Cascabel

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-Baja la velocidad cabrón, este puto camino es puro talco y no se ve nada. Dijo Pedro a Gestas que iba diez o veinte metros adelante en aquella vieja y desusada vereda perdida en la serranía; que era como una antigua y profunda cicatriz en esas olvidadas llanuras desérticas; donde se elevaba como soberano el siseo de la cascabel que rompía el sonido monótono del viento erigiéndose este reptil como el mandamás de la fauna desértica.

Las dos polvorientas camionetas avanzaban a paso acelerado por el camino desértico, apenas lograban iluminar las farolas en medio del polvo desértico, levantado por el fuerte viento; la más afectada era la de Pedro que venía en la retaguardia.

A Gestas no le gustaba del todo su trabajo dentro de la organización y menos cuando tenía que ir a la caverna del cascabel, y peor aun cuando tenía que hacerse la chamba de noche, por suerte había luna llena; lo que, por supuesto no quitaba ese aspecto de portal al infierno a la entrada de la caverna, solo faltaba el cerbero para evocar y acentuar la sensación de miedo y perturbación: una obra perfecta del arte macabro de la naturaleza.

Treinta minutos después llegaron a su destino, al bajar de la troca las botas de la suerte de Gestas se hundieron diez centímetros en el polvo granular del desierto; la fuerza del viento no menguaba, parecía tomar más fuerza y provocaba espeluznantes lamentos sobrehumanos que le ponían la piel de gallina al chocar con los recovecos de las laderas y seguir su errante rumbo y perderse por los valles cual visión fantasmagórica al presentir la llegada de la luz del nuevo día.

Pedro se encabronaba cada vez que le enviaban a este tipo de trabajos y esta vez estaba endemoniadamente encabronado, el ya no era de esa clase de personas en la organización; de las que tenía que andar interrogando ni torturando, su época de mancharse las manos de sangre ya habían pasado, ya era Don Pedro allegado al jefe y encargado de la logística de la organización el almacenamiento el transporte y contacto con las organizaciones de otros países, no tenía la menor duda de que el jefe lo había enviado con la intención de humillarlo, degradarlo, de que supiera quien mandaba, el jefe no soportaba la buena fama que estaba adquiriendo entre todas las corporaciones y esta chambita era solo para exhibirlo como un peón más.

Cuando se apeó, una fuerte ventisca le pego en la cara nublándole la visión y aumentando su rabia, Gestas se aproximaba a él con pasos vacilantes y acelerados sujetándose el sombrero y con la cabeza gacha.

-Pedro trae a ese cabrón para interrogarlo y darle cuello, ya quiero acabar esto y largarnos, no me gusta estar aquí; se dio la vuelta y avanzo un par de pasos, escucho cuando Pedro amartillo la pistola y sintió lo rígido y frio del metal en su nuca, el helado dedo del miedo con su uña afilada y punzante recorrió su columna vertebral provocando espasmos involuntarios en el vientre, sintió como la sangre le bajaba a los pies y la boca se le ponía más seca que la desértica arena.

-Abre despacio la puerta de atrás y saca a ese cabrón, pero antes tira la pistola al suelo.

Gestas batallo para sacar el cuerpo de Ricardo, estaba aún inconsciente, apenas se lo pudo echarlo al hombro y cargar con él.

-Vete despacio, no voltees porque hasta aquí viviste cabrón.

Gestas se detuvo.

-No te pares avanza, no te parto la madre, porque quiero que le lleves dos mensajes al patrón, primero que voy a trabajar por mi cuenta, que no se meta y me deje trabajar.

-Sabes que no lo hará, no te lo perdonará.

-Cállate el hocico, escucha, y dos dile de mi parte que vaya a chingar a su madre.

Gestas se quedó inmóvil, escuchando, todo aquello le parecía irreal, el también era traidor, traidor, pero a su modo, por necesidad, la pendeja necesidad a veces lo obligaba a uno a ser como el perro que se regresa para tragarse el vómito.

Escucho el ronroneo del motor al ponerse en marcha y como este se perdía en la lejanía, Solo, frente a la caverna con un cuerpo sobre sus hombros; tenía ganas de lamentarse por su suerte, pero la chamba era la chamba y tenía un trabajo que cumplir, se encamino por la vereda llena de piedras filosas e irregulares, a la luz de la luna, en lo alto del cerro, un coyote solitario empezó a aullar.




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