Los acordes de la milonga eran un sonido de fondo en el conventillo. Algo tan sencillo como una celebración intrafamiliar se había convertido en el escenario idóneo para una pelea, tal cual las milongas más famosas. Sólo que esto era real.
Un guapo y un señor, ambos peleando frente a la hermosa Cassiopeia, quién aún no podía entender cómo habían culminado las cosas.
Uno, dos, tres segundos y, antes que cualquiera pudiera hacer algo, un grito agudo y estruendoso se oyó afuera.
El patio quedó en un silencio fúnebre antes de que todos se apresurasen afuera, de dónde provino el grito.
Así es como la tragedia de Cassiopeia comienza.
• • •