Cásate conmigo Mary

Capítulo 49

Mientras Andrés se encontraba en la su oficina tratando de leer unos papeles, más como no podía concentrarse en nada, decidió tomar un descanso, no podía dejar de pensar en esas flores y en lo que habían dicho Liana y Alfredo y eso lo ponía irritable. Tenía los ojos cerrados cuando escuchó a alguien abrir la puerta.

—     ¡No quiero ver a nadie! — dijo aún sin abrir los ojos.

—     Yo no soy nadie. — responde acercándose.

—     ¿¡Cómo demonios entraste Liana!? — dice enojado al ver que se sienta junto a él.

—     Tu nueva asistente no es muy buena asistiendo. — dice con gracia.

—     La voy a despedir ¿¡cómo es que no sirve ni siquiera para esto!?

—     No te desquites con ella está bien, fue mi culpa. — rueda los ojos harta de su actitud.

—     Es bueno que lo digas quizás te despida a ti. — dice molesto.

Ella lo miró sorprendida.

—     Andrés ¿Qué rayos te pasa? Sabes que puedes contarme — lo mira con preocupación — por favor.— Le súplica.

Él se levanta para sentarse y luego pasa las manos por su cabello con frustración, para luego dejarlas ahí.

—     Tenías razón. — dice llamando su atención. — Mary está enamorada de él y no se que hacer, ella me va a abandonar, se que lo hará, como tu lo hiciste.— Dice con dolor.

Ella lo mira dolida, nunca quiso que esto pasará, nunca quiso abandonarlo y le dolía mucho el verlo así, deseaba decírselo, contarle toda la verdad.

—     No, no te abandoné, estoy aquí, a tu lado. — lo abraza. — y te amo, siempre te voy a amar.

Ya eran las 6:00 p.m. Y Mary ya había recogido todo y lo había guardado en su escritorio, después de todo, debía volver desde la cena a firmar el contrato porque estaba segura de que lo lograría, ya que el día anterior este había rechazado la propuesta de Liana ¿Qué pasaría si también rechazaba la de ella y perdían la inversión? No, eso no pasaría, no se iría de allí hasta lograrlo.

Más había algo que la tenía desanimada, en el transcurso del día todo el tiempo espero, aunque sea sólo una felicitación de él, que se acordará o que hiciera algo, que notará su existencia al menos, pero nada, ni una sola llamada o un mensaje, nada, definitivamente no lo había recordado, ni siquiera lo había visto, no debía culparlo por eso, después de todo ella tampoco se había acordado al principio. — se dijo a su misma — aunque esperaba… algo diferente de su parte, se estaba portando muy raro. — suspiró ya no podía seguir esperando era hora de irse.

Salió de la oficina y espero un taxi y cuando uno se detuvo subió, la cita era a las 7:00 p.m. Pero ella quería estar al menos media hora antes y preparar todo para no tener imprevistos, por lo que al llegar empezó a organizar todos los detalles. Ya a las 7:00 p.m. Ella estaba completamente lista.

Entonces lo vio llegar, al entrar el reviso su reloj, lo cual la hizo reír.

—     ¿A caso la cita era a otra hora? — pregunta confundido

—     No, estas puntual. — se levanta para recibirlo y le indicó que se sentará. — sólo que no me gustan los imprevistos, ni las sorpresas.

—     Si, eso lo recuerdo. — la miró de arriba abajo.

—     ¿Quieres comer ahora o después de que inviertas en el proyecto? — dice confiada.

—     Me gusta, las cartas sobre la mesa, pero prefiero comer después, no quiero indigestarme. — hizo una seña de disgusto.

—     Te juro que este proyecto te abrirá el apetito. — le asegura con una sonrisa.

Él la mira con atención, era imposible quitarle la vista de encima si sonreía de esa forma, entonces tomo su mano evitando que abriera el maletín.

Ella lo miró confundida.

—     Antes de hablar de negocio quisiera, — levanta la bolsa en sus manos, de la que ella no se había fijado hasta ahora.— Quisiera darte esto.

—     ¿Qué es? — pregunta con recelo.

—     Un regalo. — dice cómico.

—     ¿un regalo? — lo mira dudosa.

—     Si, es tu cumpleaños ¿no? — se lo paso — sólo ábrelo.

Ella lo miró sorprendida ¿se había acordado de su cumpleaños? ¿cómo era eso posible? La persona que menos pensó se había acordado y quién esperaba se acordase no lo hizo. Lo abrió encontrando una pequeña caja de música.

—     ¿cómo supiste? — pregunta sorprendida.

—     Recuerdo que, en la Universidad, antes de lo que pasó con tu madre, siempre te quedabas hasta tarde cantando y tocando el piano, sólo porque ese era el único horario en que podías, confieso que al principio me pareciste una vándala, — dice haciéndole reír. —  luego iba a diario para escucharte, eres excelente.

—     En realidad, lo era, no tocó hace tiempo, lo utilizaba para desahogarme cuando me sentía asfixiada, cuando la vida se me hacía muy difícil, no quería cantar o tocar de día, porque no tenía tiempo y las chicas comenzaba a insistir con que me uniera al club de música, pero tu respuesta me gusta, la chica bandolera ¿de dónde la sacaste, de un manga? Recuerdo que te encantaban. — ríe.

—     Corrección me encantan, al menos te gustó mi regalo. — se encoge de hombros.

Ella lo miró con atención la verdad no lo entendía.

—     ¿Por qué? — pregunta sin poder explicárselo.

—     ¿Qué? — pregunta confundido.

—     ¿Por qué haces esto? — aclara.

Él la mira, totalmente confundido.

—     ¿debe haber una razón? Pensé que era normal regalarle a alguien que cumple años. — dice obvio

Ella le sonríe, si, era normal.

—     Pues gracias. — dice con una sonrisa. — ¿ahora que tal si hablamos de negocios?

—     Empecemos, cuando tú quieras.

Por otro lado, Andrés había salido a beber a un bar con Liana. Ya había llamado a Mary cientos de veces, más no respondía, esto porque ella lo había apagado al salir de la oficina. Rápidamente los pensamientos inundaron su cabeza ¿Estarían juntos?

Más Liana se encontraba cada vez más preocupada, pues ya llevaba tres botellas de güisqui en sólo dos horas y seguía bebiendo, había intentado una y otra vez que dejará de tomar, más fue en vano, necesitaba hacer algo, pero no sabía que, entonces se le ocurrió llamar a Esteban, por lo que salió hacia fuera pues la música estaba fuerte.



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En el texto hay: amor, disputafamiliar, dulce

Editado: 12.02.2022

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