Caso Adams

Capítulo VIII

El día se pasó relativamente rápido en comparación con lo que suele durar una jornada escolar. Las clases de la otras asignaturas fueron horas de sueño para Connor.

¿Por qué?

Respuesta fácil: solo se presentaron los profesores y dijeron que se iba a hacer en el día a día y poca cosa más. Después de terminar la charla, daban la hora libre por lo que como adolescentes que somos solo revisamos las redes sociales o cotilleamos de algún romance de verano.

Gracias al cielo Aaron no se sentó en ninguna otra clase cerca nuestro, por lo que en ese ámbito iba bien. Solo tendría que soportarlo en filosofía cosa que me agobiaba bastante ya que era la única asignatura en la que sacaba buenas notas.

Las otras asignaturas no me atraían. No enseñaban cosas que no se pudieran contrastar. Las matemáticas son exactas, la química tiene sus reacciones, los idiomas son como son por razones históricas, y así podríamos continuar hasta terminar con todas las clases.

La filosofía se me da bien porque es cuestión de entenderla. Una vez veas como va, solo es cuestión de tener tu opinión en una idea, relacionarla y saber argumentarla.

Y por lo visto, Aaron parece ser bueno en esa asignatura, por lo menos, ya que no he podido comprobarlo en las otras aún.

Escucho a Brooke y a Connor discutir sobre alguna tontería a mi lado pero yo no le quito la vista al nuevo en ningún momento, cosa que logra que se de cuenta y me mire con una ceja alzada. Giro la cabeza rápidamente notando como el calor - y por consiguiente, el color - a mi cara.

Pillada in fragganti. Nunca me había pasado eso, por lo que supongo que para todo hay una primera vez.

- Te digo que sé lo que vi.

- No me vengas con tonterías Connor – replica Brooke -. ¿Me estás diciendo que viste como una persona le propone matrimonio a otra mientras hacían caída libre?

- Sí – responde Connor orgulloso.

- ¿Cómo se supone que has conseguido verlos?

- Existen prismáticos.

- Los cuales llegan a una distancia máxima.

- Por no hablar de que la presión se habría llevado el anillo – comento yo.

-  No tiene por qué – replica Connor -. Si lo llevas en una caja al vacío no.

- ¿Y cómo se supone que se lo puso? – insiste Brooke -. Según dijiste lo llevaba puesto cuando aterrizaron.

- Bueno... Es posible que no se lo pidiera en el aire – corrige Connor.

- Aleluya.

- Y puede que tampoco lo llevara en un bolsillo...

- ¿Qué más? – insiste Brooke.

- Y es probable que se lo pidiera cuando ya estaban en tierra y con gente esperando.

Sin poder aguantar más comienzo a reírme por las ocurrencias de mi amigo. Siempre exagerando las cosas. No digo que lo que haya dicho sea incorrecto o que no sea posible pero como siempre multiplica las cosas por cien, hay que sacarle la verdad a la fuerza.

Suena la sirena que indica el final de nuestro horario escolar por lo que vamos a la cafetería a comprar algo de comida para almorzar y esperar dos horas hasta que mi hermano salga de clases. Por que sí, ellos salen después.

La cantina del colegio es como la de cualquier otro: buffet libre en el que eliges entre lo que se haya cocinado ese día, la zona en el que pagas el ticket y las distintas mesas separada por grupos.

Lo típico.

Compramos y vamos a hacer la cola mientras hablamos de temas triviales.  charlando sobre las vacaciones cuando vemos aparecer al famoso grupo de populares: jugadores y animadoras. Es triste que siempre existan tales tópicos sobre los populares.

Los inteligentes son populares cuando los demás los necesitan para algún trabajo de clase. En ese momento todos los alumnos son muy amigos de ellos, demostrándolo pasando tiempo a su lado. En el día a día, son el foco de burlas y ciertas agresiones - a veces leves y otras graves -.

Volviendo al tema actual, la gran puerta de madera se abre revelando a ese grupo, junto con una persona nueva: Aaron.

Sinceramente, no era de extrañar. Lo raro es que no se hayan juntado antes. Él, a parte de ser inteligente, tiene un buen físico e imagino que será fácil entablar conversación con él, lo que es suficiente para que el grupo le acepte.

Triste, básico pero cierto.

La única diferencia que tiene este instituto es que al ser pequeño nadie se pelea por la comida. Es raro ya que es costumbre leer y ver que el pueblo debe abrirle camino a los reyes y poderosos, pero aquí no es así.

Es verdad que muchos de los populares tiene el cerebro del tamaño de una nuez y el ego más grande que un campo de fútbol, pero no hay nada que se pueda hacer.

