Luciano estacionó el carro frente a la entrada del basurero, Alexis bajó, cubriendo inmediatamente su nariz, el aire cargado con el hedor de basura podrida y el peso de la muerte.
La escena estaba acordonada, y las luces azules de los autos policiales daban un matiz frío a todo el lugar. Al fondo, el cuerpo de una mujer yacía sobre un montón de desechos, inerte, con señales evidentes de violencia.
—Ale... —Luciano rompió el silencio, mirando el cuerpo con cautela—. ¿Crees que esta mujer sea la misma que Carlos...?
—No podemos asumir nada, Luciano —respondió con frialdad, volviéndose hacia uno de los oficiales cercanos—. ¿Ya tienen los resultados de la muestra de sangre?
El oficial asintió.
—Estarán listos en una hora. Ya enviamos todo al laboratorio.
Alexis asintió, su mandíbula tensa. Aunque se mostraba impasible, dentro de su mente, las dudas seguían acumulándose.
—Espero que no sea la misma—pensó para sus adentros, casi como una súplica silenciosa.
Sabía que, si las pruebas confirmaban que la mujer del basurero era la misma de la que Carlos hablaba, las cosas tomarían un rumbo mucho peor.
Se acercó al cadáver, su mirada analítica captando cada detalle: la posición del cuerpo, las heridas en el abdomen... la sangre seca sobre la ropa de la mujer parecía coincidir con la que había visto en Carlos cuando llegó a la estación.
Y las horas también concuerdan.
—Sé que estas agotado, pero debes de asumir que el hombre es culpable.
Un oficial se acercó con entregó información preliminar; evitando que Luciano tomara la mano de Alexis.
—Se encontró un cuchillo entre la basura. Tiene huellas. Estamos verificando sí coinciden con las de Carlos.
Todos asumían lo mismo, pero Alexis se negaba a esta confusa situación. Si mataste a alguien ¿por qué irías corriendo a la policía a decir que no recuerdas nada?
Todo encajaba demasiado bien, lo cual, para él, era motivo de sospecha. Demasiado perfecto, demasiado directo, demasiado fácil.
¿Por qué alguien como Carlos cometería un crimen así y luego aparecería en la estación cubierto de sangre, prácticamente entregándose?
Luciano lo miró, buscando una señal, una respuesta que despejara las dudas.
—¿Qué piensas? —preguntó con suavidad.
—Pienso que todo esto huele mal.
—¡Es la basura! —alego Luciano, entre risas.
Alexis quiso lanzarle una mirada seria que termino siendo de burla.
—Carlos no recuerda nada. Apuñaló a esta mujer y luego, ¿se presentó en la estación?
Las sirenas seguían sonando en la distancia, y el equipo forense continuaba su trabajo. Alexis se apartó un poco del cuerpo, caminando hacia un área más despejada.
Necesitaba tiempo para pensar, para juntar las piezas del rompecabezas. Pero el reloj corría y, si los resultados de sangre coincidían, Carlos estaría condenado.
—¡Oficial Alexis! —gritó uno de los técnicos, corriendo hacia él con una hoja en la mano—. Tenemos los resultados del laboratorio. La sangre que encontramos en la ropa de Carlos... coincide con la de la víctima.
Alexis cerró los ojos por un segundo, dejando escapar un suspiro profundo.
—Maldita sea...—pensó.
Alexis no estaba tan convencido. Aunque todo señalaba a Carlos, no podía sacudirse la sensación de que había un vacío en la historia.
La prueba de sangre había dado positivo.
Con ese resultado, la orden de aprehensión contra Carlos era irrefutable. El cuchillo con sus huellas, el cuerpo de la mujer en el basurero, su confesión... Todo lo señalaba directamente.
Alexis debería sentirse satisfecho, debería sentir que el caso estaba cerrado.
Pero no lo estaba.
—Falta algo —dijo Alexis.
El motivo.
Carlos no recordaba nada y no había ninguna relación evidente entre él y la mujer asesinada. No eran familiares, no compartían amigos, ni siquiera vivían en la misma parte de la ciudad.
Para Alexis, aquello no tenía sentido. Todo parecía demasiado aleatorio, como si alguien hubiera armado un rompecabezas a la fuerza.
—Excepto...
Un pensamiento surgió en su mente, algo que había pasado por alto, algo que estaba ahí pero que nadie más había considerado.
Alexis corrió por el basurero buscando a su jefe, dejando atrás a Luciano y los oficiales. Toda evidencia encontrada la tenía él en su custodia.
En su mente, todo giraba en torno a una única pieza de evidencia: el teléfono de ella.
—Señor, necesito autorización para revisar el teléfono de la víctima.
el hombre, con una mirada cansada y ceja arqueada se giró a verlo.
—Tenga, me da igual —le dio la bolsa.
Lo sacó con cuidado y entro directo a los contactos.
Y ahí, justo entre las llamadas perdidas y los mensajes sin responder, estaba lo que Alexis había estado buscando.
El único vínculo.
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Editado: 20.09.2025