Verdades Enterradas
El aire en la habitación se sentía cargado, como si cada persona allí contuviera la respiración. ¿Podrían sus padres estar vivos? Jade aún no podía asimilarlo.
—¿Qué más sabe? —preguntó, su voz apenas un susurro.
El detective Salgado abrió su portafolio y sacó más documentos.
—El avión en el que viajaban tus padres desapareció en una zona de difícil acceso. Durante años se asumió que se había estrellado en el océano, pero recientemente encontramos registros de una señal de auxilio que coincide con la fecha del accidente.
Jade sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—¿Una señal de auxilio?
El detective asintió.
—Fue detectada por un satélite, pero en aquel momento no se le dio importancia porque provenía de un área selvática en una isla remota. Hasta hace poco, esa información no estaba disponible en los registros civiles.
Samuel, su supuesto tío, se acercó.
—¿Isla remota? ¿Quieres decir que mis… que nuestros familiares podrían haber estado ahí todo este tiempo?
El detective exhaló con cautela.
—Es una posibilidad. Pero hay algo más.
Jade cerró los ojos por un momento antes de preguntar:
—¿Qué?
—Hace dos meses, en esa misma isla, un grupo de exploradores reportó haber encontrado restos de un avión antiguo. La descripción coincide con el modelo del vuelo en el que viajaban tus padres.
El mundo de Jade se tambaleó.
—Pero… ¿Qué significa eso?
El detective dudó antes de responder.
—Significa que es muy probable que no murieran en el impacto… sino después.
El silencio fue ensordecedor.
Jade sintió su pecho oprimirse.
—¿Están… muertos?
—No lo sabemos con certeza —dijo el detective—. Lo que sí sabemos es que el avión no se destruyó al instante y que alguien envió una señal de auxilio. Si logramos llegar a la isla y explorar, podríamos encontrar más respuestas.
Jade sintió que todo a su alrededor giraba. Su madre, su padre… durante toda su vida creyó que habían muerto en el accidente. Y ahora, después de tantos años, le decían que podrían haber sobrevivido, pero… ¿por cuánto tiempo?
Una mano firme sujetó su brazo.
Rohan.
—Respira, Jade —murmuró en su oído.
Ella no se había dado cuenta de que estaba hiperventilando. Sus dedos se aferraron a la manga de su camisa, como si él fuera su único ancla a la realidad.
La voz débil de su abuela rompió el silencio:
—Jade…
Ella giró hacia la cama, sus ojos empañados por las lágrimas.
—Abuela…
—No te aferres a un pasado que tal vez nunca regrese —susurró la anciana—. Pero si hay una mínima posibilidad… entonces debes encontrar la verdad.
El pecho de Jade subía y bajaba con fuerza.
—¿Y si… y si al final no hay nada?
Su abuela le tomó la mano con lo poco de fuerza que le quedaba.
—Al menos habrás intentado.
Jade sintió que su mundo se desmoronaba, pero en medio del caos, una certeza se instaló en su corazón.
Tenía que descubrir la verdad.
Y estaba dispuesta a hacerlo… aunque la destrozara.
—Esto… no puede ser posible. —La voz de Rohan sonó diferente, más grave, más contenida.
Jade lo miró fijamente, su pecho subiendo y bajando con ansiedad.
—¿El qué?
Rohan cerró los ojos un breve instante, como si peleara con la respuesta. Luego, al abrirlos, su mirada se clavó en la de Jade.
—Tu padre… —murmuró—. Él no debía estar en ese avión.
Jade sintió un vértigo repentino.
—¿Qué…?
Pero antes de que pudiera reaccionar, Samuel lo miró con una mezcla de sorpresa y furia.
Sus ojos se abrieron más de la cuenta.
Y entonces, su voz cortó el silencio como una cuchilla.
—Tú… —Samuel frunció el ceño, su expresión endureciéndose—. ¿Qué haces aquí?
Jade miró entre ambos, su respiración agitada.
Algo en la manera en que Samuel lo dijo, en cómo su voz pareció cargada de reconocimiento y resentimiento, hizo que un escalofrío la recorriera.
Rohan lo miro con una mirada gélida.
—Debería preguntarte lo mismo.
La atmósfera en la habitación cambió.
Jade los miró a ambos, sintiendo una incomodidad inesperada.
—Rohan Sinclair —pronunció Samuel con voz fría.
—Samuel Ricalde —Rohan pronunció en el mismo tono.
—¿Se… conocen? —preguntó Jade.
Silencio.
Un silencio que parecía cargar un peso invisible.
Samuel miró a Jade por un instante y luego volvió su atención a Rohan.
—Sí. Nos conocemos.
El corazón de Jade martilleó en su pecho.
—¿Cómo?
Rohan apretó los puños, pero su rostro permaneció impasible.
—No es el momento para hablar de eso.
Pero Samuel no apartó la vista.
—No, creo que sí lo es.
El aire en la habitación se volvió más denso, como si una tormenta estuviera a punto de estallar.
—Porque si él está aquí, significa que nada de lo que pasó aquella vez fue un accidente.
Jade sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿De qué estás hablando?
Samuel la miró con intensidad.
—Jade… Rohan no es un extraño como crees.
Ella sintió el suelo moverse bajo sus pies.
—¿Qué quieres decir?
Samuel inhalo profundamente, como si estuviera a punto de soltar una verdad que llevaba años callando.
—Lo que quiero decir… es que él no es ajeno a lo que pasó con tus padres.
Rohan no dijo nada.
Pero la mirada que le dirigió a Samuel fue suficiente para que Jade comprendiera que, fuera lo que fuera…
Él ya lo sabía.
Y había estado guardando silencio.
La tensión se volvió insoportable.
Jade los miró a ambos, buscando en sus rostros algo, cualquier cosa que le diera una pista de lo que estaba ocurriendo. Pero lo único que encontró fue la misma expresión contenida. La misma opacidad en sus ojos.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —preguntó Jade, sintiendo su voz temblar un poco.
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Editado: 12.03.2025