La señora Liliana había confesado todo, ella había sido quien había envenenado los chocolates, también quien la había mando a seguir y había entrado disfraza de enfermera al hospital, no sólo eso, si no también del accidente que había tenido su esposo, el señor Harry hace años, lo había hecho todo ella, todo porque había perdido la cordura cuando se había dado cuenta que su esposo la engañaba. Ella aun siendo capturada seguía repitiendo que los mataría a todos, incluso a su propia hija, por esto. Le diagnosticaron demencia, por lo que no la pudieron encarcelar, en vez de esto fue encerrada en un psiquiátrico.
Ya era lunes, por lo que ella tenía que volver a trabajar, por lo cual se alistó temprano, a pesar de que este departamento que había alquilado quedaba más cerca de la oficina. Su jefa le había ofrecido dos semanas más, pero ella las había rechazado, quería trabajar, lo necesitaba, sentía que se volvía loca estando todo el día echada sin hacer nada, quería distraer su mente y no tener que pensar tanto, en ella, en su madre, en Andrés. Suspiró y salió del departamento ya lista.
Al llegar lo primero que vio fue a Andrés, se veía cansado, agotado y desgastado, como si estuviese pasando muy malas noche, además su cabello estaba desordenado y no un buen desorden y su camisa están mal colocada, algo no muy típico en él, eso la preocupó.
— Mary. — le dedicó una sonrisa triste.
— ¿Estas bien? — lo mira con empatía.
— ¿Tengo que responder con sinceridad? — baja la mirada.
Ella baja la mirada también.
— Te quería dar las gracias.— Dice sorprendiendo a Andrés. — Por… ayudar con la investigación. — dice algo cohibida, se sentía tan extraño tenerlo al frente ahora.
— No te preocupes, no tienes que agradecer, yo quería mucho a tu madre también. — la mira a los ojos. — ¿cómo estas tú?
Ella le dedica media sonrisa nerviosa, Tatiana tenía razón, quizás debería decirle sobre el embarazo, antes de que este se empezará a notar, pero no sabía cómo iniciar el tema, lo había ensayado tanto y ahora no sabía que decir.
— ¿Pasa algo? — pregunta al ver que no responde, se había quedado callada por mucho tiempo ya.
— Yo… necesito hablar contigo. — dice evitando su mirada.
Entonces el ceño de Andrés se frunce, pensando lo peor. ¿acaso quería el divorcio? Aun así, asiente.
— Vayamos a mi oficina. — la dejo pasar hacia el elevador.
Ambos subieron a él siendo inundados por un incómodo silencio, cuando de pronto Mary ríe, incrementando los nervios de Andrés.
— ¿Qué es tan gracioso? — pregunta, confundido.
— Me acordaba de la primera vez que subimos a un ascensor juntos. — se encoge de hombros.
— El día en que nos conocimos. — dice con añoranza.
— Ese fue un día muy extraño, el más extraño de mi vida. — confiesa, tratando de aligerar el ambiente y sus nervios.
Él asiente, pero también uno de los mejores días de su vida. — Pensó recordando lo que le había dicho.
Cuando el ascensor se detiene ambos bajan y se dirigen hasta su oficina. Enseguida llegan él le indica un sofá y se sienta en el de enfrente.
— ¿de qué querías hablar? — la mira atentamente.
Ella respira hondo y empieza a jugar con sus dedos.
— Es… — voltea la mirada y vuelve a respirar.
— ¿Qué pasa? ¿No sabes cómo decirlo? — pregunta y ella asiente.
— Es que ¿recuerdas que había algo que tu madre y la mía querían mucho? — trata de comenzar.
— No ¿Qué querían? — pregunta con confusión.
Mary se levanta inmediatamente nerviosa ¿cómo rayos no se iba a acordar? Ya lo había planeado todo de ese modo y no tenía plan B, exhaló con frustración.
— ¿Quieres el divorcio? ¿es eso? — pregunta él con dolor y la cabeza gacha.
Ella voltea a verlo, atónita ¿de dónde rayos había sacado esas ideas?
— En realidad… estoy embarazada. — dijo más calmada.
Él subió la vista enseguida, con el ceño fruncido y lágrimas en los ojos.
— ¿te estás burlando de mí? — preguntó confundido, más ella negó con la cabeza. — ¿Cuándo supiste eso?
— El día que mamá murió. — dice con mirada triste.
— ¿Tienes cuatro semanas de embarazo? — la mira con ilusión.
— En realidad sólo tres, hoy comienza la semana cuatro. — corrige.
Él lo hace señas para que se acerque y está lo hace.
— ¿puedo? — pide su aprobación, y ella asiente.
Entonces él toca su vientre con su palma y luego lo besa, por lo que el rostro de Mary se poner colorado al instante. Él sonríe y se abraza a su vientre.
— Gracias. — susurra.
— ¿Por qué? — pregunta extrañada.
Más él no responde, por lo que ella se da cuenta que eso no va dirigido a ella. Ve su revoltijo de cabello e inevitablemente acerca las manos a su pelo, dándole forma a su despeinado cabello.
— ¿vas a regresar? — pregunta él de repente, paralizando a Mary por completo, para después alejarse.
— No. — dice recia.
— Pero… — la mira con dolor por su rechazo.
— No, que te lo haya dicho no significa que confíe en ti o que ya olvidé todo lo que hiciste. — lo mira seriamente. — las cosas no funcionan así. Yo sólo quería que lo supieras, porque tienes derecho como el padre a saberlo. — le aclaró las cosas. — ya que te lo dije, discúlpame, debo volver a mi oficina.
Se volteó para irse.
— Mary. — la llama y está de detiene. Entonces él se acerca y la abraza desde atrás, sorprendiéndola. — no me voy a rendir nunca contigo, tú eres lo único que quiero, más que a todo en este mundo.
La vista de Mary se nubla al instante y su cuerpo tiembla.
— Tengo que ir a trabajar. — trata de separarse, más él la retiene. — ¿Andrés?
— Sólo un minuto, te lo ruego. — dijo cerrando los ojos. — te extrañaba mucho, tu perfume, tu voz, tus abrazos, todo.
— Andrés. — insiste en separarse, esto estaba siendo una tortura, porque ella lo amaba y le dolía él no poder ayudarlo.