No se puede ayudar a las personas que no quieren ser ayudadas.

Una vez pedimos la comida, tomamos sitio en nuestra mesa - sí, nuestra porque tampoco somos tan originales como para cambiar la tradición -.

Todo ha como siempre ha ido: comiendo, hablando, de vez en cuando alguna pelea... Lo normal. Lo que no es normal es que me pase mirando a Aaron todo el rato que pasa en la cola para adquirir la comida, sin quitarle la vista de encima en ningún momento.

Es deprimente el hecho de ser buena robando y espiando pero ser un completo fracaso en mirar disimuladamente a alguien. Estoy siendo tan descarada que hasta Brooke se ha dado cuenta, cosa que es raro, ya que ella no ve tres en un burro ni un elefante que se siente junto a ella en clase.

- Creo que estás siendo bastante cantosa.

Y tanto que lo era, hasta el punto que el susodicho lo note y se de la vuelta sorprendido, consiguiendo que mi cara se torne de color carmesí y me gire rápidamente hacia el frente, mirando mi plato.

Siento vergüenza hacia mi persona en estos momentos. Rara vez alguien lograba esta reacción en mi. Excepto Genovese y uno de sus hijos, en la vida había conseguido esa respuesta tan notoria de alguien con el que no tenía relación.

Después de respirar profundamente, vuelvo a coger el tenedor, disponiéndome a comer, olvidando así el humillante circunstancia vivida.

Bromeo con Brooke sobre tonterías mientras Connor se recuesta en la mesa y termina roncando ligeramente.

Aunque pasen los años, nunca entenderé cómo es posible que se duerma en cualquier lugar, haya ruido, esté el suelo en movimiento, le tiren de donde se encuentre u ocurra una apocalipsis. Daba igual. Él siempre lograba dormir.

Por el rabillo del ojo vi como Aaron se levantaba de su mesa y  del comedor con la mochila a cuestas. Solo. Siendo nuevo. Sin conocer el instituto.

Dudaba seriamente que fuera a investigar por su cuenta cuando había un gran número de personas, tanto chicas como chicos, que le enseñaran todas las instalaciones.

Sin pensármelo dos veces y bajo la atenta mirada de Brooke cojo la mochila y me despido rápidamente de ella, haciendo caso omiso a su advertencia.

Salgo tranquilamente de la cantina con el fin de evitar comentarios o castigos de cualquier tipo, aunque una vez estoy fuera de miradas curiosas, recorro de forma rápida los pasillos hasta que encuentro por el que se ha ido Aaron.

¿Por qué se que es ese?

Bueno, digamos que los años me han ayudado a desarrollar el olfato y el oído. Por no decir que su intenso perfume deja una fuerte fragancia impregnada en los pasillos y que sus pisadas son más ruidosas de lo que deberían.

Tampoco me llevo de la confianza. Este chico no me da buena espina, por lo que prefiero guardar las distancias con él, pero logrando, a ser posible, algo de información.

El hecho de que sea muy ruidoso es incluso más sospechoso que si fuera en silencio. Eso implica que se esfuerza demasiado para que se le note.

Le sigo sin hacer movimientos bruscos y caminando sin pisar del todo, lo que consigue que no genere ningún estruendo.

Al girar la esquina solo diviso el final de su mochila y de su pie, por lo que avanzo con mayor rapidez pero aún sin hacer ruido.

Recorro el pasillo hasta llegar al vértice de este y disminuyo la marcha de golpe. A mi lado solo hay taquillas y ninguna clase.

Maldigo en silencio mientras avanzo un poco más para ver si me equivoco de pasillo pero no lo hago. Este no tiene salida y se basa en muchísimas taquillas apiladas, aunque sé que se me escapa algo. Yo no he venido con Brooke aquí solo para coger los libros.

Me giro y caigo en la cuenta demasiado tarde.

Los baños.

Y es tarde porque Aaron se encuentra delante de mí, sonriendo arrogantemente, mirándome fijamente. Me agarra una mano arrastrándome hacia él, sujetándome las dos manos a mi espalda mientras que con la suya libre me tapa la boca evitando que grite. Aunque no es que lo tuviera pensado.

Es absurdo gritar. ¿Quién haría caso? Por no hablar de que estamos en un colegio y todos están comiendo.

- Hola preciosa – comienza con una sonrisa -, ¿me seguías?

Dice antes de empujarme a uno de los baños, aunque no logro fijarme si los masculinos o femeninos, pero da igual.

