Alexis había tomado la decisión. La sangre. No es legal, pera lo más directo, lo que podría ofrecer respuestas rápidas. Y si había ido a la comisaria era porque necesitaba ayuda.
—Tomen muestras de la sangre en su ropa y asegúrense de que las analicen de inmediato —ordenó mientras veía cómo llevaban al hombre a una camilla.
Parecía inofensivo, pero la imagen de sus manos cubiertas de sangre seguía fija en su mente.
Luciano se acercó, mirándolo de reojo.
—¿Estás seguro de que esto es lo mejor? Tal vez deberíamos haber comenzado con el teléfono o esperar a que se despierte.
Alexis respiró profundamente, cerrando los ojos por un instante. La intuición era su mayor arma, pero esta vez había algo más, algo inquietante, casi un zumbido en el fondo de su mente.
Algo que no terminaba de encajar.
—La sangre no miente, Luciano —respondió con determinación.
Apenas unos minutos después de que los técnicos comenzaran a tomar muestras, el teléfono de la estación sonó.
—Ponlo en altavoz —pidió Alexis.
El oficial hizo clic, y la voz de un hombre, tensa y entrecortada, se escuchó desde el otro lado de la línea.
—Vi a un hombre acuchillando a una mujer... en el basurero de la ciudad —dijo rápidamente.
Alexis se inclinó hacia el altavoz, sus ojos se estrecharon.
—¿Quién es usted?
El sonido de la llamada cortada llenó la habitación. Alexis sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El aire se volvió aún más pesado. Alexis miró a los otros oficiales.
—¡Preparen un equipo! —exclamó con urgencia.
Luciano lo miró con una expresión de alarma al ver la seriedad en su rostro.
El basurero de la ciudad era un lugar gris y sombrío, donde la noche parecía más oscura. Cuando Alexis y Luciano llegaron, los agentes ya habían acordonado la escena.
El hedor era abrumador, pero no tanto como la visión del cuerpo. Estaba tirado entre montones de basura, su piel pálida y sujeta a una grotesca inmovilidad.
El forense ya estaba en la escena, y cuando Alexis se acercó, su corazón se aceleró al ver el cuerpo. La mujer parecía tener entre treinta y cuarenta años. Tenía rasgos delicados, pero la brutalidad de su muerte le había quitado cualquier vestigio de paz.
Había manchas de sangre por todo el lugar, manchas que coincidían perfectamente con el hombre de hace un rato.
—¿Sera ella? —preguntó Alexis, aunque ya conocía la respuesta.
El forense asintió, sacudiendo la cabeza con gravedad.
—La misma sangre. Los análisis preliminares lo confirman. Esta es la mujer cuya sangre cubría al hombre en la comisaría.
Alexis apretó los dientes. Ese hombre había dicho que no recordaba nada. Que no sabía a quién había matado. Pero ahora tenía el cuerpo y la confesión de sangre. Todo apuntaba a él, y no había mucho que discutir.
—Métanlo a prisión hasta el juicio —ordenó Alexis mientras miraba a la mujer una última vez.
Alexis regresó a la comisaría, inquieto. Había hecho todo lo que debía: tomó las pruebas, identificaron a la mujer muerta, y el asesino estaba tras las rejas. Sin embargo, algo no encajaba.
La evidencia lo señalaba como culpable, confesó su delito, las pruebas lo corroboraban, pero ¿qué clase de persona iría directamente a su condena? ¿por qué no huyó y se escondió? ¿por qué vino a nosotros?
Esa sensación persistente de que algo estaba mal no lo abandonaba. A pesar de todo, ya no podía hacer nada más por él, el sistema había dictado su veredicto
~.~FIN~.~
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Editado: 20.09.2025