, completamente sorprendido. No sé qué es más increíble, el que Dakota tenga su propia clínica o que las mafias sean tan estructuradas.
—Por supuesto, no todas utilizan este método. Todo depende del líder, algunos son un poco más cautelosos en no tratar de llamar innecesariamente la atención de los uniformados. Otros, simplemente les vale una mierda. Dakota es de los cautelosos. No por nada la sociedad no sabe quién es ella.—dice mientras vuelve a tomar de su whisky.
Asiento con la cabeza y bajo la mirada a la cerveza que sostengo entre mis manos. No puedo evitar pensar en la ironía de la vida, ya que las mejores mentes, por lo menos la gran mayoría de ellas, pertenezcan a personas que en deber de aportar algo bueno a la sociedad hacen todo lo opuesto. Terroristas, mafiosos, asesinos...todo ese tipo de personas. La misma Dakota lo dijo; para nuestra desgracia es buena en lo que hace. Y no puedo más que aceptar lo que dice, por lo menos yo nunca esperé que la persona que manejaba dicha mafia fuese una mujer, así como tampoco imaginé que la vida dentro de una mafia fuese tan estructurada. Creo que si la identidad de Dakota fuese revelada sería algo imposible de creer. Por no mencionar el gran impacto que provocaría.