Ecos del Pasado
El silencio en la mansión era denso. Desde que la abuela había sido trasladada del hospital a casa, el ambiente se sentía cargado de nostalgia y un dolor que Jade aún no sabía cómo manejar. Se quedó junto a la cama de su abuela, observando cómo dormía, su respiración pausada pero estable.
Rohan estaba en la habitación con ella, en silencio. Aunque no decía nada, su presencia la reconfortaba más de lo que le gustaría admitir.
Un golpe en la puerta interrumpió la calma. Una de las empleadas apareció con expresión tensa.
—Señorita Jade… hay un hombre que insiste en verla. Dice que es su tío.
Jade frunció el ceño.
—¿Tío? ¿Qué tío?
Antes de que pudiera preguntar más, un hombre entró a la habitación.
Alto, con el cabello entrecano y ojeras marcadas, tenía una expresión cansada pero determinada.
—Jade… —Su voz era grave, con un deje de culpa.
Jade se puso de pie de golpe.
—¿Quién eres tú?
—Soy Samuel, el hermano de tu madre.
El impacto fue inmediato. Jade lo miró con desconfianza.
—¿Mi tío? —repitió con incredulidad—. ¿Y ahora decides aparecer?
Samuel apretó la mandíbula.
—Lo sé… no tengo excusas. Fallé cuando más me necesitaban.
La furia se encendió en Jade.
—Mi madre… murió hace años. ¿Dónde estuviste? ¿Dónde…?
Su voz se entre corto y nudo se formó en su garganta y en su pecho.
Samuel bajó la mirada ante el escrutinio de su sobrina.
—No supe cómo afrontarlo… pero tu abuela me contactó hace unos meses. Me dijo que estabas sola y que ella no estaría aquí por mucho tiempo.
Jade sintió un nudo en la garganta. Así que su abuela había tratado de asegurarse de que no quedara completamente sola.
Antes de que pudiera decir algo más, otra voz se escuchó desde la puerta.
—Disculpen la interrupción.
Era un hombre de mediana edad, vestido de manera formal, con un portafolio en mano.
—¿Quién es usted? —preguntó Rohan con desconfianza.
—Mi nombre es Víctor Salgado, detective privado. Fui contratado por la señora para investigar el accidente de los padres de la señorita Jade.
El aire se congeló.
—¿Qué? —murmuró Jade, girando hacia su abuela.
La anciana abrió los ojos lentamente y la miró con debilidad.
—Jade…
Jade se acercó a la cama, su corazón latiendo con fuerza.
—¿Investigaste a mis padres?
Su abuela asintió con lentitud.
—Nunca encontré paz con su muerte, Jade… No me pareció lógico que ninguno de los cuerpos apareciera.
—¿Por qué nunca me lo dijiste?
—Porque no quería darte falsas esperanzas —susurró la anciana—. Pero cada vez que cerraba los ojos, sentía que mi hijo estaba en alguna parte… y tenía que estar segura.
Jade sintió que el suelo se tambaleaba bajo sus pies.
—¿Y qué averiguó? —preguntó con un hilo de voz, mirando al detective.
Víctor abrió su portafolio y sacó unos documentos.
—Hace unas semanas conseguimos nuevos registros satelitales de la zona del accidente. Hay indicios de que el avión no se estrelló de inmediato…
Jade contuvo el aliento.
—¿Eso significa que podrían haber sobrevivido?
El detective la miró con seriedad.
—Significa que hay una posibilidad.
El impacto de sus palabras retumbó en la habitación.
Jade sintió que le faltaba el aire. Sus padres… ¿Podrían estar vivos?
Pero si era así… ¿Por qué nunca habían regresado?
Y lo más importante… ¿Dónde estaban?
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Editado: 12.03.2025