Casi Por Accidente

Capítulo 4: Entre Versos y Miradas

Emily Brooks

La voz del profesor suena como un murmullo lejano, una especie de zumbido constante que me hace pensar que podría usarlo como ruido blanco para dormir.

En lugar de copiar lo que dicta en el tablero, tengo el cuaderno abierto en la página de siempre: esa que Sophie dice que es mi “diario disfrazado de apuntes”.

No puedo evitarlo. Desde el sábado he estado con un torbellino raro en el pecho. Noah fue… dulce. Divertido incluso. Pero cada vez que trato de escribir sobre él, las palabras terminan transformándose en otra cosa. En otra persona.

El lápiz se desliza antes de que pueda detenerlo:

"Las sonrisas prestadas son fáciles de olvidar,
pero hay miradas que arden demasiado como para fingir que no duelen."

Suspiré y mordí la tapa del bolígrafo. Muy intenso para una cita de helados, ¿no?

Un papelito aterriza sobre mi cuaderno. Levanto la vista y ahí está Sophie, con esa sonrisa cómplice que me da más miedo que cualquier examen sorpresa. Lo despliego:

“¿Piensas en tu cita o en tu crush imposible? 👀”

Le frunzo el ceño y niego con la cabeza, aunque mis mejillas seguro me delatan. Sophie se inclina hacia mí y susurra bajito, como si el profesor fuera a interesarse en nuestras conversaciones:

—Admitelo, Emily. Ese poema no es por Noah. Si lo fuera, tendría al menos un helado en medio.

Pongo los ojos en blanco.

—No todo en la vida tiene que ver con helados, Sophie.

—Ajá. Y tampoco con cierto chico que se apellida Collins, ¿verdad?

Ignoro sus pullas, mi atención estaba fija en el cuaderno, en ese verso que parecía escaparse solo de mi pluma: “Mariposa perdida, vuelas entre lo que quieres y lo que temes”.

Me quedé mirando esas palabras, con el corazón latiéndome demasiado rápido. No pensaba en Noah, aunque debería… pensaba en alguien más. En esa intensidad de unas miradas que me desarmaban. En esa voz que me perseguía incluso cuando cerraba los ojos.

—¿Otra vez escribiendo poemas, Mariposa? —la voz llegó detrás de mí, grave, segura, casi como un roce en la piel.

Sentí un escalofrío inmediato. Me giré despacio y allí estaba Liam, apoyado en el pupitre, inclinándose apenas para leer sobre mi hombro. Su sonrisa no era burla del todo, pero tampoco dulzura… era esa mezcla peligrosa que lo hacía imposible de descifrar.

—¿Mariposa? —repetí en un hilo de voz, intentando sonar indignada, aunque mi garganta apenas me respondía.

—Sí —asintió él, con los ojos brillando como si me hubiera atrapado en un secreto—. Siempre pareces revolotear, distraída… como si tuvieras alas que nadie más ve.

Mi estómago se encogió. No era solo un apodo. Era como si hubiese leído las palabras de mi cuaderno. Como si supiera.

—Yo… no sé de qué hablas —murmuré, cerrando el cuaderno con un golpe torpe.

Él arqueó una ceja, divertido, como si disfrutara de mi nerviosismo.

—Claro que no —susurró, y se alejó despacio, pero el eco de “Mariposa” quedó flotando en mi pecho como una marca invisible.

Apenas Liam se fue a sentar con la misma calma con la que había irrumpido en mi respiración, yo todavía sentía el apodo rebotando dentro de mí: Mariposa. ¿Por qué me afectaba tanto? ¿Por qué sonaba demasiado cercano, demasiado íntimo?

Un papelito doblado cayó sobre mi mesa. Lo abrí rápido, rezando que no fuera el profesor regañándome… y me encontré con la letra curva de Sophie:

¿MARIPOSA??? ¡Eso es un APODO, niña!

Le lancé una mirada de advertencia, pero Sophie ya me observaba con una sonrisa que casi gritaba “te lo dije”.

—No empieces —le susurré, entre dientes.

—¡¿Cómo no voy a empezar?! —me respondió bajito, con sus ojos brillando de pura diversión—. Noah te invita a un helado, pero Liam viene y te suelta un apodo nivel fanfic. Emily, ¿en qué triángulo romántico te metiste?

Rodé los ojos y escondí el cuaderno, aunque sentía que el rubor ya me delataba.

—No es nada. Solo… un comentario.

Sophie arqueó una ceja.

—Ajá, claro. Y yo soy Taylor Swift.

Me tapé la cara con las manos, sin poder evitar reír. Ella siempre tenía esa habilidad: convertía incluso mis crisis emocionales en chistes.

—Sophie… en serio, no compliques las cosas.

—Tarde, amiga. Ya están complicadas —me guiñó un ojo y volvió la vista al frente, dejándome con la piel erizada y el corazón al galope.

El timbre sonó y el pasillo se convirtió en un mar de voces, risas y mochilas chocando unas con otras. Sophie caminaba a mi lado con la energía de siempre, mientras yo intentaba no perderme entre la multitud.

—Adivina quién preguntó por ti —canturreó, balanceando sus carpetas como si fueran pompones de porrista.

—Sophie, no. —Ya sabía hacia dónde iba.

—Sí. Noah. —Me lanzó una mirada cómplice—. Me preguntó si ibas a la biblioteca hoy. Es un encanto, Emily, y te sonríe de una manera que hasta yo me derrito.

Me mordí el labio, incómoda. Noah era encantador. Atento, dulce, y por alguna razón parecía realmente interesado en conocerme. Pero cada vez que intentaba centrarme en él, había un fantasma que se interponía: SilentReader con sus palabras, o Liam con esas miradas que parecían leerme entera.

—Deberías darle una oportunidad —insistió Sophie, girando hacia mí—. Digo, no todos los días el chico más amable del grupo de Liam te invita a un helado.

Yo solté un suspiro.

—Lo sé. Pero… —Mi voz se apagó antes de que pudiera explicar. ¿Cómo iba a confesarle que, incluso con Noah, todo lo comparaba con alguien que no conocía del todo? Con alguien que ni siquiera sabía si era real de la forma en que yo lo imaginaba.

Sophie me miró de reojo, y sonrió con esa expresión traviesa que anunciaba problemas.

—O será que sigues enamorada de mi hermano.




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