—No, tranquilo —respondí, cruzándome de brazos—. Se nota que estás más cansado que yo.
—Ni que lo digas dos veces... —bostezó.
Luciano ni se molestó en discutir. Se fue directo a la sala, apagó la luz y lo vi dejarse caer en el sofá.
Acepté esto solo porque el jefe estaba de vacaciones y no podíamos negarnos a todos los casos absurdos que llegaban.
Es pura paranoia.
Este condominio hasta tiene seguridad privada.
Solo estamos perdiendo el tiempo y el cansancio pesaba sobre mis párpados.
Necesitaba algo para mantenerme alerta... y ese café no servía ni para cagar.
Me dirigí al baño a echarme agua en la cara.
Entonces lo oí.
Pasos sordos t apresurados sobre la madera.
Mi cuerpo se tensó.
Alguien había entrado.
Empuñé la pistola y corrí hacia la sala, con el corazón martillando en mi pecho.
¿Cómo diablos había entrado alguien si yo mismo había asegurado cada ventana y puerta?
—¡Luciano! —llamé al llegar al sofá.
Silencio.
Algo no cuadraba.
Levanté las sábanas que cubrían su silueta.
No había nadie.
Solo un montón de almohadas cuidadosamente apiladas.
El criminal...
Siempre había estado dentro de la casa.
~.~.~.~
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Editado: 20.09.2025