Casian

CAPÍTULO 2

Había tantas cosas que ignoraba sobre la vida de mi progenitora, logré convencer a la abuela para que me contara de mi madre, lo que había hecho en Friday, a quienes había conocido. Todo eso que yo desconocía, no era una extraña para mí, conocía a mi madre, pero en los últimos tres años pasó de ser la esposa de revista a una importante doctora. Me enteré de que no solo trabajaba en el pequeño hospital al que fui a parar la madrugada pasada, sino que era voluntaria en la clínica donde internaban a personas que padecían de enfermedades mentales (por así decirles sin llegar a sonar insensible) este lugar no era cercano a pueblo, más bien era apartado estaba pasando el bosque en una colina. Según me contó mi abuela los fundadores al principio tenían el hospital como un horfanato pero debido a una inundación en el año 1963 donde desaparecieron niños y varios murieron, se cerró y fue reinaugurado en el 84 como lo que se conoce hoy.

Un lugar frío para abondanar la carga que estorba. Aveces la familia no sabe como lidiar con un problema y buscan la opción fácil, deshacerse de dicho problema escapando.

Como lo hizo mi madre.

Como lo hace ahora mi papá al dejarme aquí porque no sabe que hacer conmigo si no le sirvo para posar en sus fotos para la prensa. Ahora era una adolescente depresiva y drogadicta. ¿Qué dirían todas esas personas sobre eso? Nunca les dí importancia porque no la tenían, en cambio mi papá dependía de ello.

—Recuerda llamar una vez que cruces el puente.—Recordó a su hijo que no hizo más que entornar los ojos.

—Lo haré mamá, pero ya debo irme se me hace tarde.

—Ten un buen viaje—Besó su frente apretujando sus mejillas—. B querida ven y despídete de tu papá.

Mordí mi labio inferior con nervios y me acerqué vacilante, sin saber que hacer frente a él o como tratarlo. No sabía de que manera despedirme de mi padre, siempre le ofrecí un trato formal y poco directo, tal y como él me había inculcado. En el colegio me tacharon de ser seca y frívola, debido a mi enfermedad permanecía en casa mayormente encerrada, no siempre tenía lo que me hacía un poco feliz, aveces solo leía porque resultaba relamente difícil enfrentarme a mis demonios sola, por eso decidí que era mejor dejar a un lado mi dolor.

Me paré al lado de mi abuela mientras papá terminaba de meter las maletas en el auto y cerreba la cajuela para girarse hacia nosotras dos.

—Que tengas un buen viaje­ papi.—Dije y mi voz sonó distante.

—Adios Blair, espero que le hagas caso a tu abuela—Dudó en continuar pero aún así lo hizo—. Espero que en verdad dejes de consumir eso, no te hace ningún bien.

Mi abuela sonrió contenta de que, al parecer al fin su hijo mostrara un poco de empatía hacia mí.

—Claro, verás que cuando la tengas de vuelta, esta señorita será libre de toda esa porquería.—Comentó segura.

—¿Y eso será cuando mueras abuela?—pregunté hostil. Los dos miraron en mi dirección—. Porque seguramente esa será la manera de volver a verte papi.—Finalicé con una sonrisa falsa.

Papá endureció su rostro en mi dirección, y la abuela acarició mi hombro derecho.

—No te retrases más, tu reunión es mañana a primera hora no llegarás a tiempo si te quedas a conversar ahora.

—Adios Blair.

—Adios papi.

Subió al auto sin mirar atrás, sin ningún arrepentimiento o culpa.

Se deshacía de mí y aún así seguía mirando al frente.

—Regresemos, dentro de una hora debes tomar tu medicina pequeña B.

Regresamos adentro, parecía que en cualquier momento comenzaría a llover. Entre una de las pláticas con mi abuela me dijo que lo extraño sería si no lo hiciera, siempre llovía en Friday, las personas no salían de casa sin antes estarse preparados con un paraguas. Tenía la intención de saber más que solo el inquietante cuento de unos niños muertos y desaparecidos en el psiquiátrico de la colina. 
Ya estaba enterada de que solo tenían un instituto al que iría a pagar alguna penitencia de vidas pasadas, también el local de comida rápida que pertenecía a mi abuela, al cual fui cordialmente obligada como voluntaria de verano; ella quería que pasara la mayor parte de mi tiempo a su alrededor.

Vigilar que no fuera a alguna fiesta y que terminara de nuevo en el hospital por una sobredosis de M. En pocas palabras, esta casa, y este pueblo serían mi nueva carcel, y ella mi carcelera.

—¿Qué haré mientras no esté trabajando o contigo?

—Es verano cariño, puedes salir y conocer algún niño bonito. Tal vez te sorprenda cuantas caras agradables puedes encontrarte por ahí.—Concluyó con una sonrisa insinuante.

Hice una mueca poco disimulada y me ofreció un baso con agua para tomar la medicación, bebí el líquido frío mientras afuera el agua comenzaba a caer con intensidad.

—Antes mencionaste el psiquiátrico donde mamá ayudaba.—Saqué el tema nuevamente con curiosidad— ¿Qué hacía ella exactamente allí?

Hizo una exalación sentándose junto a mí en el sofá, cruzó sus piernas y me miró con seriedad.

—B, sé que la perdiste y que tendrás muchas preguntas de los años que te perdiste junto a ella, pero antes de responderte hablemos de como serán las cosas ahora que vives con la abuela. —Dijo dulcemente.

Presté atención a sus palabras.

—Te escucho.

—No me opondré si lo que quieres es salir y divertirte, pero lo único que voy a pedirte será que no intentes averiguar sobre ese lugar.

—¿Del psiquiátrico?—Indagué confundida.—¿Por qué?

—B, esto no se trata de hallarle un por qué, si digo que no lo hagas es porque no te quiero envuelta en eso, ¿sí?

Asentí cohibida.

—Está bien.—Me sonrió más tranquila.

—Como te decía puedes salir por ahí—la interrumpo.

—¿Pero?

—Pero si en algún momento decides dar alguna vuelta por el lago dentro del bosque voy a pedirte que no te acerques al tunel del bosque—me tomó por sorpresa el tono que utilizó— , ese tunel atraviesa la montaña, fue un camino que durante algún tiempo se utilizó como una vía más sencilla para llegar al psiquiátrico al otro lado de la montaña.—Explicó.




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