El día del juicio llegó.
Alexis, con una venda visible en la cabeza, observaba todo desde la primera fila. Su rostro, marcado por la fatiga, dejaba entrever una satisfacción contenida. Sus ojos no se despegaban del estrado, donde su compañero, Luciano, se preparaba para exponer las pruebas que habían reunido.
Luciano se levantó de su asiento y caminó con calma hacia el frente. El murmullo que llenaba la sala se apagó de inmediato. El juez asintió, dándole la señal para comenzar.
—Señor juez, señoras y señores del jurado —comenzó Luciano, sosteniendo varios documentos en sus manos—, lo que les presento hoy son pruebas irrefutables del papel que el acusado, el doctor Marcelo, desempeñó en este asesinato.
Con un gesto, Luciano proyectó en la pantalla de la sala una serie de mensajes de texto entre el psiquiatra y la víctima, encontrados en el teléfono de la mujer, quien había sido hallada muerta el 18 de noviembre.
—Esta es una de las pruebas clave —dijo Luciano—. El psiquiatra acosaba y amenazaba a la víctima, quien había sido su esposa, a pesar de que ella había emitido una orden de alejamiento por maltrato.
El jurado observaba con atención. Incluso el fiscal, sentado a un lado, asintió en silencio mientras Luciano proseguía.
—El día del asesinato, se comprobó que el doctor realizó una llamada a Carlos, su paciente, minutos antes de que se cometiera el crimen. Sabemos que este hombre, Carlos, llegó a la comisaría cubierto de sangre, afirmando no conocer a la víctima. Entonces, la pregunta es: ¿cómo sabía de su existencia? La respuesta está aquí.
Levantó un libro que generó un murmullo en la sala. El juez pidió silencio mientras Luciano sostenía un libro sobre el control mental, encontrado en la oficina del psiquiatra.
—Este libro, titulado El control mental, fue encontrado en la oficina del acusado. El Doctor Marcelo manipuló a Carlos para que matara a su exesposa, aprovechando la vulnerabilidad de su mente debido a su frágil mente. (en el mismo archivo encontraran el diagnostico de disociación de la realidad). Utilizó técnicas de control mental para implantar ordenes en su mente. Esto fue comprobado cuando el doctor intentó hacer lo mismo con mi compañero, el detective Alexis.
El nombre de Alexis resonó en la sala. Las miradas se dirigieron hacia él, que permanecía impasible, aunque un destello de determinación brillaba en sus ojos.
—Y para aquellos que aún duden —prosiguió—, tenemos pruebas contundentes. Las cámaras de seguridad captaron el momento en que el doctor atacó a Alexis en su consultorio cuando descubrió su secreto. El intento de manipulación falló, pero no antes de que Alexis lograra obtener una confesión. Les pido que escuchen el siguiente audio, donde el psiquiatra demuestra ejercer control mental.
El audio comenzó a reproducirse en la sala. Las palabras del psiquiatra resonaron, claras y frías, describiendo cómo había manipulado a Carlos para llevar a cabo el asesinato, y cómo intentaba hacer lo mismo con Alexis.
—Y aún hay más—avisó—. Hemos recuperado la llamada que el doctor hizo a Carlos justo antes del asesinato, gracias a la compañía telefónica. En la grabación, podrán escuchar cómo le daba instrucciones específicas, incluyendo la ubicación exacta de la víctima.
Y como cereza del pastel, la voz de Marcelo sonó fuerte y claro en la grabación, dándole ordenes específicas y relajantes a Carlos, dándole ubicación de la mujer.
El silencio en la sala era abrumador cuando terminó la grabación. Luciano dio un paso atrás, observando al jurado.
—Señor juez, señoras y señores del jurado —concluyó Luciano—, el acusado no solo es responsable de este crimen, sino que ha utilizado sus conocimientos de psiquiatría para manipular y destruir vidas de manera sistemática. La justicia debe prevalecer.
El juez se tomó un momento, evaluando todo lo presentado. Tras un breve receso, el jurado regresó con su veredicto: culpable.
El psiquiatra fue sentenciado a 20 años de prisión por su papel en el asesinato y manipulación de Carlos. Este último, aunque inicialmente visto como el agresor, fue condenado a solo tres meses por homicidio involuntario, al demostrarse que fue una víctima del control mental ejercido sobre él.
Alexis, desde la primera fila, observó cómo se llevaban al doctor esposado. La satisfacción en su rostro ahora era más evidente, sabiendo ahora que iría a dormir con la consienta tranquila.
~.~.~.~
Fin.
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Editado: 20.09.2025