Casado Con Una Mafiosa © [#1 Mortem]

Capítulo 20.

DAKOTA.

—¿Conseguiste la información que te pedí?

Levanto la mirada. Juego con una pluma negra en mi mano izquierda mientras espero a que Kenya tome asiento en uno de los sillones individuales que hay en frente de mi. Suspira y toma uno de sus largos dreads entre sus dedos. Sus ojos grises me observan fijamente y con seriedad.

—Según los informantes, la familia Ruiz dejó Paraguay y enteraron ilegalmente a los Estados Unidos hace cerca de diez años. Las razones del porqué decidieron abandonar su país son desconocidas pero desde mi punto de vista creo que se trata de una razón meramente económica. Tanto madre como hijas viven cerca de California, en una zona humilde y alejada.—responde manteniendo en todo momento una expresión indiferente. —La madre es divorciada, dueña de un pequeño restaurante que está a unas cuadras de su hogar. Sus hijas mayores; Sofía y Luisa cursan su primer año de universidad y la menor—Fiorella—está en su penúltimo año de bachillerato.

—¿Y eso me interesa por qué...—respondo alargando la última palabra con una expresión aburrida. Kenya se encoge de hombros.

—Digamos que las hermanas mayores tenían cierta debilidad por asistir a fiestas un tanto clandestinas.—dice y se vuelve a encoger de hombros. Sonrío de medio lado al claramente captar lo que trata de decir. —En un bar de mala muerte que se llama “Don Gato” y al que al parecer tenían rato de frecuentar; conocieron a los subordinados de Demetrio. Ya te debes hacer una idea de lo que pasó después, todo iba de perlas hasta que la madre se enteró a qué se dedicaban y decidió llamar a la policía.

—Sí, sí, qué gran tragedia.—respondo mientras pongo los ojos en blanco. —¡Me importa una mierda todo eso! Lo que a mí me interesa saber es; qué relación tiene Regina con ellas. ¿Por qué una narcotraficante tan conocida y temida como lo es Regina “La madrina” Beltrán, quiere salvarlas? Sí por mí fuera las dejo morir, sabiendo que no tienen conexión o relación conmigo.

Frunzo el entrecejo. Bajo la pluma negra y la dejo encima de algunos documentos que en este momento no son de mucha importancia. Apoyo uno de mis codos sobre el escritorio y dejo mi barbilla sobre mi palma.

—No me creo que ellas no tengan conexión alguna.—murmuro por lo bajo. Y me quedo pensativa por unos segundos. —Siento que algo se me está pasando por alto pero sigo sin saber qué es.

Kenya vuelve a suspirar. Levanto una ceja en su dirección.

—Tu intuición sigue intacta a pesar de los años.—dice, dejándome bastante confundida.

—¿Me acabas de decir que estoy vieja? ¡Tengo veinticinco años, maldición!—gruño sin poderlo evitar. Kenya sonríe de medio lado y por aquellos escalofriantes ojos grises pasa un brillo burlón. Pongo los ojos en blanco. —Más importante...¿A qué demonios te referías?

Kenya aparta la mirada por un momento. Sus entrecejo se frunce un poco y entre sus dedos toma uno de sus largos dreads rubios. Sin poderlo evitar la observo curiosa, porque hasta este momento me percato que su peinado cambió un poco; ahora en deber de llevar uno de los lados de su cabeza rapados, lleva ambos. Por no mencionar que un nuevo tatuaje en su cuello.

—Según a lo que pude investigar y estoy segura que no me lo vas a poder creer, pero al parecer la mocosa ésa es hija de La madrina Beltrán.—responde, llamando mi atención. Levanto ambas cejas. —Aunque no pude obtener más información porque sino tendría a los de la hermandad Aria tras mi tatuado cuerpo; llegué a la conclusión de que la dio en adopción en Paraguay, ya que la madre adoptiva es legítima de ese país. Y las razones que llevaron a Regina a dar en adopción a su querida hija pueden ser dos posibles opciones: la primera es porque no la quería. Quedó embarazada por accidente, era muy tarde para el aborto y decidió regalarla. O bien es porque no quería que se viera involucrada en este “mundo”.

—Bueno, el destino le mandó por culo sus planes.—digo y suelto un pequeño silbido por lo bajo. Me apoyo del todo al respaldo de mi comoda silla de cuero. Y observo fijamente a Kenya.

—¡Claro, ahora entiendo porqué decidió tragarse su maldito orgullo y pedir mi ayuda!—comento mientras una sonrisa de medio lado empieza a formarse lentamente en mis labios. —Ella no podía recuperarlas y tener una guerra con Demetrio sin que esta noticia se dé a relucir. Y conociendo como conozco al hijo de puta de Demetrio, se aprovecharía de todas las formas posibles. Para nadie es un secreto que yo me mantengo en una constante guerra con él, por obvias razones la única que iba a poder ayudarla iba a ser yo.

Kenya asiente y se encoge de hombros. Una estruendosa carcajada escapa de mis labios sin poderlo evitar.

Esta información sí que es útil. Muy útil.

—¿Y ya pudieron encontrar el prostíbulo en el que las tienen trabajando? ¿O si ya las mataron?

Kenya hace una ligera mueca, lo que me indica que no es nada bueno.



#5024 en Novela romántica
#1990 en Otros
#343 en Acción

En el texto hay: narcotrafico, romance, drogas amor y celos

Editado: 16.06.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.