¿Alguna vez has tenido la sensación de que algo va mal y por mucho que quieras arreglarlo no puedes?, ¿que por más que quieras sabes que no saldrás de ella? Eso mismo me pasaba a mí, mientras el cuchillo se enterraba de forma profunda en mi rodilla derecha, desgarrando la piel y el músculo, al igual que un grito de dolor, que fue amortiguado por un puñetazo directo a mi mejilla. Definitivamente, se me estaba yendo de las manos.
No se suponía que esto acabaría así. Yo solo tenía que conseguir información, robar algo que me llamara la atención, pero de poco valor para los propietarios, y salir de ahí lo antes posible sin heridas. Pero no, el karma tuvo que entrar en acción justo en ese momento. No es muy casual que se rompa el alambre que te sujeta y que, al caer al suelo, caigas en una red: claro está que me esperaban. Debí haberlo supuesto, al fin y al cabo, esto era Italia.
- Per chi lavori? - la grave voz del hombre retumbó entre las paredes, junto con su italiano acento de nacimiento, mientras yo reía al escuchar tal absurda pregunta -. Rispondi!
Otro golpe llegó a mi rostro obligándome a girar la cabeza. Escupí al suelo para sacar la sangre que se había originado junto a la saliva debido al puñetazo, manchando mi pelo a su paso, al no ser capaz ni de verlo ni de devolverlo a su posición principal.
- Vuoi morire?
Escuché el seguro de un arma ser removido y el movimiento de unos pasos acercándose a mi posición. El metal tocó mi garganta, obligándome a levantar la cabeza, mientras una mano retiraba el pelo que se me había quedado pegado al labio por la sangre, dejándolo detrás de mi oreja con un suave pero amenazante movimiento.
Mis labios se curvaron en una sonrisa engreída, como siempre ocurría en estos momentos, y me mordí el inferior como la fea manía que tengo la cual debo aprender a evitar.
- Ultima possibilità - su voz sonaba más grave que la primera vez, probablemente debido a la falta de paciencia a mi esperada respuesta.
Para hacer más real su amenaza presionó la boca de la pistola contra mi garganta, obligándome a emitir un quejido por la dificultad para respirar que originó tal acción.
- Perché pensi che lavoro con qualcuno?
Un perfecto italiano, con el acento correcto y del modo al decirlo siendo la adecuada, logró que algunos susurros se hicieran presente en la sala y que la presión ejercida por el cabecilla disminuyera, permitiéndome tragar y respirar con mejor facilidad en comparación en cómo había sido previamente.
No era la primera vez que me preguntaban eso, y no sería la última vez en la que respondería lo mismo, a pesar de los consejos dados por mis superiores, pero, ¿a quién le importaba?
¡Yo no había pedido esta vida! Me gustaba como era antes: robar de vez en cuando, engañar, seducir, ganarme un nombre al igual que labrarme una reputación; y todo se había ido a la mierda porque a la CIA y al MI6 le interesaba como una posible agente.
Me gustaba ser una criminal, no mataba por gusto aunque no iba a negar que en algún momento lo había hecho. A veces es necesario decidir entre una vida o la tuya, y era todavía bastante joven para entregar mi alma al diablo. Por lo que también soy demasiado joven para que cualquiera de estas dos sedes me controlen.
- Ufficiale o criminale? - esta vez la voz era más suave por lo que supuse que había sido otra persona, probablemente rondando los veinte años.
- Ti dispiace? - sí. Tenía claro que iba a pagar caro mi atrevimiento.
- Molto - la respuesta sonó lejos de mi posición, siendo de un hombre también pero aparentemente mayor que los dos anteriores en hablar.
Llevaba mi entrenamiento a la cancha, los estaba entreteniendo. Eso no lo enseña ni el MI6 ni la CIA, se aprende después de miles y miles de atrapadas o de misiones. Es extraño que ambas organizaciones me permitan unirme a ellas pese a la gran cantidad de delitos que había originado y de los cuales, con algunos, me sentía orgullosa de haberlos realizado.
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Editado: 05.04.2019