Caso 3 |libro Interactivo|

5

El sol matutino apenas iluminaba las calles cuando Alexis y Luciano se dirigieron al consultorio del Dr. Marcelo, el psiquiatra de Carlos, en busca de respuestas.

El recuerdo de la noche anterior, con Carlos bañado en sangre y sin memoria, seguía fresco en ambos.

Luciano, siempre más tranquilo, intentó suavizar el ambiente.

—Vamos —murmuró a Alexis, quien asintió y lo siguió de cerca.

El interior del consultorio estaba decorado con tonos cálidos, cuadros abstractos en las paredes y una pequeña fuente que goteaba en el fondo de la sala de espera. Buscaba crear una atmósfera de serenidad, pero para Alexis era casi sofocante.

—Oficiales, buenos días. ¿En qué puedo ayudarlos? —dijo el psiquiatra con una sonrisa cordial.

Era un hombre mayor, con gafas de marco fino y un aire de serenidad forzada que a Alexis le pareció irritante desde el primer momento.

Luciano, tomando la delantera, sonrió de vuelta.

—Buenos días, doctor. Venimos a hablar sobre uno de sus pacientes, Carlos Méndez.

El doctor asintió lentamente.

—Es correcto, Carlos ha estado bajo mi cuidado durante los últimos meses. ¿Qué los trae por aquí?

Alexis dejó que su mirada cayera un momento sobre la mesa del psiquiatra, antes de levantarla de nuevo.

—Está bajo custodia y creemos que podría estar relacionado con un incidente grave.

El Dr. Marcelo arqueó suavemente una ceja, sin perder la compostura.

—Entiendo, pero, como sabrán, no puedo compartir información de mis pacientes. Hay confidencialidad médica que debo respetar —respondió con tono sereno.

Luciano dio un paso adelante, su paciencia era mucho más limitada que la de su compañero.

—Doctor, entendemos su posición. Pero su paciente está bajo custodia por asesinato —insistió Luciano—. No tenemos tiempo para formalismos, doctor. Si hay algo que pueda ayudarnos a entender su estado mental, cualquier cosa, sería de gran ayuda. Solo buscamos información que nos permita manejar esto de la mejor manera posible —dijo con voz calmada, buscando empatía.

Alexis, siempre más calculador, cortó la conversación abruptamente:

—¿Nos va a dar el expediente o tendré que volver con una orden? —su tono tajante dejó claro que no estaban allí para jugar.

El Dr. Marcelo pareció sopesar sus opciones. Después de un silencio tenso, se levantó de su asiento y, con la misma calma distante, caminó hacia su escritorio. Sacó una carpeta de la gaveta y, lentamente, deslizó el expediente hacia Alexis y Luciano.

Cuando ambos oficiales abrieron el expediente, lo que encontraron los dejó en silencio.

—Esto... no puede ser verdad —murmuró Luciano, incrédulo.

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