Caso Abierto I

Dieciséis Años Después...

Uno de los tres compañeros de Pablo que estaba sentado en la barra más cerca de la puerta levantó la mano y pidió otra ronda al camarero. Pablo levantó la vista del periódico que leía cerrándolo por la mitad, se puso los dedos en las sienes y los introdujo entre los mechones de su cabello negro peinándolos hacia detrás. Buena parte de la gomina que se untó antes de salir de casa ya había desaparecido debido a ese gesto nervioso a lo largo del día.

Llevaba más de nueve años tomando cañas con ellos después de terminar el turno de tarde pero las bromas sobre su relación con Evelyn no tenían intención de finalizar nunca. Aunque hacía caso omiso a esos comentarios, sintiéndose un poco culpable de que las mujeres se fijasen en él porque a diferencia de sus compañeros que ya se les notaba la hora de la cerveza en las abdominales, Pablo media más de metro ochenta, tenía el bíceps bien marcado y los brazos fuertes y moldeados.

— Sírvanos otra ronda-le pidió al camarero —un tipo calvo, bajito y con unas lentes enormes. Ya eran las cinco menos cuarto de la tarde, su turno terminó a las tres, lo que significaba que llevaba más de una hora escuchando tonterías .No miraría más el reloj, se limitaría a beberse la cerveza y despedirse. Se hizo un silencio extraño, nadie habló, fueron los minutos más difíciles de Pablo. Estaba decidido a marcharse, pero si lo hacía en ese momento sería el tema de conversación puesto que no les quedaba otra cosa sobre que discutir. Aunque si tardaba un poco más igualmente hablarían sobre él; de su prisa por volver a casa y de su incondicional amor hacía su mujer. Pero Pablo no se marchaba a su casa, era muy aburrido estar allí, era aburrido estar en cualquier sitio sin Evelyn. El piso que compraron para vivir juntos le parecía demasiado grande para él sólo. Todavía mantenía intacta la habitación donde Evelyn escribía, ella pasaba allí horas, perdida en sus pensamientos o en lugares donde nadie podía llegar.

Pablo aprendió con los años a no meterse en ese mundo del cual ella a veces le contaba pequeños detalles. Sabía que Evelyn llevaba meses dándole vueltas a un trabajo; pasaba largas temporadas sin trabajo, aunque a Pablo no le importaba porque tenían un buen piso que compraron nada más conocerse con la ayuda del padre de Evelyn (el cual muy de vez en cuando les enviaba unos inmensos cheques).

Dos meses antes de que Evelyn desapareciera, esta comenzó a explicarle algo sobre una clínica privada. Quería escribir un artículo y llevarlo a una revista femenina en la que trabajaba ocasionalmente haciendo traducciones. No hubiese sido la primera vez que se habrían tenido que desplazar y realizar un largo viaje, para que Evelyn escribiera un artículo que nunca se llegara a publicar. Ella se ilusionaba tanto que él se sentía incapaz de opinar sobre su error.

Pero aquella tarde Pablo salió más temprano de la oficina y a las tres y doce minutos ya estaba en casa; llamó a Evelin nada más entrar pero esta no contestó, sintió un impulso de desesperación al pensar que lo había dejado, pero tras llamarla otra vez, salió de su estudio.

— Estaba distraída — dijo en modo de disculpa— , no te he oído llegar.

A veces Pablo tenía la sensación de que Evelyn venia de un lugar lejano, cuya existencia nadie conocía y donde nadie podría llegar jamás.

Estaban terminando de comer, Pablo pelaba una naranja mientras Evelyn encendía un cigarrillo.

— Este fin de semana podríamos viajar a Madrid.

Pablo sabía que acabaría proponiéndoselo, así que ya había buscado una excusa; con voz muy seria y cansada comenzó a explicarle que necesitaría más de un fin de semana para su artículo y que él tendría que volver a casa dejándola allí sola. Que el fin de semana que tenía libre era para descansar y no para emprender un molesto viaje.

Cuando terminó de comer Pablo se levantó de la mesa para tenderse en el sofá. Evelyn recogió la mesa dejando los platos en el fregadero y se encerró en su estudio. Pablo se dirigió a la cocina y vio que no estaba allí, sabía que si Evelyn dejaba los platos sin fregar significaba que no tenía ganas de hacer nada, que no preguntarle si le apetecía tomar café era que no estaba dispuesta a hacer nada más por él y que encerrarse en su estudio sin avisar era que no quería saber nada de él durante un tiempo.

Pero aun así, Pablo se dirigió a su estudio y tras la repisa de la puerta vio que la luz estaba apagada. Golpeó con los nudillos dos veces pero no obtuvo respuesta, así que empujó despacio la puerta y con la poca luz que entró en la habitación la pudo ver en su silla mirando a la oscuridad.

— Iremos a Madrid si tanta importancia tiene ese trabajo para ti — le dijo acercándose.

Evelyn acurrucada en su silla con la cara húmeda a causa del llanto, no le contesto.

— Evelyn… ¿Quieres que viajemos a Madrid?

Un simple lo siento hubiese sido suficiente, él lo sabía, por eso apretó los labios y lo retuvo con todo su dolor. Hubiesen acabado haciendo el amor de haberse disculpado con ella, pero también viajando a Madrid. Así que Pablo no dijo nada, le paso la mano por el cabello despeinado a lo que ella apartó la cabeza en un gesto furioso.

— Déjame sola — dijo en tono neutro.

Pablo salió de la habitación y Evelyn se levantó en ese momento para cerrar la puerta tras él dando un portazo.

— ¡Eres un egoísta, te odio! — gritó enfurecida.

No creía lo que acababa de oír, en tantos años de convivencia nunca la oyó hablar así, pero estaba furiosa y no valía la pena discutir con ella.

De camino a “La Habana”, el club en el que Pablo pasaba las noches desde que se dio cuenta de que Evelyn no iba a regresar, se culpaba que lo hubiese dejado, pensaba que tendría que haber

vuelto a consolarla aunque hubiese tenido que sacrificar su fin de semana libre.

Se avergonzaba de haberla querido tanto, haber espiado su rostro tantas veces y haberse convencido de que podía retenerla por siempre a su lado. Aunque hubo un tiempo en el que creyó que iba a volver, ahora estaba convencido de que tenía que olvidarla con todas sus fuerzas. Pero era imposible, no por no haberlo intentado con toda su alma, sino porque su imagen seguía viva en el recuerdo de su inconsciente, como un alma en vela por él, como un amor secreto que no se podía tocar pero todos notaban su presencia.




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