DAKOTA.
Abro los ojos sobresaltada, algo desconcertada recorro con la mirada a mi alrededor pero me detengo cuando me percato finalmente dónde estoy. Suspiro y trato de tranquilizar mis latidos. Estaba teniendo un maldito sueño, o sería mejor decir una pesadilla, donde Drey moría en manos de Demetrio. Un escalofrío me recorre de sólo acordarme, tengo que admitir que nunca había tenido un sueño tan lúcido que sólo por un instante realmente pensé que era real.
Vuelvo a suspirar, levanto mi mirada encontrándome con el atractivo y relajado rostro de Drey. Escuchar su profunda y lenta respiración me relaja. Mis ojos no se apartan de él. Estos últimos días no he podido evitarlo, cada día que pasa se pone más guapo y atractivo. Incluso mi querido informático está sacando a la luz partes de su personalidad que no había visto nunca, hasta creo que él tampoco, porque la mirada de Sheena es una de completa sorpresa y preocupación. No sé qué clase de vida llevó Drey todos estos años, aunque me hago una idea, pero de cierta forma me parece bien que su personalidad poco a poco se haga más fuerte. Pero el sólo pensar que alguna maldita fulana trate de acercarse a él, mi mente crea miles y miles formas de matarla. Nadie toca lo mío, ¡nadie! Mi lado psicópata se enciende sólo el pensarlo, así que decido apartar esos pensamientos.
Me acerco y beso su pecho, del lado izquierdo donde está su corazón. Que lleva una secuencia fuerte y lenta. Drey murmura algo pero no se despierta. Sonrío divertida al sentir sus brazos enrollarse con más fuerza contra mi menudo cuerpo.
Esto es vida.
Despertar cada día con la imagen de este hombre en mi cama, es jodidamente increíble. Pero lastimosamente el delicioso pensamiento de Drey desnudo, tomándome con posesión tiene que ser interrumpida por una maldita llamada. Alargo mi brazo buscando ese aparato del infierno, pero Drey me mantiene fuertemente pegada a él. Suspiro de pura frustración, tomo su brazo y no sé cómo pero de alguna forma consigo salir de su agarre. Rápidamente tomo el celular sin ver de quién se trata.
—¿Qué?—gruño en un susurro. Una risa femenina se escucha del otro lado haciendo que mi enojo aumente.
—Alguien amaneció de malas.—una persona con un fuerte acento mexicano me habla en español. De inmediato sé quien es.
—¿Qué quieres, Beltrán?
La susodicha dice algo en español que la verdad ignoro completamente, me levanto desnuda de la cama y con sigilo—para no despertar a Drey—me acerco al pequeño closet.
—Tenemos un serio problema, Atheris.—dice bastante seria, lo suficiente como para hacer que mi atención esté totalmente puesta en ella. —Los malditos de la D.E.A están interfiriendo, se están acercando mucho a nuestros territorios y sabes que si ellos obtienen pruebas no tardarán en meternos presos.
Maldita sea. Rechino los dientes, tomo una camisa negra de algodón manga corta y uno los pantalones militares grises, además de por supuesto ropa interior.
—Tú sabes que nosotros somos de palabra, hemos conseguido derrumbar gran parte de sus negocios y de su mafia pero...—se queda en silencio y ella no tiene que seguir para comprenderlo.
—No pueden seguir ayudándome.—término yo por ella. Regina se queda en silencio, el cual me indica que estoy en lo correcto. —No te preocupes, entiendo perfectamente. Dale las gracias a Luis de mi parte, la promesa que les hice sobre el territorio sigue en pie.
—Tú sabes que nosotros no somos ningunos miedosos, pero los maldito de la D.E.A están consiguiendo jodernos y lo que menos nos conviene es darle más pistas.—dice sin abandonar el tono serio. —Espero nos perdones y que sepas que todavía te deberemos un favor.
—Bien. Nos vemos Beltrán.
—Adiós Atheris. Espero y mates al hijo de puta de Demetrio.—es lo último que le escucho decir porque cuelgo la llamada.
Dejo el celular encima del lavamanos, así como también la ropa, ya que no hay dónde ponerla. Lamentablemente el inodoro no es de ésos que tienen una tapa; así que mejor dejo todo en el lavamanos a jugar con mi mala suerte. Y sin perder más el tiempo, me meto a la ducha. Cierro los ojos al sentir el agua caer en mi cabello y a su vez en mi cuerpo. Abro los ojos y observo fijamente las baldosas blancas de la ducha. Necesito espabilarme, buscar la manera de llegar a Demetrio sin que los uniformados se enteren. Lo que menos quiero es estar entre una guerra de mafias y a su vez con los uniformados. No cumpliría mi propósito; matar a toda la familia Anderson.
Suspiro y sigo tratando de quedar lo más limpia posible. Necesito hacer demasiadas cosas y aunque odie el sólo pensarlo; tendré que regresar a mi plan original. Y mucho me temo, que a muchos éso no les gustará ni un poco.