Confesiones
El silencio en la habitación se hizo más profundo a medida que la respiración de la anciana se volvía más pausada.
Jade permanecía a su lado, sosteniendo su mano, observando cada pequeño gesto con un nudo en la garganta.
Rohan, por su parte, se mantuvo en segundo plano, apoyado contra la pared, observando la escena con la misma expresión inescrutable de siempre.
Pero entonces, la anciana abrió los ojos y fijó su mirada en él.
—Jade… cariño… —susurró con voz ronca—. ¿Podrías dejarnos solos un momento?
Jade frunció el ceño, mirando a su abuela y luego a Rohan.
—¿Para qué?
La anciana le dedicó una sonrisa cansada.
—Para hablar. En privado.
Jade vaciló. No confiaba en que su abuela no aprovechara la oportunidad para interrogar a Rohan o, peor aún, para intentar manipular algo a su favor. Pero al ver la debilidad en su rostro, simplemente asintió y se puso de pie.
—No tardes —murmuró, lanzándole una última mirada de advertencia a Rohan antes de salir de la habitación.
Cuando la puerta se cerró, la abuela suspiró y desvió su atención al hombre que permanecía de pie junto a la cama.
—Siéntate, hijo. No muerdo… aún.
Rohan arqueó una ceja, pero obedeció.
—¿Qué quiere decirme?
La anciana entrelazó sus frágiles manos sobre la sábana y lo miró fijamente.
—No sé quién eres, ni de dónde saliste. Pero sé una cosa con certeza.
Rohan esperó.
—Eres peligroso.
Él no respondió de inmediato.
—Depende de a quién le preguntes.
La anciana rió suavemente.
—Buena respuesta.
Un breve silencio se instaló entre ellos antes de que ella hablara de nuevo.
—¿Amas a Jade?
Rohan se quedó en blanco por una fracción de segundo.
¿La amaba? No. Ni siquiera la conocía bien.
Pero…
—Me casé con ella.
—Eso no responde mi pregunta.
Rohan exhaló lentamente.
—No sé lo que siento por ella aún —admitió con honestidad—. Pero sé que no la dejaré sola.
La anciana inclinó la cabeza, evaluándolo con su mirada afilada.
—Jade no es una mujer fácil —murmuró.
—Me he dado cuenta.
—Es orgullosa, terca y testaruda. Pero también es leal, y cuando ama, lo hace con todo su ser.
Rohan no dijo nada.
—No le hagas daño, muchacho. Ha sufrido más de lo que imaginas.
Él sostuvo su mirada, sintiendo por primera vez el peso de lo que esa mujer le estaba confiando.
—No lo haré.
La anciana esbozó una sonrisa débil.
—Bien.
Entonces, de repente, su cuerpo tembló y una mueca de dolor cruzó su rostro.
—¿Está bien? —preguntó Rohan, poniéndose de pie de inmediato.
Ella apretó los ojos, respirando con dificultad.
—Llama a Jade… rápido…
Rohan no lo pensó dos veces y corrió hacia la puerta.
—¡Jade!
Jade entró apresurada y se quedó helada al ver la palidez de su abuela.
—¡Abuela!
—Estoy bien… —susurró, pero su voz apenas era un murmullo.
Jade sintió el pánico subir por su pecho.
—Voy a llamar a un médico.
La anciana negó débilmente con la cabeza.
—No… Llévenme a casa.
Jade frunció el ceño.
—No puedes irte del hospital en este estado…
—No quiero morir aquí.
Las palabras hicieron que el corazón de Jade se detuviera.
—Abuela…
—Por favor, Jade… quiero estar en casa.
Jade sintió que se rompía por dentro, pero al ver la súplica en los ojos de su abuela, supo que no podía negarse.
—Está bien… te llevaré a casa.
La anciana sonrió levemente.
Rohan observó la escena en silencio.
Y por primera vez en su vida, sintió el peso de la muerte flotando en el aire.
Una muerte que ni él, con todo su poder, podía detener.
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Editado: 12.03.2025