Levantó la cabeza con la luz gris del amanecer. El olor a vómito flotaba en el aire. La boca le sabía amarga. El cerebro, envuelto en una niebla espesa.
Quería agua. Mucha agua fría. Bebió tres vasos grandes de una cubeta que había llenado en el arroyo. Luego salió fuera, se desnudó y se metió en la corriente poco profunda. El agua helada le cortó la respiración, pero tuvo la sensación de que arrastraba consigo los excesos de aquella noche, la más absurda de todas.
Limpio, aún temblando, regresó a la casa. Se secó con una toalla áspera y se puso el pijama con movimientos torpes. No quiero encontrarme con esto cuando despierte, pensó. Acto seguido limpió el vómito con meticulosidad excesiva, como si al hacerlo pudiera borrar también el recuerdo de la noche anterior. Guardó la botella, la jarra de vino y los vasos. Hizo un hatillo con la ropa sucia para llevarla directamente a la lavandería, sin tener que volver a verla ni tocarla más de lo necesario.
El día había amanecido luminoso, aunque el sol aún no asomaba por encima de las montañas. La luz blanca de la mañana se colaba por las ventanas, implacable. Apagó la lámpara, cuyo resplandor amarillento resultaba ahora obsceno frente a la claridad del exterior.
Se metió bajo las mantas y, antes de dormirse, pensó con una mezcla de culpa y cansancio: ¿Por qué he tenido que hacer esto? No volveré a hacerlo. El sueño lo venció de inmediato.
Cuando despertó, supo por la posición del sol que se acercaba el mediodía. Se levantó con lentitud. Al vestirse notó un leve temblor en las manos, pero se sentía casi humano. Mientras se abrochaba la camisa, tuvo la vaga impresión de haber soñado algo importante. El recuerdo se le escapaba, difuso, como una imagen vista a través del agua. Intentó atraparlo, pero se desvaneció.
No importa, se dijo. Los sueños no significan nada.
No tenía ganas de preparar desayuno. En cuanto terminó de vestirse, tomó el coche y se dirigió al pueblo. Almorzó en el restaurante de La Fonda, un plato sencillo que le devolvió algo de energía.
Tal vez sería buena idea —decidió— ir al periódico local, El Crepúsculo de la Alpujarra, y completar allí la información que le faltaba sobre el asesinato de Julia Amaya. Cuanto antes cerrara ese asunto, mejor se sentiría. Tras lo ocurrido la noche anterior, incluso llegó a preguntarse si no había cometido un error aceptando encargarse de aquello. Aunque, pensándolo bien, ¿se habría emborrachado igualmente?
Era la hora de la comida, el peor momento para hacer gestiones. El almuerzo le había sentado bien y llegó a pensar que una copa no le haría daño, siempre que se limitara a una.
Para matar el tiempo se acercó al Mesón del Barranco, a un par de kilómetros del pueblo, en dirección a Órgiva. Se tomó dos vasos de vino, ni uno más. Cuando el reloj marcó la una y media, decidió que ya era hora de ir al periódico.
El director tenía su escritorio junto a la puerta de entrada. Era un hombre bajo, de pelo claro, cortado muy corto, de un estilo que, sin quererlo, le recordó a Nelson. Daniel se presentó.
—Me llamo Callahan —respondió el director estrechándole la mano—. ¿En qué puedo ayudarle?
Daniel se lo explicó, añadiendo:
—…y si tienen ustedes archivo de números antiguos, de hace unos ocho años…
Callahan sonrió con cierto orgullo.
—Tenemos bastante más que eso. Somos el periódico más antiguo de la comarca. Se fundó en 1890. El único inconveniente es que tendrá que consultar los volúmenes aquí mismo. No los prestamos.
—Me parece bien.
Callahan fue a una sala interior y regresó cargando un grueso tomo de periódicos encuadernados, que dejó sobre el mostrador con un golpe sordo.
—Este es el año. Si no recuerdo mal, el cuerpo de Julia Amaya apareció en julio… quizá agosto. Yo empezaría por julio.
Daniel le dio las gracias y comenzó a pasar las páginas hasta dar con el primer número de julio. No encontró nada. Pasó al segundo, tampoco. En el tercero, un titular llamó su atención:
«HALLADO EL CADÁVER DE UNA MUJER DESCONOCIDA CERCA DE ARROYO SECO».
Callahan se colocó al otro lado del mostrador.
—Sí, ahora lo recuerdo —dijo—. La noticia nos llegó un miércoles, casi a la hora de cerrar edición. En ese número solo aparece el hallazgo. En el siguiente están los detalles. ¿Quiere papel y lápiz?
—Papel, por favor. El lápiz lo traigo yo.
Daniel leyó con atención la crónica. El cuerpo había sido encontrado por Ramón Camacho, vecino de Arroyo Seco, mientras cazaba por la zona. Estaba enterrado de forma superficial en terreno arenoso, aparentemente excavado con las manos. Un perro o un zorro había escarbado hasta dejar al descubierto parte del cadáver, y Camacho lo localizó por el hedor que salía del agujero. Al asomarse, distinguió lo que parecía cabello humano negro. Retiró arena hasta convencerse de que se trataba de un cuerpo. Regresó al pueblo y avisó por teléfono a la Guardia Civil.
El sargento acudió acompañado de un médico forense y otro agente. Procedieron a la exhumación. El cuerpo se encontraba en avanzado estado de descomposición, pero, según el informe del forense —el doctor Gómez—, correspondía al de una mujer joven fallecida hacía dos meses o dos meses y medio. Se anunció que se practicaría la autopsia y que se abrirían diligencias judiciales.
Daniel levantó la vista del papel. Aquello ya no era solo una historia contada de boca en boca.
Era un hecho. Un cuerpo. Una muerte real.
Daniel miró a Callahan, que permanecía a su lado, apoyado en el mostrador, siguiendo con atención cada uno de sus gestos.
—Pero… —preguntó—, ¿no relacionaron de inmediato el hallazgo del cadáver con la declaración de Pepe Sánchez?
Callahan negó lentamente con la cabeza.
—El sargento Freeman, que entonces estaba al frente del puesto de la Guardia Civil, dijo después que sí hizo la relación en su fuero interno, pero prefirió no manifestarla hasta que se celebrara el juicio. Confiaba en localizar a Nelson antes de que el rumor se extendiera. Yo, en aquel momento, no sabía nada de lo que había visto el chico. Me lo contó el propio Freeman días más tarde. Cuando publicamos la primera noticia tampoco sabía que el cuerpo presentaba heridas de arma blanca. El sargento no me lo dijo.
Editado: 17.12.2025