Caso 63

Un Ángel destructor de mundos

Cada vez que tomas una decisión, cambias el futuro.
—Deepak Chopra.

 

 

 

 

19 de diciembre del 2012

Han pasados muchos días, muchas cosas, he intentado ordenar la línea de tiempo en mi cabeza. Varias semanas después del viaje he notado que mi reloj biológico ha quedado alterado, he notado que duermo poco, cosas que ocurrieron antes pareciera más próximas y cosas más lejanas parecen haber ocurrido hace minutos.

Por eso mi grabadora me ayuda tanto, será esta la razón por la que en el futuro voy a tener esta costumbre de grabarlo todo, como si tuviera miedo a que mis recuerdos se esfumaran.

Escucho una y otra vez la conversación que he tenido con Elisa, quizás la persona más cercana y vulnerable que conozco, bueno yo misma hace 10 años en otro cuerpo, pero con ese temor a hacer las cosas mal. Como podía ser tan frágil y que nadie se diera cuenta, verme en ese espejo me demostró que nuestros recuerdos son inexactos... no sé, me recordaba diferente más alegre, más esperanzada quizás.

A sido extraño sentir infinita ternura por mí misma, pensé que me costaría hablar con ella, pero fue ella la que finalmente se acercó y me pregunto cómo conocía el jardín secreto, fue ella la que se abrió de una manera total e inesperada, me pregunto si trabajaba en el hospital y le conteste que hacía 10 años ella supuso que era en el pasado...

—Perdón, ¿Cuál es tu nombre?

—Beatriz

—Que coincidencia, mi segundo nombre también es Beatriz nunca lo uso.

—¿Sabes lo que significa?

—No

—Viene de Viatrix, el femenino de Viator, que significa viajero

—Te va a parecer tonto, pero algo en ti me resulta familiar no acostumbro a ser tan abierta.

Adelanto la conversación en la grabadora.

—Perdón, no debería qué vergüenza... —Elisa había comenzado a llorar sin razón alguna.

—No, no está bien, de verdad está bien, toma aquí hay un pañuelo. —Le paso un pañuelo de mi bolsa.

—Qué vergüenza, gracias... —Elisa se seca las lágrimas apenada, toco su hombro brevemente sonriendo amablemente para intentar que se tranquilizara.

—No, si no tiene nada de malo ser vulnerable a veces, ¿Quién dice que siempre tienes que ser fuerte?

—Muchas gracias... toda mi vida he luchado por ser alguien que quiere estar en control ya sabes que no te pasen por encima y mírame, llorando frente a una desconocida.

—¿Por qué lloras? —Vuelve agachar la mirada como si creyera que yo la juzgaría por lo que fuera a decir. —Hey puedes confiar en mí, lo sientes cierto.

—A veces siento que voy a desaparecer...

—¿Qué? —La miro confundida.

—No, no hablo de pensamientos suicidas, no, hablo de la sensación de que pronto dejare de existir o que una parte de mi dejara de existir y que no hace nada significativo nunca, a veces tengo miedo de no tener un futuro, de pasar y que no haya hecho nada relevante.

—Mira, somos casi ocho mil millones de personas, ¿Cuántas van a hacer algo de verdad relevante?, ¿una vacuna?, ¿una cura?, ¿una idea?, un descubrimiento que lo cambiara todo, ¿Cuántas?

—Pocos.

—Muy pocos y para que esa persona haga eso todos somos parte y no lo estoy diciendo de forma metafórica, de verdad todos somos parte, cada vez que hacemos algo por pequeño sea generamos efectos gigantes en otros, lo que hacemos hoy cambia y afecta a millones y lo que haces ahora hace que alguien encuentre la cura de algo en el futuro, por ejemplo, nunca lo vas a saber y esa persona nunca lo va a saber lo cual está bien, anonimato y colaboración, es bonito. En lo bueno y lo malo, aunque no lo queramos somos parte. Ahora en esta misma conversación, estas cambiando cosas importantes sin siquiera imaginártelo solo se algo y te lo digo por mi experiencia en un punto esa sensación de vacío va a desaparecer y tú no vas a desaparecer.

Permaneció unos minutos en silencio antes de ver la grabadora en mi regazo.

—Así que una grabadora, tal vez vaya a usar ese truco en el futuro... gracias por esto.

Elisa se pone de pie y me sonríe una última vez antes de comenzar a alejarse de mí.

—Elisa...

—¿Si? —Se gira de nuevo, no sabía lo que hacía, había decidido no hacerlo, pero ahora no sé qué me había impulsado para decirle lo de María.

—Una pregunta... conozco una adolescente muy cercana que tiene serios trastornos de personalidad, creo que está siendo un brote de esquizofrenia y estoy un poco preocupada. Yo ya estoy lejos de la practica hospitalaria y su padre está en negación con respecto a eso, él es un colega.

—Claro yo te ayudo con ella, dime quien es y yo te digo el protocolo podemos ayudarla, ¿la conoces bien?

—Si... —De nuevo sentía esa sensación de estar traicionando la confianza de Vicente y se sentirme mal por hacerlo eso a una niña.

—¿Cómo se llama la paciente?

—No, no, no en realidad, voy a evaluarla mejor y si necesito ayuda yo sé cómo encontrarte...

Había pasado una hora desde que se fue Elisa y me quede ahí inmóvil sentada, incapaz de poder levantarme. Borré completamente la entrevista que tuve con María porque, bueno he pensado en el poder de las palabras, una palabra dicha en el momento preciso puede destruir una vida o hacerla brillar. Como nadie nunca nos dijo eso, pienso en las palabras que me dijeron y me formaron y pienso que no soy nadie para decir las palabras que va a hundir a María, pienso que si pensaba apagar la mente brillante de esa joven la conversación con Elisa me indico que no debo hacerlo, que debo ser invisible, que no cumplí con mi misión y no sé si me importa....




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