DREY.
Observo el rostro tranquilo de una Dakota profundamente dormida en mi pecho. Su mano izquierda está encima de mi pectoral izquierdo, ahí donde se supone que está mi corazón. Subo la mirada al techo, un suspiro se escapa de mis labios. No sé qué hora es, ya que Dakota se tomó su tiempo para desahogarse. Y sólo recordar sus sollozos desgarradores y las lágrimas que resbalaban como mares por sus mejillas; me provocan nuevamente esa opresión en el pecho. Como si yo también pudiera sentir su dolor. Cierro mis ojos agotado, un suspiro más profundo escapa de mis labios.
Definitivamente no sé qué ocurrió con la tal Judith—o Julie—pero nada bueno tuvo que ser. Porque para que ella terminara al fín de desmoronarse, tuvo que ser algo bastante delicado. Y la verdad, es que no me sorprende que Dakota finalmente haya caído en otra crisis. Demonios, con lo que ha tenido que soportar siendo una niña. Ver como tu madre, la única persona que realmente le demostraba amor—un amor del que ella estaba sedienta—morir ante tus ojos, sin poder hacer nada. Y si a eso le sumamos que fué culpa de tu propio hermano, tu sangre, bueno...no puedo juzgar lo que hizo. Porque sería hipócrita de mi parte decir que yo nunca haría una cosa así. Hasta que no haya pasado por lo mismo, cómo puedo opinar sobre el tema. Pero—y es aquí donde viene el pero—sigo pensando que matar está mal. No lo sé, es una situación complicada. Y lo más desconcertante de todo, es que no dejo de pensar cómo hago para ayudarla. Ese es el motivo de mi desvelo. ¿Por qué me preocupa tanto? ¿Por qué siento su sufrimiento como si fuese el mío. ¿Por qué?
—Oye...—un susurro y un beso en mi cuello me saca abruptamente de mis pensamientos. Abro los ojos, Dakota se retuerce hasta quedar totalmente encima de mí. —¿Por qué sigues despierto?
Un estremecimiento recorre cada centímetro de mi cuerpo cuando siento los cálidos labios de Dakota dejar largos besos en mi cuello y mandíbula.
—No tengo sueño.—respondo a duras penas. Puedo sentir a Dakota sonreír bastante cerca de mis labios.
—Eso...—besa mis comisuras. —Es magnífico.
Frunzo el ceño, tomo su rostro suavemente entre mis manos y busco aquellos ojos negros.
—¿Estás bien?
Dakota suspira, murmura algo en dientes que no logro entender del todo y se mueve hasta quedar acostada a mi lado. Ladeo mi cabeza tratando de verla, algo un poco difícil ya que ésta habitación es demasiado oscura.
—La maté.—dice simplemente. De inmediato siento mi cuerpo tensarse un poco. —Por su culpa, mi madre....
Se detiene, ríe con amargura y puedo sentir como aquella opresión vuelve a mi sistema.
—Judith Miller era mi madre biológica.—dice segundos después de un largo silencio. Levanto ambas cejas, claramente sorprendido. —Al parecer ella y mi madre eran gemelas.
Mi entrecejo se vuelve a fruncir, no entiendo absolutamente nada. Si se supone que Judith era su madre biológica, ¿por qué la abandonó? O sería mejor decir, ¿por qué Dakota la mató? Sé que para una mafiosa matar es como respirar, algo sencillo. Pero he aprendido, así como también he notado, que ella mata por una razón. Aquí la verdadera pregunta es: ¿cuál es esa razón?
—Ella fue la culpable del infierno que sufrió mi madre. Sí, es cierto ella no fué la que puso el veneno en los alimentos de mi madre, así como tampoco obligó a mi padre de tratar a mi madre como lo hizo.—responde como si hubiera podido leer mi mente. No puedo evitar observarla con más atención al percibir el odio en sus palabras. Permanezco en silencio, escuchando atentamente. —Pero esa zorra fue la que inició éste maldito juego desde las malditas sombras. Y hasta que no muera uno de los reyes, no se detendrá este maldito círculo vicioso.
Frunzo el entrecejo mucho más al no comprender sus palabras. Un estremecimiento me recorre cuando un muy mal presentimiento recorre mi cuerpo. ¿Qué estás tratando de decir Dakota?
—En fin. No es algo en lo que tú deberías de preocuparte. Dejemos de hablar sobre este tema y mejor pasemos a la acción.
Su característico tono malicioso volvió. Sin poderlo evitar sonrío cuando ella sonríe contra mis labios, y de inmediato siento mi corazón acelerarse, lo interesante es que sólo ella provoca eso. Las manos de Dakota pasan por mis bíceps, hombros y abdomen. Por cada caricia me vuelve loco hasta el punto que no soy consciente de nada más que de ella. Esta vez ella toma el control, y la dejo hacerlo, algo me dice que ella lo necesita más que yo. Así que respondo a cada una de sus provocaciones, bebo cada uno de sus gemidos y sus suspiros. Cada vez que escucho mi nombre salir de sus labios una calidez llena cada rincón de mi cuerpo, no comprendo tampoco aquello y sinceramente en éste momento no tengo mente para darle vueltas al asunto.
Dakota se estremece cuando mis labios pasan por su cuello, sus clavículas y terminar en sus pechos, donde siento la blanda carne de sus pezones entre mis dientes. De inmediato su cuerpo reacciona, al igual que el mío. Y aunque me gusten sus pechos, blandos y perfectos, vuelvo a reclamar su boca. Comparado con la primera vez, ésta vez es más carnal, más salvaje. Podía sentir su necesidad, la misma que sentía yo. Así que no pasa mucho hasta que ambos obtenemos lo que queremos; fundirnos y empezar a movernos en una misma sincronía.