Me empuja contra la pared más cercana a la puerta, la cual cierra de un giro rápido al seguro. De un momento a otro se posiciona delante mío, apresándome las manos por encima de la cabeza. Una postura un tanto comprometedora en caso de que algún tercero mirase, ya que Aaron se ha inclinado lo suficiente para parecer otra cosa.

- ¿Te presentarás ahora?

- ¿Quién quiere saberlo?

- Yo – responde irónicamente.

- Me refiero a quién es ese yo.

- Aaron Gates.

- ¿Estás seguro de eso?

- ¿No lo estás tú?

- Yo no soy el que busca mi presentación- indico mientras me remuevo para tratar de soltarme.

- Tú no necesitas presentación – contesta sin dejar de sonreír-. ¿No crees, Lady Beltza?

No le da tiempo de reaccionar ni a mi de pensar en lo que hago. Muevo mi pie derecho hacia el interior de su rodilla, acompañándolo de un golpe en su frente con mi cabeza, lo que logra que se desestabilice y caiga al suelo haciendo el ruido necesario.

Si antes sospechaba, ahora esas dudas se habían disipado ya que nadie se tropieza cayendo al suelo en silencio. Al menos al chocar con el suelo se hace algún sonido.

Cae boca arriba por lo que inmediatamente me siento a horcajadas encima de él, presionando con las rodillas sus brazos, evitando que mueva las manos.

- Preguntaría quién eres pero, a mi parecer, la respuesta es obvia.

- ¿No se supone que no debes dar tu nombre a desconocidos?

- La cosa es que tú no eres un desconocido.

- Estás segura de ello.

- ¿Debería estar confundida por no saber quién eres, Anderson? – pregunto, inocentemente.

Tras la mención de ese apellido sus ojos se abrieron rápidamente y la respiración le comenzó a fallar un poco.

- Para ser un espía estás bastante mal entrenado – le digo, alzando una ceja.

- ¿Y si esa es la idea principal? – responde él con otra pregunta, imitando mi gesto.

- ¿Con qué finalidad en ese caso?

- Esta – sonríe cínicamente.

Lo siguiente que sé es que me encuentro debajo de él, con las manos apresadas por las suyas a ambos lados de mi cabeza, además de las piernas inmovilizadas, juntas entre las suyas.

Me retuerzo debajo de él pero no hay forma humana de moverle, por lo que suelto un gruñido de frustración, que consigue que él ría ligeramente.

Muevo los dedos consiguiendo arañar un poco sus muñecas pero no lo suficiente. Aaron - si es que ese es su nombre, cosa que dudo - coloca sus pies encima de mis muslos, así que se me hace casi imposible soltarme.

Sonrío.

He dicho casi.

Él se asegura de tener mis piernas juntas y sin movilidad, desatendiendo las manos por un momento, que me permite realizar mi siguiente movimiento.

Ocurre todo muy rápido. Más para él que para mi, imagino. El hecho es que muevo de forma precisa mis manos apresadas por las suyas hacia arriba de mi cabeza, lo que ocasiona que su cuerpo se impulse hacia delante y abajo  para mantener el equilibrio.

Sonrío cuando cierra los ojos al creer que mi intención es darle un cabezazo y levanto mi pierna derecha con fuerza a la vez que le muerdo el brazo dejándole la marca, el logrando que pierda la estabilidad que consiguió antes.

Me levanto deprisa y me alejo de Aaron pero quedándome en el centro del baño y en el lado de la puerta. No soy tan tonta como para quedarme pegada a una pared donde puede ser fácil acorralarme.

Le miro mientras se levanta, tocándose el brazo que sangra un poco debido al mordisco. Sonrío orgullosa ya que hacía tiempo que no lograba hacer sangrar a alguien gracias a una mordedura.

- He de admitir que estoy sorprendido.

- Es lamentable que se vea sorprendido por esto.

- También es curioso que me trate de usted a pesar de que tenemos la misma edad.

- Tengo mis dudas en eso de tener la misma edad.

- Permíteme disiparlas.

- Adelante.

Separa los labios para comenzar a hablar pero el ruido del exterior le para. Ambos recorremos con la mirada el baño hasta que yo me decido y quito el seguro de la puerta.

Camino lo que queda de aseo hasta llegar a Aaron, al cual agarro del brazo y le arrastro hacia uno de los cubículos. Una vez estamos los dos dentro, cierro la puerta de una patada y paso el pestillo, todo antes de que abran la principal.

Al escuchar voces masculinas me imagino que el baño de chicos, por lo que siento a Aaron en la taza con la tapa bajada a la vez que le pido sin hacer ruido que suba y cruce los pies.

Una vez lo hace, me coloco encima de él, poniendo las piernas alrededor de su cintura y quedando sentada en el espacio que deja en medio.
 




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