¡¿casados?!

CAPÍTULO 002

Despierta, esposa

Jade rió ante la propuesta de matrimonio de aquel extraño. No podía ser en serio. Era una broma.

Pero entonces vio la expresión en su rostro.

No había rastro de burla ni de juego en su mirada.

—¿Hablas en serio? —preguntó, intentando contener otra carcajada.

—Totalmente.

—¿Por qué demonios me casaría contigo?

Rohan sonrió con ligereza y alzó su copa de champán.

—Porque ambos fuimos abandonados en el altar y tenemos algo en común: no tenemos a nadie esperándonos en casa.

Jade lo observó fijamente.

Era atractivo, eso no podía negarlo.

Pero era un completo desconocido.

—No tienes que decir que sí ahora —continuó él—. Pero al menos, acompáñame.

—¿A dónde?

—A celebrar nuestro matrimonio.

Jade frunció el ceño.

—No estamos casados.

—Aún no.

Antes de que pudiera protestar, él la tomó de la mano y la ayudó a levantarse.

—Vamos, ya estamos vestidos para la ocasión.

El alcohol nublaba su juicio, su tristeza la hacía vulnerable y su orgullo estaba herido.

Quizás por eso, Jade permitió que la guiara fuera del hotel.

Tal vez fue la peor decisión de su vida.

O tal vez, la mejor.

El trayecto fue un borrón en su mente.

Lo siguiente que recordó fue estar en un hermoso lugar, decorado como si estuviera en un sueño. Había luces tenues, flores blancas y un altar improvisado.

Jade parpadeó varias veces, tratando de enfocar su mirada.

—¿Dónde estamos? —preguntó, girando hacia Rohan.

Él sonrió con tranquilidad.

—Celebrando nuestra boda.

Su mente intentó procesar sus palabras.

—¿Boda? ¿Qué boda?

—La nuestra.

Jade sintió el pánico subir por su garganta.

—Espera… No, esto es una locura.

Pero antes de que pudiera dar un paso atrás, un oficiante se aclaró la garganta.

—¿Comenzamos?

Rohan extendió su mano hacia ella.

Jade miró su palma abierta.

Había algo en su mirada, algo que la retaba, que la desafiaba.

Y entonces pensó en Jacob.

En cómo la dejó.

En cómo la humilló.

Que se joda.

Tomó la mano de Rohan.

Las palabras del oficiante se volvieron un eco lejano en su mente.

Solo recordaba su propia risa, el sonido del mar, y la manera en que su propio corazón latía desenfrenado.

Y después, oscuridad.

El sol entraba por las cortinas, bañando la habitación con una luz dorada.

Jade frunció el ceño antes de abrir los ojos.

El techo alto, la decoración elegante y la vista al mar la confundieron.

Parpadeó varias veces.

No estaba en su habitación.

No estaba en su casa.

Se incorporó lentamente, su cabeza le latía y su boca estaba seca.

—¿Dónde demonios estoy? —murmuró.

Entonces escuchó voces provenientes de la sala contigua.

—Sí, señor, aquí está el certificado de matrimonio.

El corazón de Jade se detuvo por un segundo.

—Está casado, ¿qué hice?

—Gracias —respondió una voz grave y firme.

Un escalofrío recorrió su espalda.

Se giró bruscamente y miró su propia mano.

El grito que salió de su garganta fue inmediato.

En su anular brillaba un anillo de bodas.

La puerta se abrió de golpe y un hombre apareció en el umbral.

Era él.

Su "esposo".

—¿Qué sucede? —preguntó con calma.

Jade negó frenéticamente con la cabeza.

—¿Por qué gritas?

—¿Qué hago aquí? —preguntó con desesperación.

Rohan entrecerró los ojos.

—En nuestra habitación.

—¿Quién demonios eres tú?

—Soy tu esposo.

Jade sintió que su mundo se desmoronaba de nuevo.

—¡¿Estamos casados?! ¡CASADOS!

Rohan se cruzó de brazos y sonrió con diversión.

—Al menos recuerdas lo importante.




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