Cascabel

Prologo

v

En aquel verano la temperatura era de un calor desbordante, El sol se erigía como el único rey dominante en el firmamento y gobernaba con su cruel cetro enviando rayos abrasadores que hacían retumbar el aire con su calor sofocante.

Don Epigmenio García había salido a la labor para continuar con la cosecha de lechuga chile y jitomate. Había tenido la fortuna de que su hija Cristina, que desde que se casó se había ido a vivir a la ciudad, fuera a pasar unos días con él al campo, Don Epigmenio vivía solo desde que murió su mujer Magdalena y era una gran alegría para su corazón que lo fueran a visitar, pero esta ocasión era especial porque llevaron a Ricardito su primer nieto, ya tenía 8 años y era un niño muy vivaz, era valiente y entrón; lo demostró el día que se metió al corral de los chivos con un capote de torero que le había regalado el abuelo junto con un toro bravo con astas largas en una pose de furiosa embestida de yeso para que jugara al torero, y se paró frente a un chivato negro que lo miraba totalmente aburrido mirando sus pueriles poses del arte taurino mientras tragaba pastura

-aja toro- decía Ricardito envalentonado, mientras que su madre que venía de traer agua de limón fresca para su padre y esposo casi muere del susto.

-Par de brutos- espeto Cristina mientras se metía al corral a sacar al niño después de darle un buen tirón de orejas.

-Déjalo mija, que se divierta el muchachito, es hombre y tiene buena madera.

-Si, vieja déjalo no siempre va a andar protegido bajo las enaguas- dijo el esposo.

Don Epigmenio regresaba con dos costales del chile cosechado y los deposito agitado sobre otro montón de costales que tenía apilados, saco el pañuelo y se secó el sudor que impregnaba su rostro, noto algo raro en el ambiente, el maldito calor, siempre el maldito calor era el causante de la desesperación y el ansia de pelear y matar entre la gente, era como el siseo de la serpiente primitiva seduciendo el oído del hombre invitándolo con su murmullo agitado y perturbador a trasgredir las más elementales y frágiles leyes de la vida, volvió la vista a Cristina y le asusto lo pálido de su faz, tenía los músculos tensos y escurrían lágrimas de sus ojos, estaba petrificada, su padre se acercó y no podía creer lo que veía: a diez metros estaba Ricardito con su pantalón vaquero su camisa anaranjada y sombrero de paja sonriente juguetón y frente a él estaba una enorme víbora de cascabel, la más grande que había visto Don Epigmenio en toda su vida, los ojos de la víbora con un fulgor siniestro y penetrante miraban al pequeño con una intensidad que helaba la sangre.

-Dios mío- espeto Don Epigmenio al tiempo que la serpiente se volvió hacia

el, y alcanzo a ver las verticales pupilas que se dilataban y contraían como si fueran portales a un abismo oscuro y sin fin, vio en un fragmento de segundo la crueldad ancestral y el instinto depredador del primer instrumento del padre del mal para el perjuicio del hombre.

La víbora emitió un estridente siseo y se perdió reptando sobre la tierra árida y caliente que la había sacado de su letargo.

Cristina corrió hacia el niño y lo abrazo fuerte muy fuerte- ¿Estas bien mi amor?-dijo.

-Si, mami, estaba jugando con mi amiga la viborita ¿la viste mami? -Cristina le beso la mejilla mientras Don Epigmenio trataba de encontrar el rastro del reptil, pero no encontró nada.

En aquel verano la temperatura era de un calor desbordante, El sol se erigía como el único rey dominante en el firmamento y gobernaba con su cruel cetro enviando rayos abrasadores que hacían retumbar el aire con su calor sofocante.

Don Epigmenio García había salido a la labor para continuar con la cosecha de lechuga chile y jitomate. Había tenido la fortuna de que su hija Cristina, que desde que se casó se había ido a vivir a la ciudad, fuera a pasar unos días con él al campo, Don Epigmenio vivía solo desde que murió su mujer Magdalena y era una gran alegría para su corazón que lo fueran a visitar, pero esta ocasión era especial porque llevaron a Ricardito su primer nieto, ya tenía 8 años y era un niño muy vivaz, era valiente y entrón; lo demostró el día que se metió al corral de los chivos con un capote de torero que le había regalado el abuelo junto con un toro bravo con astas largas en una pose de furiosa embestida de yeso para que jugara al torero, y se paró frente a un chivato negro que lo miraba totalmente aburrido mirando sus pueriles poses del arte taurino mientras tragaba pastura

-aja toro- decía Ricardito envalentonado, mientras que su madre que venía de traer agua de limón fresca para su padre y esposo casi muere del susto.

-Par de brutos- espeto Cristina mientras se metía al corral a sacar al niño después de darle un buen tirón de orejas.

-Déjalo mija, que se divierta el muchachito, es hombre y tiene buena madera.

-Si, vieja déjalo no siempre va a andar protegido bajo las enaguas- dijo el esposo.

Don Epigmenio regresaba con dos costales del chile cosechado y los deposito agitado sobre otro montón de costales que tenía apilados, saco el pañuelo y se secó el sudor que impregnaba su rostro, noto algo raro en el ambiente, el maldito calor, siempre el maldito calor era el causante de la desesperación y el ansia de pelear y matar entre la gente, era como el siseo de la serpiente primitiva seduciendo el oído del hombre invitándolo con su murmullo agitado y perturbador a trasgredir las más elementales y frágiles leyes de la vida, volvió la vista a Cristina y le asusto lo pálido de su faz, tenía los músculos tensos y escurrían lágrimas de sus ojos, estaba petrificada, su padre se acercó y no podía creer lo que veía: a diez metros estaba Ricardito con su pantalón vaquero su camisa anaranjada y sombrero de paja sonriente juguetón y frente a él estaba una enorme víbora de cascabel, la más grande que había visto Don Epigmenio en toda su vida, los ojos de la víbora con un fulgor siniestro y penetrante miraban al pequeño con una intensidad que helaba la sangre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.