Casado Con Una Mafiosa © [#1 Mortem]

Capítulo 29.

DREY.

—¿Dakota?

Palpo a mi lado, esperando tocar su menudo y suave cuerpo, pero lo único que encuentro es la otra parte del colchón vacío y las sábanas frías. Frunzo el entrecejo, adormilado levanto el rostro; con los ojos entrecerrados la busco en el interior de la habitación. Sin embargo, todo se encuentra en calma y con uno que otro rayo de luz conlándose bajo la puerta. Todo mi cuerpo se estremece con fuerza, algo que atribuyo al frío y no al hecho de no sentir a Dakota a mi lado. Así que envolviendo todo mi cuerpo con una gruesa sábana, cierro mis ojos y hago el intento de volver a dormir.

Toda expresión de mi rostro se borra e inevitablemente un suspiro de satisfacción escapa de mis labios al percibir ése aroma tan de Dakota entre las almohadas. El tenue olor a tabaco mezclado con menta y un ligero aroma dulce, similar al de la vainilla. Una profunda respiración escapa de mis labios y sintiendo todos los músculos de mi cuerpo relajarse y vuelvo a quedar profundamente dormido. Pero lo que empezó como un hermoso sueño poco a poco pasó a convertirse en una maldita pesadilla.

 Pero lo que empezó como un hermoso sueño poco a poco pasó a convertirse en una maldita pesadilla     

Frunzo el ceño y observo las ojeras que descansan bajo mis ojos. No tengo idea de qué hora es pero desde que desperté en la madrugada no he dejado de tener pesadillas. Ha sido un completo infierno. Y si a eso le sumamos la migraña que ha empezado a crecer en mis sienes; aumentan mi mal humor. Gruñendo entre dientes tomo una toalla y la enrollo entorno a mi cintura. Importándome bien poco que las puntas de mi cabello rubio, que en este momento se veía un poco más oscuro, mojara mucho más mi torso; salgo del cuarto de baño. Y me estremezco con fuerza cuando mi piel semi húmeda hace contacto con el aire acondicionado.

—Joder.

Sin perder tiempo me visto en menos de cinco minutos. Y aún con mi cabello semi húmedo salgo rápidamente de la habitación. Al avanzar por ese largo pasillo a mis fosas nasales llega el delicioso aroma a café recién hecho. Y hasta puedo sentir mi boca hacerse agua.

Cafeína. Algo que me vendría muy bien en este momento.

—¡Buenos dias, cariño!

Sonrío y abrazo a mi madre.

—Buenos días, mamá.—murmuro contra su cabello. Sus brazos poco a poco aflojan el abrazo y levanta la mirada, sus ojos verdes haciendo contacto con los míos.

—¿Estás bien?—pregunta preocupada mientras observa las ojeras bajo mis ojos. Me encojo de hombros mientras me aparto. —Drey.

—No es nada, mamá.—replico y me sirvo una buena dosis de café en una taza azul de porcelana. —Simplemente no pude dormir bien.

Mi madre me observa fijamente mientras se mantiene en silencio. Busco el azúcar y solo le echo dos cucharaditas; ya que odio el café dulce. Llevo la taza a mis labios y observo a mi madre hacer el desayuno. Desde que tengo uso de razón ella siempre nos ha preparado el desayuno, aún cuando algunas veces en la casa no había suficiente comida para todos. Aún cuando alguna de esos desayunos o cualquier otra comida, tenía que hacerla con los pómulos llenos de moretones y el labio partido. Trago el nudo de resentimiento con un brusco trago de café, quemando mi lengua en su proceso.

—¡Maldita sea!

—¿Drey?

—No es nada.—respondo aún cuando los ojos se me llenan de lágrimas, sonrío y tomo asiento en la mesa de cuatro personas que hay en una esquina. —¿Sasha todavía no se despierta?

—Ayer no pudo dormir de los nervios.

Frunzo el ceño y observo sin comprender la espalda de mi madre.

—¿Nervios?—me estremezco con pánico. —¿N-No me digas que ya no puede...

—No.—mi madre se da media vuelta, con un plato en mano y me sonríe. Aunque es una sonrisa forzada, casi incómoda. —¿Qué te parece si primero desayunas y luego te explico?

—Pero...

—¿Por favor?—me interrumpe con una mirada que no puedo no hacer más que asentir.

Un silencio un poco incómodo se forma entre los dos. Ella llena el plato de huevos revueltos con queso rayado, dos tiras de jamón y una tostada dorada; por la mantequilla derretida. Nuevamente siento mi boca hacerse agua. Pone el plato en frente de mí y llena de nuevo mi taza. Llevando un gran bocado a mi boca la observo tomar asiento en frente de mí sólo con una taza de café en las manos.

—¿No piensas desayunar?—pregunto confundido.

—Estoy bien.—responde volviendo a formar esa tensa sonrisa.

Frunzo el ceño y aguantando las ganas de replicar sigo desayunando, aunque manteniendo mi mirada confusa fija en su rostro. Sus ojos verdes, que en este momento se veían de un color musgo, observan fijamente el interior de la taza que sostiene fuertemente entre sus manos. Pensativo observo las cicatrices, unas un poco más recientes que otras, que tiene entre los nudillos. Cicatrices de peleas. Porque esas mismas, sólo que en mayor cantidad, Dakota tiene en cada una de sus manos.



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En el texto hay: narcotrafico, romance, drogas amor y celos

Editado: 16.06.2019

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