Emily Brooks
Llueve otra vez. Y, como siempre, parece que el universo tiene una extraña manía de sincronizar mis pensamientos con el clima.
La lluvia cae suave sobre la ventana, cada gota deja un rastro torcido en el vidrio, y mi habitación está iluminada solo por la luz azul de la pantalla. Todo está en silencio, salvo por el teclado y mi cerebro que, honestamente, no sabe cuándo callarse.
El cursor parpadea frente a mí, como si también me juzgara.
Título: Dudas y espejos.
—Genial, suena deprimente —murmuro, dejando que mi frente choque contra la palma de mi mano—. ¿Por qué no puedo escribir algo tipo Café y confianza o Cómo sobrevivir al chico de los ojos que me enamoran?
Nada. Mis dedos se mueven solos. Y antes de darme cuenta, ahí está:
A veces me busco en los ojos de otros… y temo reconocerme.
Me quedo mirando esas palabras demasiado tiempo. Suenan demasiado reales, como si hubiera abierto una puerta que juré mantener cerrada. Por un segundo, pienso en borrarlo. Tal vez escribir algo más ligero. Pero… no puedo.
No sé si es masoquismo emocional o simplemente necesidad de soltar, pero termino dándole clic a publicar.
El corazón me da un salto. Ese tipo de salto que sientes cuando estás a punto de hacer algo estúpido… pero lo haces igual.
Apago la luz de la lámpara y me quedo observando el reflejo de la pantalla sobre la ventana. La lluvia sigue cayendo. Y, por un segundo, me pregunto si allá afuera, alguien —él— está leyendo esto.
SilentReader.
Solo su nombre en la lista de seguidores hace que me tiemble un poco el estómago.
Lo peor es que no sé si eso me asusta… o me gusta demasiado.
Cierro la laptop, o al menos eso intento.
Porque en el preciso momento en que mi dedo roza el botón de cerrar, aparece la notificación.
Nuevo mensaje: SilentReader.
Trago saliva.
—No —susurro—. No, no, no, no… no puede ser tan rápido.
Abro el mensaje, porque obviamente mi autocontrol se fue de vacaciones hace rato. Y ahí está:
SilenReader: Yo también me pierdo en esas miradas que parecen decir más de lo que deberían.
Me quedo inmóvil. El corazón me da un salto tan fuerte que juraría que mi alma se fue a esconder debajo de la cama.
No es una interpretación, esto no suena como alguien comentando un poema, suena como… una confesión.
Miro la pantalla nuevamente, parpadeando como si eso fuera a ayudarme a procesarlo.
¿Yo también? ¿También qué? ¿Se busca en los ojos de otros? ¿Se reconoce en ellos? ¿O está insinuando que… me mira?
—Tranquila, Emily —me digo, abrazando mi almohada como si fuera un flotador emocional—, puede ser una coincidencia. Solo una coincidencia… poética.
Pero mi cerebro, muy amable, empieza a proyectar en HD escenas con Liam.
Sus preciosos ojos azules, o grises, o del color que sean dependiendo de la luz y del nivel de caos interno que me provoque.
Su voz pausada, esa que parece más un pensamiento dicho en voz alta que una frase. Y no olvidemos esa manera de mirarme… como si de verdad me leyera, no con los ojos, sino con algo más.
Un escalofrío me recorre la espalda.
Porque de repente la coincidencia ya no parece tan coincidencia.
Cierro la laptop de golpe, como si eso sirviera de exorcismo digital. Apago la luz. Me hundo en la cama.
Y ahí estoy: inmóvil, mirando el techo, con la lluvia de fondo y mi corazón haciendo cardio sin previo aviso.
—No puede ser él —susurro en la oscuridad—. Sería demasiado…
Demasiado loco para ser real, demasiado imposible que mi amor platonico sea la misma persona, seria demasiado perfecto.
Agarro el celular, lo dejo. Lo vuelvo a agarrar, la ansiedad va a acabar conmigo, creo. Resistir la tentación de responderle debería considerarse un deporte olímpico.
Respiro hondo.
No voy a escribirle. No voy a escribirle, o bueno tal vez solo un gracias por leerme, O un emoji neutral para no verme tan intensa.
¿Existe un emoji neutral que diga me intrigas, pero también me asustas un poco?
Al final, decido lo mas sensato, bloqueo el celular, lo pongo boca abajo y me tapo con la cobija hasta las orejas.
Y mientras la lluvia sigue cayendo, una idea se instala en mi cabeza sin pedir permiso: ¿Y si SilentReader no está tan lejos como creo? ¿Y si realmente me está mirando… pero no desde una pantalla?
No debería tener esos pensamientos pero inevitablemente me hace sonreir porque si eso fuera cierto, y si ese alguien tuviera una mirada como la de Liam…entonces, tal vez, no me importaría tanto perderme un poco más.
No sé en qué momento se volvió un hábito, pero ahí estoy otra vez: releyendo mis propios poemas, como si fueran páginas de un diario que accidentalmente subí al universo.
Cada verso me suena diferente ahora, cada palabra parece tener una nueva intención, un mensaje oculto que no había notado antes.Y, por primera vez, me asusta un poco.
¿Cuánto de mí he dejado en ellos?
¿Será que, sin darme cuenta, he ido dejando migas de pan digitales que llevan directo a mi corazón?
¿Fui demasiado obvia?
Abro mi último poema, el de las miradas y los reflejos. Lo leo una vez. Dos, y la respuesta de SilentReader sigue calandome hondo a la vez que aparece como un eco:
Yo también me pierdo en esas miradas que parecen decir más de lo que deberían.
Mi estómago da un pequeño salto, odría cerrar la cuenta, desaparecer, fingir que DreamVerse fue solo una etapa poética, como quien deja el diario en una caja y se olvida. Podría… pero no quiero.
Porque hay algo en él —en SilentReader— que me sostiene. Su forma de leerme sin juzgar, de responder como si me conociera más de lo que yo misma me permito. Y eso… eso me da miedo y paz al mismo tiempo.
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Editado: 08.11.2025